SEMANA: Empecemos por el desayuno. Además de las alcaparras y en ocasiones uvas pasas, ¿qué más le ponen al tamal santandereano para que la gente amanezca tan brava? PITER ALBEIRO: ¿Le digo la verdad? No es que nosotros seamos de mal genio, es que hablamos golpeado. Nuestro acento no es cantadito ¡A mí hábleme de acento fuerte, mano!, así decimos... Y es que la gente qué cree… ¡Nosotros comemos hormigas, no escorpiones! SEMANA: Está bien, entonces, ¿cómo le va con las hormigas culonas? P.A.: ¡Jum! Cuando a mí me traen hormigas, yo las escondo rapidito en mi casa y no dejo que nadie más coma, ¡nadie! Ni siquiera dejo que las prueben, porque de pronto les quedan gustando. A mucha gente le da impresión que uno se esté comiendo un insecto. Es que es un sabor difícil de describir, unos dicen que sabe a maní y ¡a otros les parecen hediondas! A mí en cambio me saben a recuerdo, a tierra, me saben a mi Santander. SEMANA: Siendo tan buen santandereano, ¿podría distinguir, con solo probarlo, un genuino bocadillo veleño? P.A.: ¡Uy! Bueno, yo comí mucho bocadillo veleño, porque entre los 16 negocios que algún día tuve (hablando de eso, vea que voy a lanzar un libro con Penguin Random House ¡Para que la gente no cometa los mismos errores que yo tuve al emprender!) Bueno, sigamos (risas) y entonces, dentro de esos negocios, tuve un almacén de ropa en Barbosa y era mucho bocadillo lo que se comía. Hasta fui a una fábrica, por eso sé que el veleño de verdad tiene la hoja de bijao, es más seco, pero pues ¡catador de bocadillos no soy! Lea también: ¿Todos los bocadillos son veleños? SEMANA: ¿Y de arepas? Entre la paisa, la boyacense y la santandereana, ¿cuál prefiere? P.A.: La santandereana me encanta, hay algunos a quienes no les gusta el olor, dicen que es muy fuerte, pero es costumbre, es una arepita seca… La boyacense, pues, con un poquito de chicharrón es rica (risas). No, en serio, la amarilla santandereana es espectacular. La boyacense es dulcesita y la paisa... Aunque mi abuelita es paisa, yo no me como una de esas blancas, ¿así sin nada encima? ¡Ni loco! SEMANA: Lo suyo entonces es algo más cargado, de sabor fuerte, como la pepitoria (que la preparan con vísceras y sangre de cabrito). P.A.: A mí me encanta la pepitoria. Así con carnita fresca y arepa amarilla. Cuando vayan por carretera a Bucaramanga, coman en El Viejo Chiflas, es muy rico. La pepitoria es deliciosa. Pero otra cosa es prepararla. Para MasterChef sabía que debía cocinar algo de la tierrita, pero ‘la pepi’ no fue, porque soy muy visual y pruebo mucho, entonces, si tenía que sudar el arroz en sangre, se me iban a quitar las ganas de comer. Aunque eso no evitó que haya sido el que más se engordó en el programa. A mí me decían que tenía que hacer tres platos porque me comía dos mientras cocinaba. SEMANA: En ese caso ¿qué es lo mejor para engordar, la carne oreada o el cabrito? P.A.: La hamburguesa (risas). Las de Bucaramanga son poderosas, con su salsa tártara le están dando la vuelta al país… Y entre la oreada y el cabrito, prefiero el segundo, soy fan de la carne jugosa. Es muy difícil de preparar, pero la gente que tiene tradición lo cocina con cerveza, al horno o asado. Así como el llanero vive orgulloso de su ternera, nosotros lo estamos del cabro, nos parece delicioso, con arroz blanco así mojadito, con las papas, no, no, no… ¡Sí ve, ya me dio hambre! SEMANA: Y para el postre, ¿qué dulce santandereano les recomendaría a los lectores? P.A.: El chocolate, sobre todo el de San Vicente de Chucurí. Y si no es chocolate, entonces, nuestra piña, es muy dulce. En Santander a todo le echamos piña, al perro caliente, a la empanada, a la hamburguesa… ¡Un santandereano le pone piña hasta al jugo de piña!