Si un fallo del Consejo de Estado, que en 2014 ordenó la descontaminación del río Bogotá, dio la orden al Concejo de la ciudad para declarar un día en conmemoración del principal afluente de la capital, hace mucho tiempo que la Secretaría de Cultura, o el propio Ministerio, han podido proponer que en Bogotá todos los 8 de febrero sean el ‘Día de la Santamaría’, en honor a una de las más icónicas edificaciones del centro de la llamada Atenas suramericana.

Construida desde 1928, e inaugurada el 8 de febrero de 1931 ante la presencia del presidente Enrique Olaya Herrera, se ha convertido en la principal imagen de la ciudad, pues su fotografía panorámica, flanqueada por las Torres del Parque de Rogelio Salmona, la cúpula del planetario, y unos metros abajo, la torre Colpatria (lo más cercano a un rascacielos que hay en el país), es la que primero aparece en el principal buscador de internet del mundo, con solo googlear las seis letras de la palabra Bogotá.

Precisamente, la mayoría de la generación que nació con Google y las redes sociales desconoce que su nombre se debe a Ignacio Sanz de Santamaría, quien invirtió gran parte de su capital para regalarle a la ciudad una plaza de la talla de la cantidad de demanda que entonces existía para el único espectáculo que tenían los bogotanos, pues el fútbol y El Campín vendría una década después.

Primero, 700.000 pesos oro para comprar los terrenos, unos chircales en el ‘Alto de San Diego’, propiedad de los Bonett, según documentos. Y posteriormente la fabulosa suma de 400.000 dólares en la construcción de la primera obra que se levantaba en el país en cemento armado y estructura de hierro, importado desde Canadá a la firma United Steel.

La plaza de toros de Santamaría fue inaugurada el 8 de febrero de 1931.

Años antes, en 1923, Ignacio Sanz de Santamaría había importado de España siete sementales del Conde de Santacoloma y el Duque de Veragua, con los que fundó Mondoñedo, la primera ganadería de toros bravos de Colombia. Así empezó a surtir de materia prima los festejos con toreros profesionales, que desde 1890 se daban en las 18 plazas que se levantaron en madera antes de la Santamaría.

La fachada de la plaza, que hoy la hace mundialmente reconocida, fue producto de la casualidad. Los planos habían sido ofrecidos para una plaza en Lima, pero en la capital peruana fueron desestimados. Estaban condenados al cuarto de san alejo cuando Sanz de Santamaría los halló en España, y se los encomendó a los ingenieros Adonaí Martínez y Eduardo Lascano. Aunque la plaza fue inaugurada en 1931, sólo hasta 1945 estrenó su fachada.

Monumento nacional

La plaza de toros de Santamaría es el único edificio neomudéjar de la ciudad, estilo arquitectónico que se caracteriza por la utilización del ladrillo como elemento principal, adornado de detalles islámicos, como lazos, rombos o arcos de herradura. Fue declarada Monumento Nacional desde el 26 de septiembre de 1984, cuando el presidente Belisario Betancur y la ministra de Educación, Doris Éder de Sambrano, firmaron el Decreto 2390 que dio esa condición a quince de los edificios emblemáticos de Bogotá.

La lista, según el texto del decreto, estaba integrada por el edificio de la Gobernación (ubicado en la calle 13 N° 7-50), el palacio Liévano (sede de la Alcaldía, en la plaza de Bolívar, costado occidental), el palacio Echeverry (carrera 8ª N° 8-37), el hospital San José (calle 10 N° 18-75), el edificio Pedro A. López (Avenida Jiménez N° 7-91), la estación de la Sabana (calle 13 N° 18-24), edificio de la Policía (calle 9ª N° 9-19), el cementerio Central (carrera 20 N° 24-86), la iglesia de San Antonio (Avenida Caracas N° 8-03 sur), el edificio Gun Club (Calle 16 N° 7-16), el edificio Jockey Club (Carrera 6ª N° 16-18), la Escuela de Medicina (calle 9ª y 10ª carrera 14 y 15), el edificio Samper Brush (Avenida Jiménez N° 10-58) y la plaza de toros de Santamaría (identificada en el catastro distrital con la nomenclatura calle 26 N° 6-29).

