Julia navarro se cansó de que la historia la escribieran los hombres, siempre con ellos como protagonistas. Por eso, en plena pandemia, por los días en que millones en el mundo se confinaron en sus casas, temerosos del contagio de una enfermedad desconocida, la escritora española se dedicó a bucear en sus recuerdos y sus pasiones, y comenzó a construir una lista a la que poco a poco le fue dando forma: las mujeres que admiraba y que merecían un justo lugar en la historia.
De esa búsqueda nació Una historia compartida (Plaza & Janés), un libro que exalta a esas mujeres que con toda seguridad no se enseñan en los libros escolares, pero cuyos aportes han sido trascendentales en distintos campos. Invitada al reciente Hay Festival, Navarro conversó con esta revista.
SEMANA: Este es uno de sus libros más personales. ¿Cómo fue el proceso de elegir a las mujeres que más han marcado su vida?
Julia Navarro: Este es un libro que me ha costado mucho. Creo que me he pasado toda la vida escribiéndolo. Ha sido un viaje a través de mis lecturas, de mis viajes y del encuentro que he tenido con distintas mujeres de la literatura, la mitología, la política, la ciencia. Fueron mujeres que elegí de modo aleatorio, espontáneo. Lo escribí en pandemia, cuando vivíamos esos meses de miedo en los que no sabíamos bien qué era el covid; solo que estaba dejando un reguero de muerte por todo el mundo. Me sentía muy afectada, mirando la vida a través de la ventana, porque cuando luchas contra lo desconocido te sientes todavía mucho más pequeño. La forma de escapar de ese miedo fue refugiándome en mis libros.
SEMANA: ¿Por qué un libro para exaltar a las mujeres?
J.N.: Porque siempre me había producido cierta irritación ver cómo nos contaban a las mujeres en los libros; la historia siempre ha sido narrada por hombres y desde una visión muy masculina, con un mundo hecho a su medida. Y el papel de las mujeres nos lo han contado de una manera con la que he discrepado. Cuando, por ejemplo, nos hablan de Penélope en la Odisea, nos la presentan como una señora que lo único que hacía era tejer y destejer. Pero, en realidad, la historia de Penélope es la de un rey que deja su reino en manos de su mujer. Y eso es muy significativo, porque cuando te vas a una guerra no sabes si vas a volver ni cuándo y no dejarías tu reino en manos de alguien que no tuviera la inteligencia ni la astucia ni las cualidades de un gobernante. Y yo creo que Penélope tenía esas cualidades. Algo parecido pensé con la historia de Medea, que no se puede contar sin Jasón, porque todos los crímenes de ella están encaminados a favorecer a Jasón. Pero la historia narrada por hombres solo nos cuenta que era una bruja malvada y él un héroe impoluto. En realidad, él nunca le dijo: deja de asesinar para favorecerme, sino que es un cómplice que acepta con agrado todos esos crímenes, incluidos los de sus propios hijos, para tener lo que él ansía, que es el poder. Entonces mi molestia es la manera como se ha interpretado el papel de las mujeres en la historia.
SEMANA: En este libro no cae en el error, que pasa mucho, de poner los hombres y las mujeres en orillas distintas de la historia.
J.N.: Pasa mucho y eso es una estupidez. Soy feminista porque soy demócrata y solo creo en una sociedad en la que todos podemos ser iguales en derechos y oportunidades. A partir del siglo XX, las mujeres comienzan a abrirse paso en la sociedad y a tener una habitación propia, como decía Virginia Woolf, pero antes y ahora la historia la hemos escrito por igual hombres y mujeres. Pensemos que no se puede entender la vida de un hombre sin mujeres, porque él ha tenido madre, hermanas, pareja, amante. Y en el caso de las mujeres, igual. No se puede entender su vida sin los hombres que han formado parte de ella. No nos podemos explicar los unos sin los otros. Por eso el libro se llama Una historia compartida.
SEMANA: Pero no es menos cierto que la presencia de las mujeres en la vida de los hombres se ha romantizado mucho...
