Vivo en una ciudad donde no es fácil “divagar”. Me escapé del oficio más temprano, en un intento peripatético para definir esta columna. Fui a buscar el espectáculo de luces y colores que nos da Bogotá al atardecer, cuando están despejados los cerros orientales, a ver si me iluminaba. Tres temas aparecieron por el camino, que parecen inconexos, pero no: reflejan nuestras clásicas salidas en falso y, por tanto, nuestra cuestionable inteligencia. El primero: el llanto y la impotencia de Germán Darío Gómez, todo vestido de azul y de bandera de Colombia, a la vera del camino, muy solo a pesar de tanta gente que pasa a su lado. Pero nadie ayuda. Y su soporte, tampoco aparece. Al verlo así, con la mirada desesperada por encontrar un apoyo que no llega, tratando de atajar con dignidad y madurez un triunfo que se va.  En pleno Mundial de Ciclismo, estando en el lote puntero, una falla mecánica y una tremenda incapacidad de perspectiva de la Federación de Ciclismo convierten a Gómez, caminando con su bicicleta en la mano y sin rendirse, en la imagen de millones de colombianos que en distintos puntos de la vía esperan y esperan a que llegue un apoyo estatal o de entidades mixtas, pero se queda enredado en otra parte. Los argumentos de la Federación son mezquinos, en la onda de que la vida es así. Una salida en falso argumentar que era mejor enviar solo dos deportistas teniendo cupo para cuatro, ahorrar en carro y técnicos, con esa mentalidad de apenitas para un deporte que nos dice cada año y en diferentes escenarios que allí tenemos futuro y que los jóvenes –mujeres y hombres- compiten con determinación y, ellos sí, con inteligencia. Basta oír a Gómez después de perder 16 minutos y caer muchos puestos en la clasificación. El segundo: mientras Gómez arrastra su bicicleta, en Bogotá cientos de estudiantes universitarios de su misma generación corren.  A ellos sí les llega el Estado con toda su fuerza, con el “esmart” y sin mayor inteligencia. Es más fácil sacar la ballena y los gases lacrimógenos. Repetir esa materia que nunca logramos pasar, incapaces de graduarnos de civilidad en la protesta.   Del otro lado del tablero, pocas acciones colectivas para aislar a los vándalos; se repite la misma danza de excesos y violencia, el manual de vidrios rotos, buses vandalizados y papas que agreden a los ciudadanos impotentes. Algo tienen que decirnos las imágenes no de la Pedagógica, que nos las sabemos, ni las de la Distrital, que se repiten, sino la de los jóvenes del colegio distrital Policarpa Salavarrieta (la realidad y sus metáforas), atrapados en medio del exceso de la fuerza pública, que decide lanzar gases a la universidad vecina, a pesar de saber que en medio hay menores. Ahí, sobre la calle, sin que llegue ayuda a tiempo, una rectora desesperada pide ayuda, trata de sortear la situación, como nuestro ciclista. Y quedan preguntas por responder: ¿la crisis de las universidades está siendo atendida de verdad? La crisis en la educación superior queda opacada con el humo de la pelotera. Pero ahí está, detrás. En vez de limitarla, la protesta hay que fortalecerla y practicarla hasta que a todos nos salga bien. Para que viva y nadie muera. El tercero: la foto famosa del informe que llevó el presidente Duque a las Naciones Unidas. La salida en falso no es del presidente. Él simplemente sirvió de mensajero e hizo evidente –e hizo el oso- ante el mundo entero, que hay un problema de inteligencia en las fuerzas militares y reafirma la duda sobre la ligereza a la hora de armar informes, de leer el entorno e interpretar la realidad. El documento nos informa de cómo las autoridades confunden la “ilustración” con la verdad. Los partidarios del gobierno alegan, de forma infantil, que el debate en torno al muy cuestionado origen de la foto de guerrilleros del ELN con niños de una escuela, desvía la atención de lo importante del informe: las denuncias contra el régimen de Maduro. No logran entender que son dos temas para-lelos: uno, el del vecino dictador, y el otro, absolutamente fundamental para nuestro país: la crisis del modelo de seguridad nacional, de la inteligencia. Apoyarse en fundaciones terceras e interesadas que utilizan imágenes de los medios acomodándolas, ¿es la forma de hacer inteligencia profesional? ¿Eso es serio en un país con tantos problemas, donde la violencia contra líderes y candidatos nunca terminan en nada, solo en más muertes que confirman una tendencia que no se detiene? Tal vez el ministro de Defensa debería meterle más cacumen a este tema y dar menos declaraciones sobre la necesidad de limitar la protesta ciudadana. Y el presidente, pasarlo al tablero.