La mayoría de nosotros escuchó por primera vez la palabra ‘litio’ en las aulas del bachillerato, cuando el profesor de química explicaba que su símbolo era ‘Li’, que hacía parte del grupo uno de la tabla periódica y que era un elemento alcalino. Y quizás este término lo hubiéramos olvidado todos si no fuera porque de él depende el ensamble de dispositivos móviles como los teléfonos inteligentes y las tabletas. Puede que exagere, pero ahora cualquier persona sabe que el litio es la base de las baterías de los autos eléctricos. Otros, los especialistas, dirán que en su forma pura es un metal blando, de color blanco plata, que se oxida en el aire o en el agua. Sin embargo, pocos hablan en detalle de su atributo especial: es el metal sólido más liviano del mercado. Y hoy no estaríamos hablando de él si no fuera por José Bonifacio Andrada y Silva, naturalista y poeta brasileño que descubrió en una isla de Suecia llamada Uto, en la década de 1790, un mineral denominado petalita. De este material se volvió a escuchar en 1817, cuando el metalúrgico sueco Eric Svedenstjerna envió muestras de petalita a varios conocidos. Algunas llegaron al laboratorio de Jons Berzelius, el químico más importante de la época. Este le pidió a su ayudante Johan Augustus Arfwedson que lo analizara, y el joven pronto encontró que el 96 por ciento de este mineral consistía en sílice y alumina; y en el porcentaje restante había un elemento nuevo al que decidió llamar litio, del griego lithos, que significa ‘piedra’. Con el paso de los años otros científicos quisieron purificarlo, pero solo hasta la década de 1840 el químico alemán Alexander Lipowitz y el británico Alexander Ure, separaron el metal por completo. Ese descubrimiento condujo a la producción comercial de litio metálico, que inició en Alemania en 1923. Hoy la extracción del ‘Li’ se desarrolla en dos tipos de depósitos: en lagos salados, a través de evaporación; y en yacimientos de minas, que es un proceso más costoso pero garantiza un mineral de mayor calidad. Lea también: Encuentran litio en zona de termales de Paipa, Boyacá La importancia de este elemento es tan grande que este año el premio Nobel de Química lo recibieron los padres de la batería de litio: el estadounidense John B. Goodenough, el británico Stanley Whittingham y el japonés Akira Yoshino. En 1985 este último logró sustituir el litio por iones de litio (Li-ion), su trabajo dio como resultado baterías más ligeras, más potentes y son las que hoy se utilizan en los celulares, los autos eléctricos y hasta en las patinetas que ahora circulan con frecuencia en las ciudades. Contante y sonante Aunque los usos del litio son variados, en las baterías de Yoshino se convierte en un factor decisivo para el mundo del futuro. Uno de los mejores ejemplos lo encontramos en los autos de sistemas semihíbridos, que cuentan con un motor diésel y otro eléctrico alimentado por una batería de iones de litio de 48 voltios. Esta se recarga automáticamente durante la marcha. A algunos les basta una carga de 15 minutos para recorrer 200 kilómetros. A nivel económico el litio alcanzó su mayor precio histórico en 2016, con un valor de 7.475 dólares por tonelada. A diferencia de otros metales, este no se comercializa en las bolsas internacionales, su precio depende de las negociaciones directas entre compradores y productores. Se espera que el mercado global de baterías de iones litio, que en 2017 sumó 30.000 millones de dólares, logré los 100.000 millones de dólares en 2025. Para saber si Colombia tiene alguna posibilidad de entrar en ese atractivo mercado hay que acudir a quienes estudian los suelos del país. Desde el Servicio Geológico Colombiano confirman exploraciones desde el año 2017: “Sí, sabemos que existen regiones con concentraciones de litio como los salares de Paipa o Iza (en Boyacá), pero no son aptos para aprovechamiento económico alguno”, dice Gloria Prieto, directora técnica de Recursos Minerales de la entidad. En cambio, Chile, Argentina y Bolivia cuentan con más de la mitad de las 40 millones de toneladas que conforman las reservas probadas de litio en el planeta. El caso de los bolivianos es particular, aún cuando tienen el yacimiento más grande en el salar de Uyuni, no lo han podido extraer con eficacia. Como dice Brian Jaskula, especialista en productos minerales del Servicio Geológico de Estados Unidos, “Bolivia tiene una planta programada para entrar en operación en 2020, con una producción estimada de 15.000 toneladas anuales. De lograrlo, el país andino se convertirá en un verdadero productor de litio”. Según la entidad para la que trabaja Jaskula, con la producción mundial actual de 37.000 toneladas anuales, la humanidad tiene reservas del mineral para 365 años. Pero los expertos predicen que para 2040 el mundo necesitará 800.000 toneladas de litio solo para la producción de baterías. El litio, entonces, es mucho más que esa palabra rara que nos presentó el profesor de química, o que las sales aquellas que consumía el tío ‘loco’ de la familia; el ‘Li’ es oro; oro puro, oro blanco descubierto por un poeta. *Periodista.