El videojuego: F1 2022 / EA-Codemasters / PS4

Si se sigue el campeonato de F1, sumarle una capa más con el juego es nada menos que espectacular. | Foto: EA/Codemasters

La nota: 4.3/5

Si recién tuvieron la fortuna de ver el Gran Premio de Silverstone saben que fue inolvidable a muchos niveles. Si no lo vieron, un resumen rápido: un conductor se salvó de la muerte en la primera curva y luego, para cerrar la faena, los últimos 15 minutos ofrecieron tanto asombro y combates por posición que fue imposible cerrar la boca, ¡y ni siquiera tenía que ver con la disputa del primer lugar!.

Ahora, si vieron semejante carrera después de hacerse con el recién lanzado F1 2022, seguro vivieron la pista de manera distinta. Eso pasa cuando se puede correr en su propia carrera, en su propia consola, antes de ver la fascinante realidad desplegarse en la carrera (en este caso, en la pista inglesa). Es el tipo de experiencia que exige buena suerte (porque no todos los grandes premios son así de espectaculares) pero también que hay que buscar. Algo es innegable: seguir este campeonato en paralelo con el hecho de poder jugarlo es llevarlo a otro nivel, sumar otra capa de vivencia y de entendimiento de lo que se ve en la televisión. Es la razón de ser del videojuego deportivo y un poquito más.

Ya no hay Juan Pablos Montoyas en el circuito. La elección de piloto era muy fácil en los días en los que el colombiano corría en la máxima categoría del automovilismo y aparecía en sus videojuegos, dos décadas atrás, la última vez que jugué en el F1 (cuando reinaba en el mundo la PS2). Pero ahora llegaron estos días, en una PS4 que se rehúsa a morir. De suerte pude seguir el cierre increíble del campeonato 2021 y fue suficiente para volver a engancharme con la competencia. El juego triunfa en recrearla y, además, de actuarla con sus amigos, con quienes puede armar combo y competir los unos contra los otros.

A final de cuentas no me fue tan difícil escoger piloto: Checo Pérez, tiene mi apellido, es latinoamericano y está en un equipo competitivo (el Red Bull campeón con Max Verstappen).

Y entonces salí a practicar Silverstone, y la aprendí con base en muchos errores, choques contra la barda o salidas de la línea. Y comencé a bajar mis tiempos. Y, en esa búsqueda, me disolví con el auto y la pista, tal como uno quiere que suceda si juega al piloto. Y conseguí una pole position (sí, en un nivel intermedio, con varias asistencias, confieso, pero muy trabajada).

En la carrera me choqué muchas veces, en varias salidas en falso que me llevaron a varios ‘restart’ pedagógicos. A esos recurrí hasta que aprendí a dejar de chocarme; hasta que, ya conociendo las curvas, comencé a dejarme volar en ellas, a fundirme en ese pavimento. Y competí, y lo disfruté tanto que repetiré el ritual el próximo Gran Premio, ya más entrenado, ya más aprendido. Quizá y sale todo tan mágico como este en Inglaterra (y en mi casa al tiempo). Al menos hay una parte garantizada: el juego puede ser frustrante, pero en general, cuando se le empieza a dominar, es maravilloso (y cada quien puede modificar en detalle sus exigencias).

Problemas a mejorar: En uno de los modos Online, el “Evento de fin de semana”, el juego ofrece prácticas y clasificaciones en el circuito que corre el torneo en tiempo real. Lastimosamente, a la hora de entrar a la carrera, luego de esperas largas, se cae y no lo permite. Por ahora, el único lunar.

Gustos extravagantes: La innovación de F1 Life llega para quien quiere jugar al piloto desde la moda (el guardarropa, las gafas, los autos de alta gama). No es lo mío, pero seguro los gomosos de aventuras de moda y lujo la reciben con mayor gusto.

La película: Thor Love & Thunder / dirigida por Taika Waititi / Cines

Chris Hemsworth es Thor en THOR: LOVE AND THUNDER. Foto: Jasin Boland. | Foto: ©Marvel Studios 2022. All Rights Reserved.

La nota: 4.3/5

(Libre de spoilers) / Esta película resultó mucho más entretenida, sorprendente y emotiva de lo que esperaba (y en IMAX vale mucho la pena, si logran verla en grande). No soy un entusiasta de Thor, el personaje, si bien aprecié sus apariciones en las varias películas grupales de Avengers. Quizá influyeron en mi falta de expectativa las dos entregas iniciales que no considero memorables (a pesar del Odin de Tony’ Hopkins, del Loki de Tom Hiddleston y del hecho que había que establecer la historia).

