La mañana del 11 de abril de 2019, Carlos Abril Sanguino recibió su diploma como técnico profesional en Producción Agropecuaria. El auditorio Luis A. Calvo de la Universidad Industrial de Santander (UIS) se llenó por completo: familiares, docentes y amigos de todos los graduandos ocuparon las 989 sillas del recinto. Carlos fue el primero de 54 compañeros en subir a la tarima. Y aunque las piernas le temblaban y un par de gotas de sudor caían por su frente, nunca dejó de sonreír. Y lo merecía, no solo porque estaba a punto de culminar una etapa importante para su formación profesional, sino porque era consciente de que, gracias al conocimiento adquirido, iba a poder cambiar la forma tradicional en el campo, no solo de su familia, sino de todos los habitantes de la vereda Guasimo, en el municipio de Málaga, donde creció. En ese territorio, ubicado al oriente del departamento de Santander, históricamente se ha sembrado tabaco y en la actualidad el 90 por ciento de su producción obedece a este cultivo. Debido a que necesita de grandes cantidades de químicos y reguladores de crecimiento, los efectos negativos para el medioambiente -e incluso para los cultivadores- son nefastos. Además, “con el tiempo, la comunidad se dio cuenta de que no era rentable y dejaba en muy malas condiciones la tierra”, cuenta Abril. Por esa razón, este malagueño, de 20 años, anhela transformar el paisaje que hoy se ve en su vereda. Y como primer paso para lograrlo, decidió inscribirse, en 2016, en el programa de la ‘Universidad del Campo’. Este es un convenio de la Gobernación de Santander con la UIS y la Universidad de la Paz, para que los jóvenes que viven en zonas rurales del departamento puedan acceder a la educación superior, para que fortalezcan el desarrollo sostenible de los proyectos productivos; y no tengan que migrar a las ciudades por falta de oportunidades. “Luego de cursar los primeros semestres, mi perspectiva cambió muchísimo: empecé a conocer diferentes y mejores alternativas para implementar en el campo y aprendí a estudiar las debilidades y fortalezas de la finca de mi familia”, agrega Carlos. Entonces, realizó pruebas de suelo para conocer qué otros productos podía cultivar y se encontró con una tierra apta para la producción de naranja. Así que cambió los cultivos de tabaco por este cítrico y hoy ya tiene cerca de una hectárea de esa plantación. También ideó una manera de transformar la materia prima en un producto con valor agregado. El resultado: ‘Aperitivo de naranja’, un licor a partir del zumo de esta fruta. La naranja común y la valencia, por su sabor y jugosidad, fueron los tipos escogidos, luego de realizar un estudio en el terreno. Y la producción marcha bien: 200 litros cada seis meses son comercializados. La proyección es lograr producir en cinco años los mismos litros, pero mensualmente.