Las cavernas, para muchos, equivalen a oscuridad, vampiros y claustrofobia. Pero solo al conocerlas nos damos cuenta de que son mucho más que eso: son bibliotecas del tiempo. Sus columnas y estalagmitas albergan información muy valiosa sobre el clima de la Tierra y esconden los símbolos de su memoria. Como espeleólogo, cuando empiezo a bajar por las cuerdas hacia el abismo y me encuentro de frente con la oscuridad, que de a poco logra diluir por completo la luz del sol, pienso que estos lugares no son para todos. Te obligan a salir de tu zona de confort y pocos estamos dispuestos a hacerlo. Sin embargo, las cuevas nos muestran otro mundo. Uno que, aunque oscuro, es totalmente abierto e increíblemente raro, así como el océano profundo o, incluso, el espacio. Una vez adentro, enciendo mi linterna e intento llevar su halo de luz en todas las direcciones para observar y buscar especies que son nuevas fronteras para la ciencia. En Colombia, Santander ofrece uno de los mejores escenarios para la espeleología. Suele pasar que cuando vamos de paseo y vemos sus imponentes montañas, pocas veces nos detenemos a pensar que formaron parte del lecho marino y alguna vez estuvieron a 200 metros de profundidad. Gracias a la geología, hoy sabemos que emergieron tras presentarse una subducción: movimientos tectónicos que generan fuerzas compresivas de un poder enorme que terminan por formar estructuras montañosas. Ejemplo de ello es el levantamiento de la cordillera Oriental de los Andes, que hoy atraviesa Santander. Las rocas calizas sedimentarias son un tipo particular de risco que sobresale de la cordillera y se consideran la señal más clara de la existencia de cavernas o paisaje kárstico. Una vez estas rocas se exponen a la superficie terrestre, reaccionan químicamente con el agua lluvia, lo que les permite a los ríos moldear y crear cavernas con infinidad de formas abisales y laberínticas. Este accidente geográfico de la cordillera Oriental recibe el nombre de formación Rosablanca, que hace parte de Santander. Lea también: Los frescos prehistóricos de Chiribiquete Este departamento puede albergar más de 500 cavidades, que en promedio tienen entre uno y siete kilómetros de extensión y hasta 300 metros de profundidad. Entre ellas están el Hoyo Monster, la Caverna del Águila y el Hoyo del Aire, como asegura un trabajo de campo realizado por la Sociedad Colombiana de Espeleología en el municipio de El Peñón, en Santander entre 2013 y 2018. REFUGIOS DE VIDA Con más de 180 especies registradas, Colombia tiene la segunda mayor variedad de murciélagos del mundo. A diferencia del imaginario común que los considera especies maléficas que atacan a las personas para alimentarse de su sangre, estos animales benefician los ecosistemas. Ayudan a controlar plagas y contribuyen a la polinización y la dispersión de semillas por medio de sus heces. De hecho, los murciélagos dispersan más semillas que todas las aves juntas. La presencia de cavernas en el sector también permitió a la especie endémica santandereana Trichomycterus rosablanca, un pez sin ojos y sin pigmentación, adaptarse a vivir en la oscuridad. Igualmente lo hizo el guácharo (Steatornis caripensis), un ave capaz de volar sin necesidad de luz pues utiliza, al igual que los murciélagos, el mecanismo de ecolocación. En efecto, por medio de un ruido proyecta ondas en el aire que rebotan en un cuerpo sólido y crean una imagen en el cerebro del ave. Los humanos también tienen una historia cercana con las cuevas de esta región. Según el estudio más antiguo de los restos encontrados en Mesa de los Santos, el pueblo de los guane se caracterizaba por sepultar a sus familiares y líderes en cuevas secas. Vivieron hace más de 1.000 años y ocasionalmente se alojaban en las cavidades de fácil acceso, pues encontraban protección frente a depredadores o grupos humanos invasores. Las cavernas han sido lugares importantes en la vida humana y animal, pero el hombre no se ha preocupado por conservar esa conexión. Se dice que primero pisamos la Luna antes de entrar a las cavernas. Solo en este siglo las exploraciones espeleológicas han cobrado un valor importante debido a los recientes descubrimientos científicos. Es momento de que busquemos más en estas bibliotecas del tiempo para conocer nuestro pasado, pero también para aprender a proteger nuestro presente, y sin duda el mejor lugar para empezar a hacerlo es Santander. *Espeleólogo y autor del libro Cavernas de Colombia.