Algo cambió en la tercera, que dirigió también Taika Waititi (JoJo Rabbit, What We Do in the Shadows). Se entendió que el villano en manos de un gran actor, o en ese caso, de una gran actriz como Cate Blanchett, siempre recompensaba a la audiencia. Esa apuesta vuelve a pagar dividendos en grande en esta cuarta parte, con un Christian Bale que todo color chupa con el tipo de villano que justifica la boleta. Gorr desafía a los dioses, los cuestiona, los elimina en rebelión. Pero Thor L&T está lejos de ser el show de Bale. Hemsworth, un montón de acompañantes sorpresivos, las asombrosamente bellas y talentosas Natalie Portman y Tessa Thompson y una camada de pelados llenan esa pantalla grande de vida, tontería, sentimiento y épica rockera. En el fondo, también, subyace una ternura que mueve todo y que no resulta demasiado edulcorada. y por eso funciona, en ese balance de emoción, humor, acción, temor y peleas tremendas.

Visualmente, la entrega sorprende con unas secuencias absorbentes, entre ellas una nada menos que fantástica que fusiona la magia de El principito con el tono visual de la Sin City de Robert Rodríguez. A nivel de la música es, como promete el tráiler mismo, un agradecido y bien manejado festín de Guns’n’Roses y de la guitarra de Slash. Así que, si no han comprado la boleta para GnR, la película se los va a recordar, y aquí les decimos que todavía quedan boletas para la segunda fecha en octubre en Bogotá.

La serie: Stranger Things 4 / creada por los hermanos Duffer / Netflix

Joe Keery es Steve Harrington, Natalia Dyer es Nancy Wheeler, Maya Hawke es Robin Buckley y Joseph Quinn es el gran Eddie Munson en STRANGER THINGS. | Foto: © 2022 Netflix, Inc.

La nota: 4.5/5

Una oda al metal, a las juventudes en armas contra el peligro y contra los bullies; una exaltación del sacrificio de ese personaje sacrificado por sus gustos y del amor de gallada y del amor de pareja. La cuarta temporada, que se dividió en dos partes, ya se puede ver entera en Netflix y emociona sustancialmente (así en los primeros 30 minutos den ganas de renunciar por lo fuera de lugar que se siente).

Dudaba de esta temporada, dudaba de los presupuestos millonarios, dudaba de estos chicos viéndose más grandes e incómodos en su ropa. Pero se hizo evidente con el paso de los minutos que esa era parte de la experiencia.

Hace poco mencionamos que Netflix la venía pasando mal (por varias razones) y que por eso sumaría pronto publicidad para completar su transformación lenta y extraña hacia televisión tradicional. Eso es cierto, pero también lo es que así como mucha gente ve Betty La fea otros como yo vemos religiosamente Seinfeld, y así como sintonizo la producción peligrosa y absurda del momento, The Boys en Prime Video, también espero con ansias que todas mis horas invertidas en Stranger Things valgan la pena, que estallen. Y a pesar de una o dos inconsistencias (de las que solo se apuntan si se es demasiado detallista), esta cuarta temporada estuvo a la altura del reto. Estalló espectacularmente sirviéndose (una vez más) de la música.

ST es el tipo de serie que posiciona en el tope de las listas las canciones cumbre en sus episodios: ya sea una clásica de Kate Bush o una clásica de Metallica. ¿Un show sobre los 80 hecho por gente que no los vivió? Eso dicen muchos críticos amargos. Desde esta orilla, la de un niño ochentero, destaco a muchos personajes: a las amigas Eleven y Max, al metalero maidenero metaliquero Eddie Munson, al ‘Papa’ de Matthew Modine (de paso, feliz cumpleaños, Full Metal Jacket), la Joyce de Winona, la aguerrida Nancy Wheeler, y todo el combo de chicos, los que dieron vida a la química original que nos trajo a este punto y nos mantiene enganchados. La cuarta temporada probó que esa platica no se perdió.

El disco: Fontaines D.C. / Skinty Fia

La nota: 4.2/5

El tercer (gran) disco de la banda irlandesa no supera a sus dos excelentes entregas anteriores (Dogrel (2019), A Hero’s Death (2020)), pero esto no significa que no valga muchísimo la pena. Esta es una banda con sonido propio pero sin temor a salirse de la zona cómoda, a romper la idea de lo que ese sonido debe ser y sin temor a hacerlo más denso sin perder el golpe emocional y la descarga de movimiento que se espera de ellos.

