Desde el siglo XVI el Caribe ha sido un protagonista de primer orden en el escenario marítimo internacional. Fue punto de llegada hacia nuevos territorios y facilitó una rápida colonización de Occidente. Sus islas y canales fueron pasos obligados de las rutas desde y hacia el Viejo Continente, exigiendo a las potencias europeas construir fortificaciones y establecer un incipiente control de las líneas de comunicación marítima para proteger sus flotas y garantizar la libre navegación. Hoy, el protagonismo del Caribe sigue intacto y se ha potenciado con la entrada en funcionamiento del Canal de Panamá y su reciente ampliación.Los Estados caribeños buscan aprovechar su privilegiada ubicación. Para lograrlo es necesario ordenar el entorno, definir con claridad los espacios marítimos y es ahí donde la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar es fundamental. En este contexto, muchos países adoptaron estrategias para consolidar importantes áreas marítimas.Desafortunadamente, desde la independencia Colombia ha evidenciado su poca visión en temas fronterizos y su debilidad en las relaciones internacionales, circunstancia que nos llevó a perder cerca de 1 millón de kilómetros cuadrados de territorio continental (con Costa Rica, Panamá, Venezuela y Nicaragua) y ceder alrededor de 240.000 kilómetros cuadrados de mar en el Caribe. En 1830, antes de la disolución de la Gran Colombia, nuestro país tenía el 31 por ciento de estas aguas y hoy solo posee, aproximadamente, el 21 por ciento.El centralismo imperante en nuestra Nación podría explicar en parte esa falta de visión hacia lo marítimo, pero, como lo escribe el historiador Geoffrey Till en su libro Seapower: A Guide for the Twenty - First Century: “La geografía marítima no es una variable independiente en la ecuación del poder marítimo, su efecto se determina por la percepción del país, sobre su lugar en mundo”. Así las cosas, sin objetivos claros, los resultados eran previsibles; no hay claridad en el papel de Colombia en el Caribe.Historia desafortunadaCon la separación de Panamá en 1903, en un momento de turbulencia política, Colombia perdió además del territorio continental, una vasta extensión marítima tanto en el Caribe como en el Pacífico. Más de un siglo después, sufrimos un revés con Nicaragua (en 2012). Con la demanda del país centroamericano, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) confirmó la soberanía nacional sobre todas las islas, pero con cuestionables argumentos, otorgó a los nicaragüenses una considerable extensión marítima en cercanía de las islas colombianas.En este caso, a pesar de que la estrategia de nuestro país aparentaba ser sólida y fundamentada en el derecho, se subestimó la capacidad jurídica internacional de Nicaragua y el carácter de las decisiones de la corte. Al perder la confianza en la imparcialidad de las actuaciones de la CIJ, Colombia decide retirarse de su competencia y recibe nuevas demandas: una por incumplimiento y otra reclamando la plataforma continental más allá de las 200 millas. El gobierno nacional anunció que no comparecerá más ante la corte. Queda pendiente documentar la posición colombiana y buscar una negociación directa con Nicaragua.De vuelta al sur del continente, dos hechos afectan la delimitación marítima con Venezuela: el error al establecer Castilletes como punto de partida de la frontera al no encontrar los Frailes, y la entrega del archipiélago de los Monjes por medio de una nota de Cancillería en 1952. Si bien la delimitación marítima no se ha realizado, es importante mantener presencia en las áreas y un diálogo permanente.A pesar de tantas pérdidas de territorio marítimo, nuestro país está llamado a ser referente en el Caribe y como tal, debe formular una visión estratégica y generar planes que incluyan el fortalecimiento de las relaciones internacionales para lograr, más que la definición de fronteras políticas, una conexión funcional que facilite el desarrollo de todos los Estados. El especialista Parag Khanna, en concordancia con las nuevas realidades, afirma que “el mundo de las fronteras políticas está dando paso al mundo de las conexiones funcionales”.En relación con los territorios marítimos, las experiencias recientes con la C IJ indican que el mejor camino es solucionar las controversias limítrofes por medio de la negociación directa; para temas tan sensibles y con escasa jurisprudencia internacional, no es conveniente acudir a cortes internacionales. Por ahora es importante concentrarnos en el mejoramiento de nuestra infraestructura, ser fuertes en la cadena logística y en la búsqueda de conexiones que permitan optimizar el aprovechamiento de los recursos que el mar nos brinda y así constituirnos en actor de primera línea en el Caribe.*Almirante (RA), excomandante de la Armada Nacional.