En marzo de 2011 comenzó el conflicto en Siria, que ha producido el desplazamiento de más de 5,6 millones de refugiados a países vecinos. Un millón más han buscado acogida en Europa, especialmente en Alemania. Pero el país que mayor migración ha recibido es Turquía, que desde el inicio de la guerra abrió las puertas a sus vecinos y hoy alberga a 3,6 millones de ellos. Y cabe recordar que hay 500.000 más solicitando asilo en esa república. De acuerdo con las cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), desde junio de 2018, el país gobernado por Recep Tayyip Erdogan cuenta con la mayor población de refugiados en el mundo, y esto representa una gran carga nacional. Hasta la década de los noventa, Turquía fue conocido por ser una tierra de emigrantes. Durante la Guerra Fría (que comenzó a finales de los años cuarenta y terminó en 1991) llegaron refugiados del bloque soviético y en cooperación con Acnur, la mayoría fueron reubicados en Estados Unidos y Canadá. Desde principios de los ochenta se recibieron solicitudes de asilo de ciudadanos iraníes e iraquíes. Y entre 1989 y 1991 el país acogía una considerable oleada de inmigrantes provenientes de Bulgaria y el norte de Irak. El número de aplicaciones para dar asilo estuvieron bajo control hasta 2010, cuando Turquía recibió alrededor de 9.000 solicitudes. Dos años más tarde fueron 17.000. Entre 2013 y 2014 sumaron 30.000. Y en 2017 la cifra se cuadruplicó, fueron 112.000. En 1951 la república turca fue una de las firmantes de la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados y lo aceptó con el marco temporal y la delimitación geográfica mencionados en el artículo primero de este documento. En 1968, con la adopción del Protocolo de Nueva York se eliminó la limitación de tiempo. Pero Turquía es uno de los pocos países que aún mantiene la limitante geográfica. Esto significa que no otorga la condición de refugiados a los solicitantes que vienen de afuera de Europa y en su lugar les concede un asilo temporal hasta que puedan ser reasentados en un tercer país. En el contexto de la adhesión a la Unión Europea, a principios del año 2000, la nación comienza a modernizarse y a reformar este sistema, que dependía en gran parte de Acnur. Por esta razón, en 2013 se adoptó la Ley de Protección Internacional y Extranjeros que se convirtió en la primera legislación completa de Turquía sobre el asilo internacional. También se estableció la Dirección General para la Gestión de Migraciones (DGMM), por su sigla en inglés. Esta abrió oficinas en todo el país y tomó el control por completo cuando el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados terminó de entregar los registros y las determinaciones de estatus. En noviembre de 2011 esta ley permitió al gobierno adoptar una política de puertas abiertas para los refugiados sirios y otorgarles protección temporal, incluyendo el acceso a los servicios públicos básicos. En ese momento se pensaba que el régimen en Damasco no duraría mucho y que los asilados podrían volver pronto a sus hogares. Pero no fue así; por el contrario, el número de estos aumentó. En 2011 eran menos de 15.000; en 2013, 225.000; en 2014 la cifra era enorme: 1,5 millones; a finales de 2016 se contaban 2,8 millones de refugiados, hasta llegar al nivel actual. Fondos insuficientes Esta situación ha tenido una afectación directa sobre el presupuesto nacional de Turquía. En 2017, se destinaron 30.000 millones de dólares para el mantenimiento de los asilados de Siria. Una suma considerable, más ahora, que el país ha disminuido su tasa de crecimiento. Por eso es probable que la disponibilidad de fondos para apoyar a los refugiados empeore. Todo se complica aún más por la naturaleza limitada del apoyo financiero que los turcos perciben de la comunidad internacional. Desde 2012, el país ha recibido menos de 5.000 millones de dólares en asistencia a través de los planes regionales de refugiados y resiliencia de la ONU en Siria para cubrir las operaciones de la ONU, así como la asistencia a comunidades locales que ayudan. Esta cifra también incluye el recaudo del Fondo para Refugiados de la Unión Europea en Turquía, que fue creado en marzo de 2016, para ayudar al país con los refugiados sirios y, a cambio, evitar la migración irregular a Europa. La escasez de fondos está ligada a la prestación de asistencia y servicios públicos a los desplazados y aumenta la urgencia por mejorar la capacidad de recuperación de estos para