Por esas paradojas, que nadie consigue explicar, la afición que existe en el país por la danza no se compadece con lo que ocurre en la realidad.

Con más frecuencia de la tolerable, se anuncian espectáculos que ofrecen al público las primeras figuras de talla mundial, cosa que ya en escena no ocurre. Bailar, lo que se dice bailar, sí bailan, pero casi sin excepción no son verdaderas estrellas. En todos los países de la antigua Unión Soviética, la práctica de la danza académica, y la moderna, forma parte del diario vivir. En tiempo de los zares, la práctica del ballet fue casi obligatoria para los militares, que participaban en los monumentales espectáculos del Mariinsky de San Petersburgo, el Bolshói de Moscú y los centenares de teatros del imperio; de hecho, el traje de los bailarines era de corte militar. Hasta la misma Catalina la Grande se declaró protectora personal, madre de los bailarines. La compañía imperial se nutría fundamentalmente de artistas italianos y franceses. Los rusos, quién lo creyera, tuvieron que vivir una auténtica odisea para ser reconocidos en su propio país. Primero italianizaron, o afrancesaron, sus nombres hasta que, finalmente, lograron ser reconocidos.

De las grandes estrellas, no muchas han pisado los escenarios colombianos. El argentino Julio Bocca fue una excepción y la cubana Alicia Alonso, también, porque Alexander Godunov decepcionó.

De los nacionales, de talla mundial, solo Yanis Pikieris, ganador de la medalla de oro del concurso mundial de Moscú en 1981, primer no soviético en alzarse con el prestigioso galardón, y Ricardo Bustamante, que llegó a ser primer bailarín del American Ballet Theatre, de Nueva York.

Aquí no bailaron Nijinsky, Nureyev ni Baryshnikov. Tampoco, la Makarova, la Plisetskaya, la Bussell, la Guillem o la Fonteyn. Por eso, el público tiene que apañarse con esas “estrellas” que casi todos los años anuncian, con bombos y platillos, las carteleras de los teatros.

A pesar de todo, en el país pululan las academias de ballet y danza, aunque las oportunidades de hacer de la danza una profesión son prácticamente inexistentes. Las que lo han conseguido se cuentan en los dedos de la mano: el Colegio del Cuerpo en Cartagena de danza moderna que dirige Álvaro Restrepo e Incolballet de Cali, la compañía y escuela de danza académica, fundada por Gloria Castro. Restrepo y Castro son verdaderos quijotes.

La caleña Alicia Cajiao, fundadora de la Compañía Colombiana de Danza en Bogotá, viene de las entrañas de Incolballet. El 6 de noviembre de 1986 participó en el estreno de Barrio Ballet, una audacia de Incolballet que se permitió mezclar la danza clásica con la salsa. Lo que en un principio fue visto con algo de escepticismo y hasta con ribetes de escándalo se convirtió en el más grande suceso balletístico de la historia de la danza en Colombia.

Luego del éxito en Cali, Barrio Ballet conquistó Bogotá; después, una a una, las principales del país y, finalmente, los Estados Unidos y Europa. “Con un éxito increíble hicimos más de 1.000 funciones”, recuerda Cajiao.

Gala de estrellas

Ya en el pasado, en su condición de directora de su propia academia, Alicia Cajio se le ha medido a la realización de espectáculos con bailarines internacionales.

Ahora ha resuelto jugarse el todo por el todo y presentar, la noche del próximo 9 de agosto, en el Teatro Colsubsidio, una gala de estrellas internacionales que, sin exageración, no tiene antecedentes.

Su convocatoria tiene de interesante que propone un recorrido que va desde lo que podría llamarse la cumbre del repertorio clásico y romántico, pasando por el neoclásico, hasta coreografías contemporáneas.

El programa en sí no puede ser más ambicioso. Reúne en la misma noche los más exigentes pas de deux de la segunda mitad del siglo XIX, Corsario, Diana y Acteón, Don Quijote y El lago de los cisnes, coreografías de Marius Petipa y Agripina Vaganova; cumbres coreográficas de la era soviética, como el famoso pas de deux de Espartaco de Khachaturian con coreografía de Yuri Grigorovich, hasta llegar a los clásicos del siglo XX, Thaïs de Roland Petit, Lacrymosa de Edward Stierle, Undefined de Bob Wilson, entre otros.

Una de las grandes bailarinas del momento, Iana Salenko. La ucraniana mostrará su versatilidad en el clásico Le corsaire de Petipa y Thaïs de Roland Petit, siglo XX. | Foto: CARLOS QUEZADA

Encabeza el elenco la ucraniana Iana Salenko, en este momento primera bailarina del Ballet de Berlín, el cubano Yonah Acosta, sobrino de Carlos Acosta, bailarín “heroico” que viene de cosechar un éxito clamoroso en el Covent Garden, Andrea de León, Marian Walter, Rosario Guerra y un largo etcétera.

La larga trayectoria como bailarina, como académica, coreógrafa, investigadora y gestora de la danza es la garantía que permite afirmar que el 9 de agosto realmente amerita ser calificada de “gala de estrellas”.

Pero no terminan ahí las cosas, porque algunos de los bailarines compartirán sus experiencias en el Museo Nacional impartiendo talleres de danza a los talentos nacionales.

Porque, al fin y al cabo, no basta con presentar un espectáculo de primer orden, sino que quede algo en el país, más allá del sabor de una noche que promete ser inolvidable.

Algunos de los bailarines compartirán sus experiencias en el Museo Nacional impartiendo talleres de danza a los talentos nacionales

Las figuras y las piezas que presentarán

Marian Walter, lírico y virtuoso. Baila con Salenko Le corsaire y Thaïs, dos pruebas de fuego.
Rosario Guerra, una revelación. Con él, el programa depara dos pas seul: Infant spirit de Goecke y Undefined de Robinson. | Foto: photodavidraccanello
Por definición, un danseur noble, pero intérprete versátil: Carmen y End of times en el programa de la gala. | Foto: Tyrone Singleton
Yonah Acosta, cubano, uno de los bailarines heroicos más brillantes del mundo, lo cual demostrará en Espartaco.
Para Yaiqio Shang, la Carmen de Carlos Acosta y End of times de Ben Stevenson, repertorio moderno.
Una de las grandes bailarinas del momento, Iana Salenko. La ucraniana mostrará su versatilidad en el clásico Le corsaire de Petipa y Thaïs de Roland Petit, siglo XX. | Foto: CARLOS QUEZADA
Ana Sophia Scheller bailará dos clásicos rusos de Petipa: el virtuosismo del pas de deux de Don Quijote y el lirismo de El lago de los cisnes. | Foto: 2017 Vikki Sloviter