El consejo de Monumentos Nacionales, mediante la Resolución N° 0003 del 12 de marzo de 1981, había propuesto a estos inmuebles para ser considerados objeto de conservación, debido a que su construcción era “parte importante del contexto urbano y mantienen las calidades tanto arquitectónicas como urbanas”. Tras cumplir los requisitos que establecía la Ley 163 de 1959, la llamada catedral del toreo colombiano alcanzó la categoría de Monumento de la Nación.

Termómetro político

Además de su arquitectura, la Santamaría es uno de las edificaciones con mayor historia en el país. Desde que los modestos toreros Manolo Martínez, Ángel Navas ‘Gallito de Zafra’ y Mariano Rodríguez la inauguraron con toros de Mondoñedo, se convirtió en la plaza más importante de Sur América, pues en su ruedo han desfilado los toreros más importantes del mundo, como los célebres Manolete, Luis Miguel Dominguín, El Cordobés, Palomo Linares, Paquirri, Enrique Ponce, o El Juli, y obviamente figuras colombianas como Joselillo de Colombia, Pepe Cáceres, César Rincón, Ramsés o Luis Bolívar.

Más allá de lo que sucedía en el ruedo, los tendidos de la plaza de toros de Santamaría fueron testigos del acontecer político del país, pues hasta la década de los 90, era foro de comparecencia, casi que obligatoria, de los presidentes de turno, por lo que el llamado circo de toros también se convirtió en el principal termómetro de los gobernantes. “Quienes lo hacían bien eran aplaudidos; los que no, se llevaban su silbatina”, recordó a SEMANA el ex vicepresidente Francisco Santos, hijo de quien fuera director de El Tiempo Hernando Santos Castillo, “el taurófilo más importante que ha tenido el país”, como lo recordó el expresidente César Gaviria.

La Corte Constitucional ordenó el regreso de los toros a Bogotá. Foto: Rodrigo Urrego

Precisamente Gaviria, en 1994, fue el último mandatario en ejercicio que se asomó por los tendidos de la Santamaría para someterse al escrutinio popular. El primero fue Enrique Olaya Herrera a quien le correspondió presidir la tarde inaugural. Desde entonces, todos desfilaron sin excepción, aficionados o no a la fiesta de los toros.

El caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, en septiembre de 1945, lideró en la arena la convención popular con la que presentó su candidatura presidencial, y tres años después, el 7 de febrero de 1948, fue el punto de partida de la histórica ‘Marcha del Silencio’, con la que movilizó a cerca de 100.000 personas hasta la plaza de Bolívar para exigir al gobierno del conservador Mariano Ospina Pérez el respeto a la vida y denunciar la creciente violencia contra liberales.

Casualmente, la Santamaría, a la que muchas veces fue Gaitán a ver corridas de toros, incluso sentado a dos filas del ultraconservador Laureano Gómez, su mayor antagonista, se mantuvo incólume después de su asesinato, el 9 de abril de 1948, luego del estallido popular que terminó con un enorme saldo de víctimas y la destrucción del centro de la ciudad, en el llamado ‘Bogotazo’. La fachada neomudéjar fue la única del centro que no sufrió ni un rasguño.

De todos los presidentes, el más asiduo fue Belisario Betancur, quien ostenta el récord mundial de faenas brindadas, pues en la temporada taurina de 1984, le fueron brindados quince toros por parte de los toreros. Solo superado por los reyes de España, pues en la corrida de Beneficencia, que año tras año se celebra en Las Ventas de Madrid, el protocolo obliga a los toreros a cumplimentarlos con el ‘lanzamiento de montera’.

El libro de la historia

El dato de los brindis al presidente Betancur lo recoge el libro ‘La Santamaría, 90 años de Primera’ (Editorial Gente Nueva), la mayor obra literaria que se ha hecho sobre la primera plaza de toros del país, y que en sus páginas hace un minucioso relato de las principales historias que han tenido lugar en los tendidos y en el ruedo de la plaza, ilustrado con fotografías inéditas del archivo fotográfico de Manuel H -personaje emblemático de la historia de la plaza-, y de dos de los autores, Diego Caballero y Rodrigo Urrego.

