Si Jesús Constante Rodríguez y William Díaz obtienen una nota superior a 80 puntos en su evaluación de desempeño, con dedicación y esfuerzo, tendrán la oportunidad de ser uno de los 140 tripulantes de los trenes de Drummond. Ellos son parte del grupo de 19 estudiantes que muy posiblemente llevarán con orgullo el título técnico de maquinista de locomotora, un programa de formación único en Colombia que la exportadora de carbón y el Sena crearon hace 14 años, y que hoy capacita a su séptima promoción. Jesús y William dicen que estudiar esta carrera fue una buena elección. El conocimiento adquirido les augura un futuro promisorio. Su curso se divide en dos etapas: una teórica y una práctica. Cada una dura seis meses. En la primera asisten a las aulas del Sena de Santa Marta y estudian materias relacionadas con cuatro módulos: motores diésel, sistemas de aire, electricidad y tracción. Y en la segunda se dirigen al puerto marítimo de Drummond en Ciénaga, Magdalena, para aplicar todo lo leído y escrito. La binacional ideó este programa que no existía en el país, y a la fecha ha graduado a más de 100 tripulantes de tren con un alto nivel de formación. Ellos podrían trabajar en cualquier otra línea férrea del mundo que implemente tecnología de punta, como el sistema de control de trenes Incremental Train Control System (ITCS, por su sigla en inglés) que sus maquinistas conocen a la perfección. Quien haya nacido en Cesar o Magdalena, ya tiene un pie dentro de la compañía. Drummond ha construido una relación cercana con las comunidades de las zonas de influencia de su operación. Por eso, los que hayan estudiado una carrera técnica afín a este negocio, como electricidad, motores diésel o sistemas de aire, podrán tener un espacio en esta industria. Por supuesto, deberán pasar los exámenes psicotécnicos y filtros de selección para ser uno de los 15 o 20 elegidos del centenar de postulantes a los cargos. Ahí no terminan los retos. Le puede interesar: El carbón de Colombia se transporta sobre trenes Rodrigo Mier es egresado de la sexta promoción, la más reciente. Antes era taxista, tiene formación técnica en motores diésel y ahora es ingeniero de vía férrea, o por lo menos así se les conoce a los maquinistas en otros países. Su proceso de admisión tardó seis meses. Estudió durante un año, entró a manejar los trenes en el puerto de Drummond como asistente de maquinista I. Después de 12 meses, ascendió a asistente II y ahora opera en la mina. Pasará al menos otro año de entrenamiento para que el samario escale a asistente III. En esa posición sería auxiliar del maquinista al mando, quien dirige el tren por vía nacional. Cuando entienda ese proceso, adquiera la experiencia con los viajes y apruebe los exámenes de Fenoco, Rodrigo podrá alcanzar el grado de maquinista. Una vez los egresados empiezan a laborar, el puerto es como el colegio, porque en sus 15 kilómetros de carrilera practican sus primeras maniobras y tienen más contacto con las locomotoras. La mina podría considerarse como la universidad. Allí, en 62 kilómetros de vía férrea, hacen movimientos más especializados, largos y de mayor precisión. “Es un proceso muy exigente. Dura cinco años, lo mismo que un pregrado. Pero hemos tenido muy buenos resultados. Los chicos han aprovechado esta oportunidad que les ha cambiado la vida a ellos y a sus familias”, cuenta Óscar Zuluaga, supervisor de entrenamiento de operaciones férreas. El curso se creó en 2004 por la necesidad de un relevo generacional. Los primeros maquinistas de Drummond eran los pensionados de la extinta Ferrocarriles Nacionales de Colombia. Los trajeron desde Antioquia y Cundinamarca. De hecho, el 15 de abril de 1995 el cundinamarqués Hugo García movilizó el primer tren de la multinacional. En esa época, ninguna universidad o centro educativo formaba tripulantes de tren. No había mercado. Donaciano de la Cruz es egresado de la primera promoción. Nació en San Ángel, Magdalena, y creció como campesino entre cinco hermanas. Como pudo estudió un bachillerato técnico, trabajó como electricista y luego aprendió soldadura. Su deseo era avanzar. Supo de la convocatoria de Drummond, hizo el papeleo pero el día de la entrevista no pudo asistir. Después quiso ir al lugar de la entrevista, pero se varó el carro que lo llevó. Cuando finalmente llegó, le dijeron que no había sido aceptado. Se sintió muy triste. “Pero anda, déjame ver tu hoja de vida. Me gusta... Espero no arrepentirme, toma, presenta los exámenes”, le dijo la persona de recursos humanos. Ahora, a sus 41 años es uno de los mejores maquinistas. Tiene 13 años de experiencia en la compañía y luchó por estar ahí; así como Diana Martínez y Yirley Ortiz, las primeras mujeres que han alcanzado el grado III de ayudantes de maquinista. En Drummond todos tienen una historia y trabajan en colectivo. “Somos un equipo”, se lee en las camisetas que los colaboradores portan con orgullo.