El maestro Fernando Botero falleció este viernes 15 de septiembre en su casa en Mónaco, en donde residía con su hija Lina Botero y su nieto, y donde vivió sus últimos años y sus últimos momentos, tras pasar 5 días sufriendo por una pulmonía que le costó la vida misma.
El hecho conmociona al mundo entero, pues Botero se posicionó como el más grande pintor y escultor de la historia, de los nacidos en Colombia; sus obras se exhibieron en países que hablaban todas las lenguas, como España, Israel, Argentina, Alemania, Chile, Emiratos Árabes Unidos, México, Panamá, Rusia o París, entre muchos otros.
De hecho, el artista colombiano, de 91 años, muere apenas 4 meses después del fallecimiento de su última esposa, Sophia Vari, quien también fue artista y de quien -afirmó en entrevista con Darío Arizmendi en Caracol Radio, hace algunos años-, vivió enamorado los últimos 40 años de su vida.
Asimismo, se hizo viral un video que circula en las redes sociales, en donde se puede ver la sorpresa de un grupo de turistas que visitaba y observaba las obras del artista en pleno Museo. Aún se desconoce el origen del video, pues no se sabe en qué parte del mundo se encuentra el museo.
Sin embargo, estas personas no pueden ocultar su asombro y preguntan varias veces -con ánimo de entender y confirmar- su deceso. Por lo cual, se les ve con absoluto impacto de recibir una noticia tan impresionante, coincidencialmente en un museo donde están exhibidas sus obras.
Vale decir que el maestro Botero, en entrevista con el medio citado, aseguró que él nunca había trabajado porque amaba lo que hacía y lo disfrutaba, lo que significaba que no era para él algo tedioso.
Asimismo, contó que cuando era más joven, le dedicaba al menos 7 u 8 horas a trabajar en sus obras, pero con el paso de los años, ya no se hizo tan fácil que pasara tanto tiempo de pie, frente al lienzo, así que debía hacer algunas pausas.
Otro dato curioso de su trabajo era que le gustaba trabajar al nivel de sus ojos, ni empinarse, ni agacharse para pintar las partes altas o bajas de sus obras, por lo que se cree que pudo haber utilizado una especie de ascensor para ello.
Botero, en entrevista con dicho medio radial, manifestó que siempre quería permanecer vivo en el recuerdo (aunque fuese en la memoria de las personas); además, contó que no le molestaba que tocaran sus esculturas (las que estaban exhibidas en espacios exteriores), y confesó que lo que le molestaba era que las pisaran o se subieran sobre ellas.
De igual manera, el reconocido artista en aquella ocasión (desde Mónaco, donde pasó sus últimos años de vida) habló también de sus obras y dijo que él pintaba una Colombia en paz, todo el tiempo.
En cuanto a las esculturas, hubo una que marcó para siempre la historia del artista, pues con 2,48 metros de altura, 1,76 m de ancho y 1,07 m de profundidad, sumado a 1.250 kilos, el 15 de septiembre de 1986, justamente hace 37 años, el maestro le entregó a Medellín un referente geográfico imperdible, ubicada en el centro de la ciudad y denominada Torso de mujer.