Javier MaríasEspaña1994Otra vez, como en Corazón tan blanco, una primera escena formidable enreda las cosas y las deja en cabos sueltos que van a seguir sueltos al final porque no aspiran a resolverse definitivamente, como enseñó Juan Benet, sino apenas a servir de pretexto para indagar en lo velado y lo oculto, lo callado y lo embustero, lo mal sabido y lo apenas adivinado: "Eran esas tres cosas lo que me quedaba de mi mortal visita: el olor, el sostén, la cinta, y en la cinta voces". Y otra vez en el origen de todo hay una muerte y un sujeto perplejo y reflexivo, indeciso y calculador, que ha de despertar los enlaces ocultos de las cosas, las posibles explicaciones en torno a los seres. En manos de Javier Marías esos resortes sirven eficazmente para armar una de esas novelas suyas empujadas a base de conjeturas y especulación, propensión fabuladora de los personajes (y el narrador de esos personajes) y conciencia de lo esquivo de todo, de lo precario de todo saber, pese a las apariencias. Sin llegar a la honda tensión de sus dos últimos títulos, primeras entregas de la novela en marcha que viene publicando bajo el título de Tu rostro mañana, esta es una pieza importante del macroproyecto novelesco de Marías en torno al saber que no alcanza lo que quiere y no llora, ni se queja: "Nunca se sale de la sombra del todo, los otros nunca se acaban y siempre hay alguien para quien se encierra un misterio". Jordi Gracia Escritor y crítico literario español