Carátula del libro 'La Santamaría, 90 años de Primera'. | Foto: Rodrigo Urrego/SEMANA

El trabajo fue producto de una exhaustiva investigación hemerográfica de más de dos años, en la que se rescataron miles de artículos y crónicas de los más reconocidos periodistas y cronistas del país, desde los pioneros Piquero, Ro-zeta, Guillermo Cano y Hernando Santos, hasta los reconocidos periodistas y escritores como Germán Castro Caycedo, Antonio Caballero, Alfredo Molano, Luis Noé Ochoa y Víctor Diusabá -coautor del libro-, los mayores exponentes de la crónica taurina en el país, género que ha sido clasificado dentro del periodismo literario. “Como no hubo toros en pandemia, aprovechamos para revivir las tardes de toros en la Santamaría desde su inauguración en los archivos de los principales diarios, y los hallazgos encontrados merecían ser rescatados para la historia”, dijo a SEMANA Diego Caballero, quien lideró la investigación.

Una de las páginas del libro de los 90 años de la plaza de toros de Bogotá. | Foto: Rodrigo Urrego/SEMANA

Los autores también entrevistaron a decenas de protagonistas de la historia de la plaza: toreros, empresarios, ganaderos, políticos y aficionados que revelaron detalles inéditos con los que se enriquecieron el relato. De hecho, el prólogo del libro lleva la firma de César Rincón, el torero más importante de Colombia, y el que más veces ha salido por la puerta grande de la Santamaría en toda su historia.

Manolete firmó uno de los capítulos más importantes de la historia de la Plaza de Toros de Bogotá. | Foto: Rodrigo Urrego/SEMANA

El ruedo de la Santamaría no solo ha sido escenario de corridas y novilladas, sino que otros espectáculos de talla mundial han tenido a su ruedo como escenario. Recordados conciertos como los de Charly García y Soda Stéreo a finales de los 80, y decenas de obras del Festival Iberoamericano de Teatro.

La historia de César Rincón es la del torero más triunfador en la historia de la plaza de toros de Santamaría. | Foto: Rodrigo Urrego/SEMANA

También fue ring para la lucha libre y el boxeo, el más célebre combate pugilístico en la historia de la plaza fue en 1977, cuando el que es considerado el más grande deportista de todos los tiempos, Muhammad Ali, vino a Colombia para salvar de la quiebra al Hospital Franklin Delano Roosevelt, en una pelea benéfica a cinco asaltos contra el colombiano Bernardo Mercado. La plaza se llenó hasta las banderas, por casi 15.000 personas.

Aniversario, sin fiesta

La plaza de toros de Santamaría cumple este martes su aniversario 91 con sus puertas cerradas. El 1 de marzo de 2020 fue la última corrida que se ha celebrado en su ruedo, y también el último espectáculo con asistencia de público del cual se tiene noticia.

Aunque la pandemia de la covid-19 fue la que obligó a poner el cerrojo, la actual administración de la alcaldesa Claudia López decidió esconder la llave. Como lo ordena la ley, sacó la plaza a licitación para la realización de la temporada taurina, pero en el pliego de condiciones, además de elevar los impuestos a los empresarios que quisieran participar, impuso como condición que no fueran utilizadas puyas, banderillas y estoques en las corridas que se fueran a celebrar.

La licitación se declaró desierta, pues ningún empresario decidió participar del concurso, por la sencilla razón de que la Alcaldía estaba obligando a que las corridas fueran incruentas, las cuales no están contempladas por la Ley 916 de 2004, la cual reglamenta la actividad taurina en el país.

La Santamaría, aún con sus puertas cerradas, sigue siendo lugar de peregrinación diaria de turistas de todo el mundo que visitan la capital, pues la fotografía con el único edificio neomudéjar de la ciudad a la espalda es una de las postales obligadas para llevarse como recuerdo.

El Distrito y también algunos de los empresarios que la han administrado, han desaprovechado la oportunidad de explotarla como sitio de interés turístico, como son las principales plazas de toros del mundo, pues nunca se han ofrecido visitas guiadas, y hasta el museo taurino, inaugurado en 1969 en la alcaldía de Virgilio Barco Vargas, y legado de Carlos Pinzón, el mismo creador de la Teletón, ya completa dos décadas clausurado, y sus objetos están arrumados en una bodega del Instituto Distrital de Recreación y Deporte, desde cuando la administración de Gustavo Petro decidió prohibir de forma ilegal las corridas de toros en la ciudad.

Más allá de la polémica que genera la fiesta brava en los tiempos modernos, el 8 de febrero bien podría ser declarado como el Día de la Santamaría, la plaza que se ha convertido en la imagen más representativa del centro de Bogotá en los tiempos de Google.