Gloria Baquieza Domico, emberá chamí de grandes ojos y altos pómulos, decidió abandonar el resguardo Hermeregildo Chakiama, en el suroeste antioqueño, y devolverse para Bogotá. No quiso escuchar a Luis Hernando, su padre, quien le prometía que algún día iba a tener casa propia. “Yo mejor me devuelvo para Bogotá –le dijo– el campo es bueno pero uno tiene que tener su espacio para tener un hogar”. Prefirió irse a pagar arriendo al barrio El Paraíso, de Ciudad Bolívar. Sin embargo, no se iba por gusto. Veinte años antes había formado una familia con José y los dos hijos que tuvieron. Y su hermana Marisol también lo había hecho. Pero todos vivían con su padre, eran diez personas bajo el mismo techo. Hace tres meses Gloria regresó. Esta vez con el firme propósito de no separarse de nuevo de su familia. La razón: su papá y su hermana hacían parte de las 35 familias beneficiadas que en 2018 recibieron apoyo para construir su vivienda dentro del resguardo. Ahora tienen dos casas vecinas y están muy cómodos. Y esta será la primera Navidad que celebrarán juntos desde hace más de una década. “Fue una sorpresa. Me sentí contenta, muy alegre. Cuando vine y vi la casa, me quedé llorando y dije: ¡ay, tan hermosa que es!”, recuerda Gloria, emocionada. La familia de Gloria es solo una de las 816 que han mejorado sus condiciones de vida como resultado del programa Ciudadelas Indígenas, de la Gerencia Indígena de Antioquia. Desde 2016, esta entidad se ha dedicado a la gestión de recursos con aliados como el Ministerio de Defensa, el Ministerio de Agricultura a través del Banco Agrario, la Empresa de Vivienda de Antioquia VIVA, el Comité de Cafeteros de Antioquia, EPM y las alcaldías municipales. Así se ha financiado la construcción de viviendas en los resguardos de todo el departamento. Lea también: Un mejor territorio para los indígenas. Durante el proceso, tanto los indígenas como las organizaciones han trabajado de la mano. Por ejemplo, en el caso del resguardo Hermeregildo Chakiama, el Comité de Cafeteros aportó el diseño y los planos de las viviendas, el resguardo apoyó la planeación y la cofinanciación, y las familias trabajaron en la obra. “Cargamos arena y materiales. El trabajo era duro porque pesaba y era muy lejos. Pero ya nos pudimos mudar para una casa nueva, linda y que no se inunda como la que teníamos antes”, explica María Silvia Restrepo, otra de las nuevas propietarias. Así mismo, el éxito del proyecto se ha debido a la inclusión del Plan de Vida (plan de desarrollo) y de los usos y costumbres de las comunidades durante la planeación. Como explica Alveiro Panchi Domico, gobernador del resguardo de Ciudad Bolívar, “tener en cuenta nuestras necesidades reales ha sido importante. Ninguna entidad debe traer un proyecto a su antojo. Si yo voy a llevar este manguito para esta familia, y esta familia no come mango sino que chupa naranja, entonces hay que llegar a un acuerdo para que las cosas salgan bien”. Aún hacen falta viviendas por construir, pues cada año se forman nuevas familias y la población no para de crecer. Por ejemplo, en el Hermeregildo Chakiama se está proyectando la construcción de 15 casas más. Pero Ciudadelas Indígenas ha ayudado a aliviar la necesidad de vivienda digna en los resguardos de todo el departamento. Y lo que es crucial, como concluye Panchi, “ha contribuido a que las familias permanezcan en el territorio y no tengan que pensar en salir. Eso va deteriorando la comunidad porque esa familia ya no quiere vivir el mundo embera, sino quiere vivir al mundo de la modernización, por llamarlo así”.