Para bien y para mal, en Skinty Fia, la banda se proyecta más madura y entrega una especie de promedio musical y emocional de sus dos anteriores entregas. La canción que abre el disco y la canción que lo cierran son enormes, de esas que van sumando capas y se hacen totales con el ingreso del bajo. Pero déjense navegar todo el disco en sus matices más pegadores y más cargados de añoranza nostálgica. “Jackie Down The Line” es otra buena muestra de lo mejor de este trabajo.

Skinty Fia - Fontaines d.c. | Foto: DMM

La tensión con el disco nace de ese promediar los matices y de llevarlos a nuevos lugares, entre estar fuera pero añorar el adentro. Skinty Fia es una frase en irlandés que traduce “la condenación del ciervo”. Este se ve en la portada del trabajo, fuera de su hábitat, en el pasillo de una casa e iluminado por un destello artificial de color ojo. El ciervo irlandés gigante es una especie en peligro de extinción y las reflexiones de la banda y su identidad irlandesa son parte esencial de este trabajo.

Si Dogrel atiborraba en sus piezas musicales imágenes de Dublín y de sus personajes, como el taxista protagonista de la maravillosa “Boys In The Better Land”, y A Hero’s Death expresaba la desconexión de una banda de gira, fuera de su cuna, probando algo de mareadora fama (hay que escuchar ambos trabajos); en este disco los músicos abordan su identidad Irlandesa a la distancia y dejan un comentario que celebra y duele el cambio. El “D.C.” significa “Dublin City”, una ciudad que vive en ellos y que, a pesar de su necesidad de ampliar horizontes, no logran dejar atrás. Ojalá pasen por el país en algún festival, en un futuro próximo. Sus conciertos son un torbellino

El libro: Un verdor terrible / Benjamín Labatut

Una obra inclasificable y asombrosa.

La nota: 5/5

Un libro sobre ciencia, naturaleza y obsesión humana; un relato fragmentado y magistral en su ritmo y en sus venas que hilvana matemáticas, física, química, teoría y experimentación. Un entramado de vidas de algunos hombres (Heisenberg, Schrodinger, Grothendieck, Schwarzschild, con apariciones pertinentes de Einstein y Bohr) que entre el fin del siglo XIX y el comienzo del siglo XX descubrieron cosas aterradoras, y maravillosas, y las sufrieron humanamente sin querer (o queriendo).

El libro del autor chileno es fascinante en su manera de entrelazar el relato de estas obsesiones humanas que aún nos rigen. Ciencia, guerra y seres humanos en competencia por probar su teoría por encima de la del otro, probarse valiosos e sus vidas y en sus caminos, a la vez victimarios y presas de su propia naturaleza curiosa y a veces despiadada. Un verdor terrible es un estudio de venenos que no da lugar al respiro y sí pondera el azar. Devastador y, en efecto, inclasificable y fascinante, este libro atrapa a los seguidores de la historia, de la ciencia y del sentido retorcido que encierra el misterio del ser humano.

Dice el autor que va sumando más ficción a los relatos reales con el pasar de los capítulos. El primero, la apertura, es suficiente para saber a qué se enfrenta el lector. Este describe el nacimiento del primer pigmento sintético moderno, el azul de Prusia, creado en el siglo XVIII gracias a un alquimista que buscaba el Elixir de la Vida mediante crueles experimentos con animales vivos. Ese pigmento es el origen del cianuro de hidrógeno, el gas mortal que el químico judío alemán Fritz Haber, padre de la guerra química, empleó para elaborar el pesticida Zyklon, sin saber que los nazis acabarían utilizándolo en los campos de exterminio para asesinar a miembros de su propia familia.

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Sobre el autor: Labatut nació en Rotterdam, Países Bajos, en 1980. Pasó su infancia en La Haya, Buenos Aires y Lima, y a los catorce años se estableció en Santiago de Chile. La Antártica empieza aquí, su primer libro de cuentos, fue publicado en México, donde ganó el Premio Caza de Letras 2009, concedido por la Universidad Autónoma de México (UNAM) y la editorial Alfaguara. En Chile apareció en 2012, y un año más tarde se alzó con el Premio Municipal de Santiago. Su segundo libro, Después de la luz, publicado en 2016 por la editorial Hueders, consta de una serie de notas científicas, filosóficas e históricas sobre el vacío, escritas tras una profunda crisis personal.