J.N.: Sí, nos han reducido a un papel absolutamente sentimental. Este libro tiene la intención de poner en valor el papel de las mujeres en la historia, que no se puede contar sin nosotras.
SEMANA: Usted se forma en un hogar atípico, donde hombres y mujeres se educan como iguales. ¿Eso cómo la marcó?
J.N.: Hoy, los hombres sienten miedo de las mujeres con poder, y eso lo aprendí mucho después. Pero tuve la suerte de crecer en un ambiente en el que había libros y se leía. Mi abuela todos los días, cuando yo volvía del colegio, me obligaba a sentarme a su lado a leer, desde libros de literatura infantil hasta clásicos. Yo leía en voz alta mientras ella cosía. Confieso que no era algo que me entusiasmara, porque lo que yo deseaba era jugar. Crecí en la casa de mis abuelos, en el centro de Madrid. Y aquello que comenzó siendo una obligación se convirtió en una pasión. Me di cuenta de que cada vez que leía una historia me transportaba a otros mundos.
SEMANA: Era una abuela adelantada a su tiempo...
J.N.: Era una mujer muy moderna. Y mi abuelo era también un hombre que nunca nos negó la posibilidad de leer un libro y que nos permitía conversar con él sobre lo que pensábamos de esas lecturas. En el ambiente en el que crecí con mis tíos y otras figuras masculinas me enseñaron que como mujer no tenía un techo. Me hicieron creer en mí misma. Serás lo que tú quieras y nunca tienes que depender de un hombre, me dijeron. Para ser libre, debes ser independiente. Crecí con esa enseñanza y esa obsesión: estudiar para poder ser libre económicamente y no depender de nadie.
SEMANA: ¿Y todo eso en tiempos del general Franco?
J.N.: Sí, es que mi familia era de origen republicano, no franquista. Mi abuelo había estado en la cárcel durante la guerra. Viví en ese mundo del franquismo, pero mi casa era una isla donde nunca aprendí a coser ni a cocinar. Ni en ese momento ni después, y nunca nadie espera que haga esas cosas. Ni siquiera que fría un huevo.
SEMANA: Usted vivió como periodista la transición a la democracia en España. ¿Cómo recuerda esa época?
J.N.: Lo más interesante es que la transición fue una creación colectiva, fue el deseo de todo un país por homologarse con el resto de países europeos y vivir en una democracia y con libertad. Eran unos deseos que estaban solapados y que afloraron después de esos años de represión del franquismo. Fue emocionante también ver nacer la Constitución española, fue un momento apasionante.
SEMANA: En el libro narra episodios curiosos como el de la física Marie Curie, quien por poco no puede recibir su propio Nobel por su vida personal...
J.N.: Marie Curie trabajó siempre en sus investigaciones con su marido. Pero cuando su marido muere, ella, que era una gran científica, sigue investigando y justo cuando la Academia Sueca busca entregarle un Nobel, aparece en los periódicos información de que ella estaba saliendo con un hombre casado. Entonces, la Academia se escandaliza y de una forma hipócrita le pide que mejor no vaya a la ceremonia de entrega del premio. Pero es un hombre, Albert Einstein, quien le escribe y la anima a ir a Estocolmo. Le dice que a ella no le van a dar el Nobel por su vida privada, sino por su talento y su contribución a la ciencia. Esa fue la carta que lo cambió todo.
SEMANA: Ahora mismo en España hay un inmenso revuelo por las supuestas infidelidades de la reina Letizia. ¿Cree que habría tanto despliegue si el infiel fuera el rey?
J.N.: Aborrezco a los hombres que presumen de sus conquistas. Tienen un problema de hombría si necesitan contar con quiénes se han acostado. Y es cierto que cuando eres una mujer se genera un juicio machista sobre el ejercicio de tu libertad personal, es lo que le ha pasado a la reina Letizia, le han hecho un juicio machista sobre su vida personal, como si las mujeres tuviéramos que ver acotada la libertad para vivir la vida como queramos. La lectura sobre un hombre es distinta.