Juan David Saldarriaga es un hombre de origen campesino nacido en la vereda El Barro que desde niño se dedicó a las labores del campo sin obtener mayores compensaciones. “Cogía café, deshierbaba, cortaba caña para los trapiches. Pero el trabajo es duro y vos no tenés garantías, seguro, ni prestaciones”, recuerda sobre sus experiencias laborales antes de que empezara a trabajar en la fábrica de Corona de Girardota, el 25 de mayo de 1988, una fecha que quedó grabada en su memoria porque a partir de entonces su vida daría un vuelco. Han pasado más de 30 años desde que fue admitido como operario en el área de pulido, y desde entonces no han cesado las gratificaciones. “Después de cumplir el periodo de prueba me pude casar. Además, conseguí vivienda, salud y educación para toda la familia”, dice, con el semblante lleno de agradecimiento por todo lo que le ha dado la empresa. Cuando los dos hijos de Juan David eran pequeños, por ejemplo, recibió apoyo de Corona para su educación: “Cada año nos daban una bonificación. Solo era matricularlos y la empresa se encargaba de todo”, dice. A los cuatro años de laborar con la compañía, entonces llamada Mancesa, también recibió un préstamo de 2 millones de pesos para construir su vivienda: “Me dieron además toda la dotación para pisos, enchapes y sanitarios”, recuerda Saldarriaga. Estos beneficios para los trabajadores forman parte de la filosofía corporativa de Corona desde su fundación hace más de 135 años, cuando se prometió potenciar a la gente. “Buscamos ser el mejor lugar para trabajar, desarrollar el talento y mejorar la calidad de vida de nuestros colaboradores”, dice su directora de sostenibilidad, Paula Cuéllar. Esta forma de pensar ha hecho que la multinacional colombiana, a la que muchos en el pueblo aún se refieren con añoranza como Mancesa, sea tenida en muy alta estima entre los girardotanos. Jorge Mario Cadavid, presidente de la Asociación de Juntas de Acción Comunal (Asocomunal), sostiene que desde el momento en que encendió su primer horno en Girardota en 1964, Corona, “por sus buenas condiciones laborales, es una empresa que está en el corazón de la gente del pueblo y en la que todos siempre han querido trabajar”. Ayudar a los vecinos El interés de la compañía también se extiende a las comunidades vecinas a la fábrica: junto con los líderes y autoridades locales, Corona identifica a las familias con menos recursos y les dona materiales para remodelación, con el fin de que puedan mejorar sus viviendas. Entre 2013 y 2018, la empresa ha entregado 962 metros cuadrados de pared y 316 de piso, además de 81 sanitarios y lavamanos, a familias del sector rural de Girardota compuestas por un total de 410 personas. Para 2019, adicionalmente, planea beneficiar a 36 familias de más de 12 barrios y veredas del municipio. Saldarriaga, quien fue líder comunitario de su vereda en 2015, pudo ayudar a que otras personas mejoraran su casa como lo había hecho él gracias al apoyo de Corona. Ese año gestionó 25 mejoramientos de vivienda. La iniciativa, según él, “cambia la vida de la gente porque muchos de ellos tenían piso de tierra y su calidad de vida no era la mejor. Ahora no tienen polvo o pantanos. Eso es bueno para su salud”. La compañía también lleva a cabo jornadas de voluntariado en las cuales los trabajadores invierten días laborales en el mejoramiento de la infraestructura de los colegios con mayores necesidades. “Esta iniciativa ha resultado muy eficaz porque genera mucho orgullo en los voluntarios. También porque, como Corona pone los materiales, los refrigerios y los voluntarios, la Alcaldía paga las obras de infraestructura. Eso hace que la gente cuide más las obras”, dice Cuéllar. Desde 2013, más de 1.700 niños de cinco colegios de Girardota y sus alrededores han podido disfrutar de los beneficios de estos trabajos. Dentro del compromiso fundacional de la compañía con el desarrollo sostenible se incluye el cuidado del medioambiente. Por eso, Corona fomenta la cultura ambiental en los trabajadores y ha sembrado casi 100 árboles en las cercanías de la quebrada La Sapera, donde se capta el agua para las operaciones de la empresa. También está reincorporando al proceso de producción alrededor del 65 por ciento del agua empleada y apadrinó a dos familias rurales del municipio para que reciban beneficios por cuidar del bosque. Saldarriaga, a quien apodan ‘Maturana’ por su parecido con el célebre técnico de fútbol, ha sido testigo de todas estas iniciativas y le gusta involucrarse en la relación de la empresa con la comunidad. En el área de pulido, donde empezó, ahora trabaja su hijo Jonathan. Cinco de sus primos también se cuentan entre los 990 colaboradores de la planta de Corona en Girardota. A él solo le faltan ahora cinco años para pensionarse, y cree que llorará cuando llegue el día de hacerlo. Su espíritu está lleno de agradecimiento hacia la compañía. Por eso, dice, “en estos años quiero darle todo a Corona, porque es como mi casa”.