Aba, ome, ombea, kimare y jua aba. Así se escriben los números de 1 a 5 en la lengua embera chamí. Y esto es lo primero que Gloria Tamanis, la profesora del Centro Educativo Rural Indígena Ricardo González, les enseña a sus 25 estudiantes, que no superan los 7 años. Gloria dicta sus clases en un tambo educativo –de ocho caras– dentro del resguardo Hermeregildo Chakiama, en el municipio de Ciudad Bolívar. “Nuestra escuela es muy linda y es como nosotros: muy, muy ancestral”, cuenta. Este espacio de madera, que se fabricó con plantaciones forestales, refuerzo de luz natural y ventanas coloridas, no siempre estuvo en la comunidad. Funciona desde diciembre de 2018 y es una de las 16 escuelas que está implementando la Gerencia Indígena de Antioquia con el apoyo de las Empresas Públicas de Medellín (EPM) y la Secretaría de Educación Departamental y las alcaldías municipales. Estos espacios representan un avance significativo en la consolidación de la infraestructura educativa de los 16 resguardos. “La escuela anterior era antigua y estaba deteriorada. El techo iba a caer encima de los niños”, recuerda León Darío Tamanis, secretario general del resguardo. La relevancia de su forma y de los materiales que se emplearon va más allá de la estética o de su utilidad. El tambo educativo, en el caso de los embera, y gracias a un diseño que evoca las formas ancestrales, es uno de los puntos de partida para consolidar y legalizar el Sistema Educativo Propio de los pueblos indígenas, una revolución que las comunidades han reclamado durante años. Escuela propia La directriz de la profesora Gloria a sus alumnos –“Hijos, acá solo hablamos en embera”– no hace parte, hoy día, de los lineamientos educativos formales. Por ende, no está completamente extendido en las escuelas del país. De hecho, la maestra Tamanis se educó en una escuela kapunia (de blancos) y, como ella misma explica, tuvo que deconstruir muchas de las visiones occidentales para aprender a valorar el conocimiento propio de su comunidad. Esta situación impacta la pervivencia de las culturas indígenas. Muchos niños –que hasta los 14 años, según el Dane, representan el 41 por ciento de la población indígena antioqueña– con el paso del tiempo y debido al contacto con los campesinos mestizos, por ejemplo, han dejado de hablar su lengua, no recuerdan los tejidos y tampoco se interesan por la sabiduría de los jaibanás o chamanes. Para rescatar los saberes y costumbres tradicionales de las comunidades indígenas del departamento, dentro del Plan de Educación de Antioquia 2030 se construye la Línea Base para la Educación Indígena en la región. Este documento, que analiza la situación actual de la cultura, las escuelas y la lengua servirá como hoja de ruta para desarrollar y entender la pedagogía desde las comunidades. A largo plazo también permitirá actualizar los Proyectos Educativos Comunitarios (PEC) de cada uno de los cinco pueblos ancestrales. En resumen, su objetivo es presentar los lineamientos estratégicos que los indígenas consideran fundamentales para recibir una educación multicultural y sentar una base para superar las brechas y aplicar y certificar su propio sistema educativo. Lea también: Diálogo de saberes, la estrategia para que los indígenas de Antioquia vayan al hospital La entidad a cargo del proyecto es la Secretaría de Educación, que desarrolló tres talleres territoriales para conocer de fondo la visión y las características particulares de cada pueblo, de las autoridades y los docentes indígenas. En ese proceso, explica Lisardo Domicó, docente emberá chamí y funcionario de la entidad, “encontramos, por ejemplo, que hay pueblos como el gunadule que argumentan que sus hijos en estas cuatro paredes no aprenden, aprenden es caminando el territorio y tejiendo la mola. También que los padres emberas saben que la matemática está en cada pepita de chaquira, en los colores, en la tierra y en los montes. Y eso es lo que ellos quieren que sus hijos aprendan”. Además, en el proceso de formulación se encontró que los pueblos ancestrales quieren incluir a sus sabios y sabias, al jaibaná (médico tradicional), a los tejedores y a toda la comunidad dentro del modelo educativo. Este no puede ser, según ellos, un sistema aislado porque la educación está relacionada con la actividad productiva y los planes de vida de las comunidades. Un elemento que es fundamental destacar dentro de la Línea Base es el diagnóstico que se realizó del estado actual de las lenguas indígenas. En palabras de Néstor David Restrepo, secretario de Educación de Antioquia, “los pueblos y sus comunidades han plasmado escrituras propias que dan cuenta de su pensamiento, como son los tejidos, las cerámicas, los bastones, las ceremonias, las comidas, entre otros. Estudiar en profundidad las lenguas ancestrales debe ser una prioridad para el Estado, puesto que estamos al frente de unas lenguas extraordinariamente bellas que pueden aportar al resto de la humanidad”. La versión final de la investigación la entregó la Secretaría de Educación del departamento el 14 de diciembre de 2019. El reto, ahora, es la implementación en cada escuela y la voluntad, tanto de las autoridades indígenas como gubernamentales, para dotar a los planes educativos de herramientas que los fortalezcan: material didáctico propio y más infraestructura. Así, los niños indígenas de Antioquia aprenden a sumar y a tejer, en sus propias lenguas y en español, en el mismo espacio.