La leche humana es el alimento más completo que cualquier bebé puede recibir, posee las defensas necesarias para prevenir enfermedades en el recién nacido, que llega al mundo con un débil sistema inmune. Además es un producto vivo que cambia su composición nutricional de acuerdo al crecimiento y desarrollo del niño. Así, la leche de un prematuro no es igual a la de uno de tres meses ni otro de 6. Por eso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda ofrecerla los primeros seis meses en forma exclusiva, es decir sin que el bebé pruebe otros alimentos o agua, y hasta los dos años de manera complementaria, lo cual implica introducir a partir de los seis meses verduras, cereales y proteínas como complemento de la leche. Los bebés alimentados así tienen cinco veces menos probabilidades de ser hospitalizados por infecciones durante el primero año de vida, una estadística que no solo los favorece a ellos sino a toda la sociedad porque implica menos costos en salud e incapacidades laborales de las madres. A pesar de esto, Colombia está lejos de cumplir la meta de lactancia de la OMS. Según los datos vigentes, que provienen de la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (Ensin), hecha en 2010 en hogares de todos los municipios y ciudades, el promedio de lactancia exclusiva llega a apenas 1.8 meses, muy poco tiempo según la opinión de los expertos consultados por SEMANA. La mediana de duración de la lactancia materna total en el país es de 14.9 meses, un poco más de un año. Según Lina López, nutricionista del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) “está muy por debajo de la meta que promueve la OMS”. No se sabe a ciencia cierta qué pasa a los 1.8 meses pero los expertos consultados creen que lo más posible es que las mamás completen la provisión de leche materna con leche de tarro por diferentes razones. Lactar, a pesar de ser un proceso natural entre los mamíferos, en los humanos es un asunto que requiere de asesoría y apoyo pues son muchos los obstáculos que se presentan en el camino. Puede ser dolor, puede ser una infección como la mastitis. Pero, según Valeria Calderón, consultora de la Liga de la Leche, la mayoría lo hace porque cree que no está alimentando suficiente al bebé. En efecto, una de las dudas más frecuentes entre sus pacientes es ‘mi bebé queda con hambre’ y en estas circunstancias lo más seguro es que termine dándole leche de tarro por recomendaciones de familiares, amigos y a veces, tristemente, hasta por el consejo de los propios profesionales de la salud. Es una lástima pues “salvo casos muy exóticos, todas las mamás están diseñadas para lactar al bebé y la mayoría de impedimentos se pueden resolver con apoyo e información”, dice Calderón, sin embargo, por falta de tiempo y paciencia muchos ginecólogos y pediatras no ofrecen. El cambio de leche humana por la de tarro es un mal negocio, especialmente para el bebé porque a pesar de que esta leche viene fortificada, nunca tendrá los mismos nutrientes que tiene la de la madre. Está comprobado científicamente que estos niños tienen un riesgo aumentado de diarrea y otras infecciones. (ver artículo Ventajas para todos) Según Clemencia Mayorga, presidente de la Sociedad Colombiana de Pediatría, las consecuencias podrían ir mucho más allá y afectar el crecimiento apropiado del bebé. Esto se debe a que la leche de fórmula es costosa y en la medida en que el niño crece, consume más. Karen Pérez, una mamá que tuvo que dejar de lactar por el trabajo cuenta que una leche de 900 gramos le costaba en promedio 90.000 pesos. Cada semana tenía que comprar un tarro, lo que significaba un gasto de 360.000 pesos mensuales. Este aspecto, según Mayorga “obliga a muchas a cambiarla por productos de menor calidad que no tienen los requerimientos nutricionales pero que son más económicos, o a mezclarlas con harina y coladas de plátano para hacerla rendir. Ahí empiezan los problemas de desnutrición”. Los expertos creen que hay otras barreras. Una de ellas es contar con un periodo tan corto de licencia de maternidad (ver artículo El gran obstáculo: el trabajo) pero en su lista también está la falta de conocimiento de la sociedad sobre el tema. Las mujeres tienen derecho a elegir si quieren amamantar a sus hijos pero, como lo expresa la nutricionista Gloria Quintero, gestora de la salas amigas de lactancia en el Distrito Capital, esa decisión debe ser tomada con información “que cubra no solo los datos sobre los grandes beneficios de la leche humana sino los efectos negativos de la leche de tarro”. Pero el dato más valioso tal vez sea que es posible superar todos los inconvenientes, como lo atestiguan muchas mamás que de una u otra forma lograron sacar adelante ese proceso. La lactancia materna beneficia directamente al niño pero, como podrá verse en este especial, representa a largo plazo una inversión para el desarrollo del país.