Por Mónica Pardo*
Durante el aislamiento preventivo obligatorio fueron varias las industrias que se vieron obligadas a apagar sus motores. Sin embargo, los del sector del transporte se mantuvieron encendidos, incluso en meses críticos como abril y mayo en los cuales hubo una disminución significativa de los desplazamientos en automóviles, buses y camiones.
Así lo evidencia un estudio sobre el impacto del covid-19 en el transporte de carga en Colombia, realizado por la Universidad de los Andes y la Federación Colombiana de Transportadores de Carga (Colfecar). “Frente a los datos de 2019, en abril alcanzamos a tener una reducción del 61 por ciento en los buses, en especial los intermunicipales, y del 46 por ciento en mayo. Por su parte, el tráfico de camiones pequeños disminuyó 30 por ciento en abril y 15 por ciento en mayo, mientras que en los camiones grandes el descenso fue de 20 por ciento en abril y de 5 por ciento en mayo”, sintetiza Juan Pablo Bocarejo, profesor asociado de la Universidad de los Andes.
El Gobierno nacional y los gremios (Andi y Fenalco) se comprometieron a garantizar el abastecimiento de alimentos y productos de primera necesidad en todo el país y el desplazamiento de quienes tenían permitida la movilidad como los profesionales de la salud y empleados de los sectores con excepción, entre ellos el del transporte. Se permitió la libre circulación de vehículos de carga y mercancías, y del transporte terrestre de pasajeros por cable, fluvial y marítimo.
Si bien los transportadores recibieron alivios por parte del Gobierno como la reducción del precio del galón de diésel y la suspensión del cobro de los peajes, se enfrentaron a una serie de desafíos. El primero fue la implementación de los protocolos de bioseguridad. “Al principio no había mucha información sobre las medidas de autocuidado y todos los actores de la cadena logística tuvimos que adoptar protocolos”, cuenta Nidia Hernández, presidenta de la Federación Colombiana de Transportadores de Carga por Carretera (Colfecar).
El 11 de marzo de 2020, a través de una circular conjunta entre el Ministerio de Salud y el Ministerio de Transporte, se impartieron directrices para los prestadores del servicio público de transporte. Más adelante, el 24 de abril (Resolución 677), el sector expidió su protocolo de bioseguridad y el 2 de septiembre (Resolución 1537) modificó la resolución anterior con el fin de que el sector se fuera adaptando mejor al comportamiento de la pandemia.
“Debimos implementar los protocolos de un día para otro, cambiar nuestra logística, capacitar a las personas, utilizar tapabocas y trajes especiales”, recuerda Juan Manuel Cubides, vicepresidente jurídico de Inter Rapidísimo. Por su parte Carlos Gutiérrez, presidente de InterCargo, operador de transporte y logística, asegura que uno de los principales retos desde el inicio de la pandemia ha sido conservar su indicador de salud y seguridad: “Hemos superado la etapa crítica y seguimos trabajando para mantenerlo en cero casos”.
VENCER EL MIEDO
Cumplir las distintas medidas adoptadas por las autoridades nacionales y locales, que en muchas ocasiones generaron problemas para las operaciones logísticas entre una ciudad y otra, fue otro gran reto para el sector. “Cambiaban las reglas de juego constantemente a través de la emisión de múltiples decretos sobre medidas de aislamiento, planes candado, toques de queda y restricciones de ingreso a poblaciones, las cuales impactaron a su vez la dinámica en el recibo y entrega de la carga y las mercancías”, explica Hernández.
Juan Manuel Cubides, de Inter Rapidísimo, recuerda que fue un tema muy complejo. “Los empleados iban a salir a trabajar y no los dejaban o los multaban. Hacíamos cartas, pero en algunos lugares no tenían validez porque funcionaba otra resolución o decreto”, relata. Esto ocasionó que las entregas entre ciudades, que normalmente se hacían en 24 horas, se tardaran 48 e incluso hasta 72 horas en zonas de difícil acceso.
El miedo fue otro obstáculo por vencer. Muchos empleados no querían salir y prestar el servicio. Temían contagiarse. “Tuvimos que decirles que nosotros en ese momento éramos estratégicos para el país y que Colombia necesitaba nuestro servicio”, asegura Cubides. Y efectivamente este nunca dejó de prestarse. Por eso Hernández advierte que “transportamos no solo mercancías, sino tranquilidad a la población”.
NUEVAS DINÁMICAS
Al principio del aislamiento preventivo obligatorio las ventas de las compañías se desplomaron. No obstante, con el cambio de hábitos de los consumidores los negocios empezaron a reactivarse y adaptarse a las nuevas dinámicas.
“En dos semanas las solicitudes de los clientes crecieron de manera significativa. De un 10 a 15 por ciento en promedio se subieron a 80 o 90 por ciento. Prácticamente todo lo teníamos que ir a recoger a domicilio y eso nos generó un impacto fuerte porque no estábamos preparados”, anota Cubides y añade que rápidamente debieron contratar personal y ampliar su operación. La Corporación Colombiana de Logística (CCL) aprovechó la pandemia para desarrollar una nueva línea de negocio que consiste en la comercialización de productos de la canasta familiar por internet. Su nombre es CMerka y permite acceder a un supermercado online.
“Hoy esta línea nos ayuda a superar la crisis económica, gracias a los convenios que hemos realizado con otras empresas para que los colaboradores puedan mercar desde sus casas, a buen costo, con opciones de pago por nómina”, explica Erikson López Díaz, presidente de CCL. La compañía movilizó más de 100 vehículos semanales en distribución nacional y urbana de productos a tenderos, hogares y empresas durante el confinamiento obligatorio.
*Periodista de economía y negocios.