SEMANA: ¿Por qué se va del Museo Nacional?Cristina Lleras: Es el resultado de una confluencia de circunstancias. En total llevo más de 11 años. Empecé como contratista de la Curaduría de Arte e Historia. En 2004 me nombraron curadora y en ese tiempo tuve que vivir todo el proceso de desarrollo del plan estratégico del Museo, que culminó oficialmente en 2010, y en 2011 fue el cierre de ese proceso. Desde el punto de vista profesional, y de lo que yo le puedo aportar al Museo, veo que es un buen momento para irme, cierro un ciclo.SEMANA: ¿Solo hay motivos personales en su decisión?C. L.: Terminé un doctorado de Museología y todo lo que aprendí en el Museo estos años me ha llevado a pensar cosas de una forma distinta, que de pronto no son posibles o deseables o realizables en el contexto de un Museo Nacional. Por naturaleza los museos nacionales cumplen a veces papeles muy rígidos. Lo que yo busco es otros tipo de exposiciones donde nos podamos hacer preguntas importantes para la sociedad de hoy.SEMANA: ¿No pidieron su cabeza por el giro que le dio al Museo?C. L.: Para nada. Esos cambios eran algo que se venía gestando en las exposiciones temporales. Cuando el Museo hace su plan estratégico es el mismo Museo -y eso es bien interesante- el que se pone el gran reto de pasar de ser uno del siglo XIX a convertirse en el Museo que, por lo menos, llegue a reflejar el país de la Constitución de 1991. Yo hice lo que tenía que hacer con el aval institucional, no fue que llegó la niña loca y decidió hacer locuras. Yo tomé decisiones y llevé a cabo unos proyectos que tenía a mi cargo de acuerdo con un plan estratégico. Había unos lineamientos, una directriz de cambio para acercarnos al país contemporáneo. Yo trabajé con un grupo de curaduría en un contexto y con unas coordenadas, nunca sola, según la mala fama que me han hecho. SEMANA: Cuando habla de reflejar al país de la Constitución del 91, ¿a qué se refiere exactamente?C. L.: A la diversidad cultural pero que no se nos quede en las fórmulas. Hay una cosa que a los museos nacionales no les gusta y son los conflictos que hacen parte integral de las sociedades. Tienen una mirada muy aséptica: los indígenas, los grupos afro, todo perfecto. Si no planteamos los conflictos en el Museo Nacional, ¿entonces dónde?SEMANA: ¿Está bien que un museo nacional sea vanguardista? ¿La innovación no es un papel más para los museos de arte moderno?C. L.: Lo que pasa es que esas reglas no están escritas en ninguna parte. Nosotros no inventamos los cambios. Además, el Museo Nacional no es solo un museo de arte. También es un museo de historia, arqueología y etnografía. Tiene cuatro colecciones. Su compromiso es con lo cultural entendido como un sistema de valores y modos vida.SEMANA: ¿No se les fue la mano en la experimentación?C. L.: La impresión que me queda de estos últimos ocho años es que el Museo dio un salto impresionante al hacer unas exposiciones en las que de pronto nos pasamos de la línea, pero es que si no hubiéramos hecho eso no estaríamos en el punto que estamos ahora de exigirle al Museo que sea una institución que nos represente a los colombianos de ahora y no a los del siglo XIX.SEMANA: ¿Cómo era el Museo cuando usted llegó?C. L.: Empezaba con los primeros vestigios de presencia humana en nuestro territorio. En el primer piso te encontrabas con la Conquista, subías y estaba la Colonia, la Independencia, la República, el final del siglo XIX y terminaba en 1948. Luego una sala de arte como algo separado. Cuando yo llego están terminando de restaurar el edificio y haciendo el guion de las salas de exposición permanente. El reto en ese momento era contar la Colombia de la de segunda mitad del siglo XX. Cuando yo asumo como curadora de Arte e Historia ya se sabía que esas salas no representaban la nación. SEMANA: ¿Cómo contar entonces esa historia?C. L.: El Museo tiene que librarse de una narrativa donde empiezas en el primer piso, terminas en el tercero y tienes que contar 20.000 años. Hoy en día, hay que tratar los temas de una manera transversal e incluir aquellos de los que no se ha hablado y son importantes para el país de ahora. ¿Cuál es nuestra obsesión por los recursos naturales desde la Expedición Botánica? ¿Por qué no se han contado todas las guerras y los conflictos del siglo XIX? Ese es el museo que a mí me gustaría ver. SEMANA: Sus críticos dicen que el Museo dejó de coleccionar e investigar para dedicarse únicamente a comunicar.C. L.: Las colecciones han crecido 30 por ciento en los últimos ocho años; el Museo sí colecciona e investiga. Tal vez lo que no ha gustado es la forma en que comunicamos. Tratamos de pensar en los públicos de hoy, en la gente que visita el museo hoy. Las personas que somos hoy en día no somos las mismas que vinieron a la reinauguración hace 20 años. Hoy estamos conectados todo el tiempo, bajamos biografías y datos en nuestro BlackBerry bombardeados por las imágenes. El país tiene que responderle a eso.SEMANA: En la exposición del Bicentenario causó mucha polémica que se le pusieran unas pelucas a las estatuas de los próceres. ¿Qué pasó en realidad?C. L.: A la entrada del Museo hay unas esculturas y nosotros invitamos a un artista cartagenero que se llama Nelson Fory a intervenir la exposición con pelucas afro, algo que él ya había hecho en Cartagena. Alguna gente lo interpretó como que nos estábamos burlando de los héroes. Lo que se pretendía era simplemente señalar que en nuestras historias nacionales no tenemos una presencia fuerte de héroes o personajes insignes afrocolombianos, a pesar de que los esclavos y los mulatos también hicieron la Independencia. SEMANA: ¿Por qué una exposición de fútbol en el Museo Nacional? C. L.: Esta exposición tiene una investigación seria de dos años en la que se trató de ver el fútbol como una historia de país, y el fútbol es algo que aglutina a los colombianos. Hay una imagen que a mí me habla mucho de lo que es este país: en la primera página de un periódico, arriba, una foto del entierro de Galán y, en la misma dimensión, otra foto de un partido de fútbol. No hay que mirar únicamente a los grandes héroes y a los políticos. El museo no debe ser un bastión de los héroes, sino el lugar donde nos pensamos como país.SEMANA: ¿De qué se arrepiente?C. L.: No de las pelucas. SEMANA: Finalmente, ¿cuál fue su aporte como curadora?C. L.: Mi principal contribución quizá fue crear las circunstancias para que el Museo se repiense y vea cuáles son los relatos de nación que quiere contar y qué tipo de nación quiere incluir. n