Los banqueros son personas mayores de 50 años, con unas costumbres y valores muy diferentes a los de los jóvenes, su mercado objetivo. Hoy, pensar la banca va más allá del riesgo financiero, debe incorporar el riesgo de innovación, porque ante el problema del inmerecido desprestigio del sistema –por ser duro, frío y distante–, con la llegada de las FinTech como ‘oxigenadoras’ del proceso la batalla cambió.
Las nuevas generaciones piden servicios más ágiles, menos trámites, más beneficios y menos costos. No es claro si ven la banca como un mecanismo de inversión, de crédito o de simple intermediación, pero es casi evidente que no sueñan con ser banqueros cuando sean grandes.
Se puede comenzar entonces con un juego de lenguaje, con algo de humildad, como eliminar la palabra ‘plásticos’ al hablar de tarjetas, y reducir la fricción con la visión ambiental y sostenible de los jóvenes; de allí, pasar a una educación financiera real que no se centre en las matemáticas del sector sino que permita usar bien sus servicios y no generar ‘deudas’.
Es incluso entender que lo nuevo no se llama ‘banco’, porque la gente no debe sentarse a esperar. Esta adaptación no solo pide humildad ante el mayor conocimiento de la juventud, sino que exige que los mayores demuestren su experiencia y pericia en adaptarse veloz y elásticamente al nuevo juego. La respuesta es simple. No estudien qué quieren los jóvenes: póngalos a plantear las soluciones.
*Fundador y CEO de Raddar Consumer Knowledge Group.
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