Gente muy cercana a mi corazón ha sido de Santander. La familia de mi amigo, Juan Manuel García Gómez, es de allá. Nos hemos acompañado y querido desde chiquitos. Tal como si nos hubiera amamantado la misma mamá. Veo la vieja casa familiar, a la que íbamos en vacaciones, en el marco de la plaza de San Gil. Era como la querría el poeta León Felipe: solariega y blasonada. Recuerdo a la abuela Julieta, sus pasos, sus manos, su corazón cariñoso. La casa semioscura, los largos corredores con ventanas, las habitaciones con velos, las cómodas de madera lustrosa. Abajo, mirando desde las barandas, veíamos el patio, la fuente, las macetas con helechos y trinitarios. Ahí, sí, el sol y el viento tibio de San Gil. Y de tantas otras partes de Santander. Juan Manuel fue el primer médico colombiano en hacer un implante coclear. Esos implantes hacen oír a los niños, incluso cuando han nacido sordos. Eso siempre me ha llenado de orgullo. Juan Manuel, médico otorrino como su padre –Jorge García Gómez–, hizo esa hazaña. Y ministro de Salud que fue, el padre nos ha querido mucho, a todos los amigos, y nos ha hecho reír con su ironía, siempre a tiempo, siempre inofensiva. De la emigración santandereana a Bogotá, Jorge García Gómez es un botón que hay que lucir siempre. Se empeñó en formarse como médico en el exterior y vino a ejercer a la capital, donde les enseñó a cientos de médicos en el país cómo se establecen relaciones con la comunidad científica internacional. En eso, el santandereano, ha sido un precursor. Puedo oír ahora el río Chicamocha. Y pienso en esta tierra. De jovencito trabajé para santandereanos. Para don Armando Puyana y su hijo Eduardo, a quienes recuerdo con afecto. Fui por toda Colombia vendiendo whisky Johnnie Walker y vino Santa Rita, las marcas que ellos representaban. Pienso en Guillermo Sorzano, quien fue socio de mi viejo en una agencia de publicidad que montaron. Hombre delicado, fino, de una bella cultura. Pienso en una visita que hice a la UIS para hablar de mis novelas. El sol, el calor delicioso y las mujeres con sandalias como en la Roma antigua. El recuerdo de esta tierra y de esta gente me llena de nostalgia. Hace unos días jugamos fútbol con un par de compañeros de mi hijo que son de allá. “Búcaros” los llamamos. Juegan bien. Pero sobre todo, nos hacen reír con la manera en que hablan. ¡Cómo le dan alegría al día! *Escritor.