que puedan mantenerse ellos mismos. Pero esto requiere que el país reconozca que los refugiados vienen para quedarse, por lo cual se necesitan políticas para ayudarlos a integrarse a la sociedad turca. Sin embargo, el gobierno se ha resistido a tomar esta determinación porque teme que esa decisión produzca un resentimiento del pueblo hacia los refugiados. Al inicio los turcos los recibieron muy bien. Pero ya han pasado varios años. La competencia por el trabajo y el incremento de la renta cambió el ambiente de manera significativa. Las tensiones entre inmigrantes y locales han aumentado. En 2016, el gobierno dio la posibilidad de que los refugiados accedieran al mercado laboral formal. No obstante, solo se han emitido alrededor de 25.000 permisos de trabajo, una fracción muy pequeña si se tiene en cuenta que hay más de 1,5 millones de sirios en edad de trabajar. Por eso, muchos de ellos eligieron el empleo informal. Es un esquema que se repite en el mundo con los inmigrantes, los empleadores contratan a los refugiados y les pagan salarios mucho menores; y esto conduce a condiciones de explotación, e incluye el trabajo infantil. El asunto empeora cuando, como pasa en Turquía, el desempleo va en aumento. Responsabilidad global El otro problema que enfrenta el país es el acceso a la educación para los niños refugiados. Como siempre se pensó que estos regresarían pronto a Siria, no se estableció una política clara en este campo. Por eso fue creciendo un sistema educativo informal dirigido por los mismos sirios en árabe. Sin embargo, con el tiempo surgió una preocupación por la calidad de la enseñanza y los bajos niveles de las inscripciones estudiantiles. Como no se quería propiciar el crecimiento de una ‘generación perdida’ que tuviera repercusiones negativas en términos de seguridad, en 2016 el gobierno decidió eliminar el sistema informal e incorporar a los niños refugiados en el sistema de educación turco. La iniciativa ha mostrado sus resultados, en 2018 se alcanzó una tasa de inscripción del 61 por ciento, con casi el ciento por ciento en el nivel de escuela primaria. A pesar del esfuerzo, hay una gran cantidad de niños sin colegio, además de los problemas que surgen por los conflictos culturales y lingüísticos, a los que el sistema de educación turco no es particularmente sensible. Por último, también hay un desafío a largo plazo. Los refugiados permanecen en Turquía bajo los términos de ‘protección temporal’. Hoy no existen señales de que el gobierno esté pensando en introducir una política en apoyo de la integración, que les pueda otorgar la ciudadanía a los refugiados sirios, como solución duradera.  Actualmente el número de asilados que ya son ciudadanos turcos es de menos de 60.000. Y aunque la violencia en su nación de origen ha disminuido significativamente, el conflicto no parece tener una pronta resolución. Y si la hay, nadie garantiza que la solución que se logre permita a los refugiados regresar. Es probable que estos se queden durante mucho tiempo y que Turquía deba seguir acogiéndolos. Pero sería injusto que esta república tenga que hacerlo todo por su cuenta. La protección de estos inmigrantes debe ser una responsabilidad global que se ha reiterado una vez más en el Pacto Mundial sobre los Refugiados. Compartir las cargas con los turcos se hace crucial, más si recordamos ese otro medio millón de sirios que están solicitando asilo y los refugiados de otras nacionalidades que se encuentran allí. Será importante que la segunda cuota de 3.000 millones de euros destinados al Fondo de la Unión Europea para los Refugiados en Turquía estén asegurados, junto con un financiamiento más amplio para los planes regionales de refugiados y resiliencia de la ONU en Siria. Además, la reubicación de los asilados, especialmente de aquellos en condición de vulnerabilidad, ha sido una manera de compartir la carga entre países. No obstante, Estados Unidos, que solía tener una sólida tradición de aceptar refugiados, ha disminuido su admisión y ha aceptado menos de 21.100 sirios desde 2011. Esto es muy decepcionante. Si otras naciones asumen esta responsabilidad, se generará un mayor apoyo internacional, y se motivará a las autoridades turcas para que puedan afrontar mejor los desafíos que hemos mencionado, que representan alojar y proteger a la mayor población de refugiados en el mundo.  *Director de The Turkey Project en el Centro de Estudios de Estados Unidos y Europa, Brooking Institution.