Cuando pensamos en las vacunas contra el COVID-19, la enfermedad provocada por el coronavirus SARS-CoV-2, la mayoría de nosotros nos imaginamos una aguja puntiaguda, y algunos incluso nos desmayamos. Pero, ¿y si vacunarse fuera tan fácil como inhalar un spray nasal? La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que cada año se administran más de 16.000 millones de inyecciones en todo el mundo. Esta cifra va a aumentar este año: la campaña mundial de vacunación contra el COVID podría requerir 5.600 millones más.
Los científicos trabajan actualmente en alternativas para satisfacer la elevada demanda, incluidas las vacunas nasales. Cuando una vacuna se administra por la nariz, el huésped produce una respuesta inmunitaria en la mucosa, en lugar de la infección.
Aprovechar la tecnología actual
En México, los científicos están trabajando en una vacuna nasal llamada Patria y esperan poder iniciar pronto los ensayos clínicos. Con su equipo de investigación, Peter Palese, presidente del Departamento de Microbiología de la Escuela de Medicina Ichan, del Hospital Mount Sinai de Estados Unidos, desarrolló el ingrediente clave que se utiliza en la vacuna nasal.
En su intervención en el programa de televisión de DW “Especial Coronavirus”, Palese dijo que una de las principales ventajas de la vacuna nasal es que puede almacenarse en un frigorífico común a entre 2 y 4 grados centígrados, en lugar de las temperaturas ultrabajas que requieren las vacunas de Pfizer y Moderna. Como la vacuna se cultiva en huevos de gallina —la misma tecnología utilizada para muchas vacunas contra la gripe en todo el mundo—, el coste de desarrollo también es más barato. “Es mucho, mucho más barato producir esta vacunan en comparación con las vacunas de ARN mensajero de Pfizer y Moderna”, dijo Palese a DW.
Actualmente se están facilitando los ensayos de fase uno y dos en paralelo, debido a la urgencia de la pandemia. En los ensayos, participan personas de cinco países y se espera que los datos iniciales lleguen en julio. “Funciona maravillosamente en animales, tenemos estudios fantásticos y convincentes en hámsters y ratones, pero obviamente los ratones y los hámsters no son humanos”, adelantó Palese.
Una vacuna más eficaz
Los científicos de la Universidad de Washington, en San Luis, Missouri, también están trabajando en una vacuna nasal contra el COVID. Un equipo de investigación, dirigido por el inmunólogo viral Michael Diamond y el oncólogo David Curial, descubrió que los ratones que recibieron una única dosis de la vacuna por la nariz estaban totalmente protegidos del SARS-CoV-2. Sin embargo, los ratones que recibieron la misma vacuna por inyección solo estaban parcialmente protegidos.
Para fabricar la vacuna, los investigadores insertaron la proteína de la espiga del SARS-CoV-2 dentro de un adenovirus que causa el resfriado común. Pero alteraron el adenovirus para que no pudiera causar la enfermedad. Esto permite que el organismo desarrolle una defensa inmunitaria contra esta proteína de la espiga. “También es importante que una sola dosis haya producido una respuesta inmunitaria tan robusta”, dijo Curial en un comunicado de prensa. “Las vacunas que requieren dos dosis para una protección completa son menos eficaces porque algunas personas, por diversas razones, nunca reciben la segunda dosis”, añadió.
Dado que la vacuna no contiene ningún virus vivo, también sería una buena opción para las personas cuyo sistema inmunitario está comprometido por enfermedades como el cáncer, el VIH y la diabetes, prometen los científicos.
No es una idea nueva
La idea puede parecer novedosa, pero las vacunas sin aguja existen desde hace décadas. La primera que tuvo una gran repercusión fue la vacuna oral contra la poliomielitis, que todavía se utiliza en países de bajos ingresos. La vacuna contiene una versión debilitada del poliovirus y actúa infectando el tracto gastrointestinal y provocando una respuesta inmunitaria en el huésped.
También existen vacunas orales contra la fiebre tifoidea, el cólera y el rotavirus, así como una vacuna nasal contra la gripe. Estas también contienen formas debilitadas del patógeno que causa la enfermedad.