Con diez libros publicados, la mayoría enfocados en figuras titánicas del rock argentino, el músico y periodista Sergio Marchi presenta en Colombia Algún tiempo atrás. La vida de Gustavo Cerati, el primero de sus libros editado en el país. El libro consta de más de 500 páginas llenas de anécdotas bellamente narradas, investigadas y muy dicientes sobre el icónico líder de Soda Stereo y solista, que revelan cómo se forjó este ser excepcional como músico y ser humano de altas cualidades humanas.
SEMANA habló con el autor, quien respondió desde Buenos Aires pero que, el 11 de agosto, fecha del cumpleaños de Cerati, hablará en Bogotá. Esto dijo.
SEMANA: Para empezar, ¿puede decirnos cuáles son su disco preferido y su canción favorita de Gustavo Cerati, hoy? Porque siempre cambian...
SERGIO MARCHI: Escucho mucho los discos de Gustavo, en general. Es muy difícil encontrarle un disco malo. Si te tuviera que decir uno, diría que “Medium”, de Ahí vamos, y ese podría ser mi disco favorito de él. Y de Soda Stereo, te diría, por ejemplo, “Signos” como tema y Canción Animal como disco... pero ya sabés, mañana es distinto.
SEMANA: Lo entrevistó, conoció, ¿qué extraña de Cerati como persona y voz cultural?
S.M.: Mirá, hacer un libro así es acercarte tanto a la persona que se te incorpora, de algún modo. Creo que el rock argentino y latinoamericano extraña muchísimo a Gustavo, pero yo, en lo personal, me acerqué tanto con el libro que está muy presente (señala a su pared, donde tiene enmarcada una portada de gran formato del libro). Lo tengo a él ahí, lo tengo a Spinetta ahí delante, a Pappo en mi habitación y a Charly dando vueltas por todos lados.
SEMANA: Gustavo está en otro plano generacional que estas otras figuras, ¿siente una separación artística?
S.M.: No, pero creo que sí hay una separación, por el hecho de que Soda Stereo fue un grupo resistido en su momento en Argentina, por el viejo público de rock. Pero había todo un público nuevo que lo abrazó a Soda. Y es un poco lo que sucedió en los 70 cuando apareció Sui Géneris, que también dividió aguas. Me parece que lo viejo a veces le tiene miedo a lo nuevo, y es como un perro, olfatea hasta estar seguro de que puede lamer.
Esa separación la vivió un poco más la generación anterior a la mía. Yo, cuando apareció Soda Stereo me alegré porque yo estaba tocando en una banda de características similares, y me dijo “Si ellos pudieron, quizá nosotros también”. Y obvio, no pudimos.
SEMANA: El relato, antes de mirar a su infancia, empieza en Bogotá junto a Santana, ¿qué nos puede contar de esa relación con Colombia?
S.M.: Para comenzar, yo tengo una preferencia muy grande por Bogotá, y no se lo digo a los otros hermanos latinoamericanos. Pero es porque conozco Bogotá a través de los ojos de García Márquez. Entonces me imagino todo como un gran Macondo, y tengo la fantasía de conocer las grandes ciudades, Cali, Medellín, Santa Marta (que “tiene tren, pero no tiene tranvía”), de ir a Aracataca (según entiendo, un misterio lo rodea) y de conocer ese Caribe.
Con respecto a la historia de ese concierto con Santana, me atrapó porque Gustavo fue a ver a Santana (en 1973, en el Gasómetro, cancha original de San Lorenzo) en los primeros conciertos que tocó en Argentina, y luego, en Bogotá, terminó tocando con Santana. Para comenzar el libro, me pareció perfecto porque yo quería que este trabajo fuera una contrafigura de lo trágica que fue su muerte. Por eso el subtítulo ‘La vida de Gustavo Cerati’, puesto completamente adrede. Me parece muy lindo que en la vida te pasen cosas como que vas a ver a un tipo al que idealizás y luego terminás haciendo algo con él. Esa noche, Gustavo tocó con uno de los héroes de su juventud, y después lo repitió con Andy Summers.
SEMANA: Cuéntenos de la recepción del libro hasta ahora en el continente…
S.M.: El feedback fue como una ola de calor, muy cálida de parte de todos los públicos. La gente que ha leído siente que se lo trató a Gustavo con el respeto que merecía. Y luego pasa que recibís un poco de cariño de rebote, te traen cosas. Las críticas han sido superelogiosas. Hasta me asombra.
SEMANA: Es una versión “no oficial”, ¿qué significa eso en libertades y límites?
S.M.: La biografía de Spinetta que hice es oficial. Hicimos juntos el libro con la familia, y toda participó. Para mí, eso le da el carácter oficial. En este caso, hablé con Laura, su hermana, y ella abrió y me atendió en la puerta muy amablemente, pero no me invitó a pasar. Ellos no estaban en el momento para una biografía, para hacer un trabajo de esa naturaleza, por lo tanto, dije, bueno, que sea no oficial. Pero no es que una te da más posibilidades y la otra te ata, porque está la familia mirándote por encima del hombro.
No lo siento ni como virtud ni como un demérito, es simplemente la circunstancia del libro. Pero hay 100 entrevistados, algunos muy cercanos a Gustavo como Richard Coleman, Adrián Taverna, Leandro Fresco, Daniel Kohn (el mánager) y otros músicos... Y casi que los conozco a todos, y saben cómo trabajo, entonces no tuve muchos problemas. Entiendo que Zeta (Bossio) y Charly (Alberti) se guardan todo lo que tienen para alguna serie, libro, o proyecto, porque la vida de ellos siguen siendo Soda Stereo.
SEMANA: Nutre su libro de detalles, como que Gustavo nació en Palermo Chico y no Barracas, y evoca que él se enorgullecía de decir que, como el “Matador” de los Fabulosos Cadillacs, había nacido en Barracas... detalles chicos, casi tecnicismos, cautivantes...
S.M.: En efecto, ese es un tecnicismo, porque ¿dónde nacés?: ¿donde vas a vivir después de la clínica, o en la clínica misma? Porque nace uno en la clínica como circunstancia...
SEMANA: ¿Qué concepciones sobre la vida de Gustavo aclara usted, que considere importante mencionar?
S.M.: Acá se los denominó “chetos” (gomelos) a Gustavo y a Soda Stereo como grupo, como sinónimo de “no popular”. Y la verdad es que los padres de Gustavo no eran personas de dinero. El dinero que hicieron fue trabajando, y refleja cómo era la familia típica argentina en los sesenta, setenta, donde el 80 por ciento de la población era de clase media. Había muy poca pobreza, no había muchas diferencias, y eso se fue acentuando a raíz del declive argentino de los últimos 50 años.
Entonces en el rock se hizo una división: “Los Redonditos de Ricota son del pueblo y estos no, porque son chetos”. Y no, es mentira eso. Y quedó demostrado en el libro, cuando chequeás los datos, hablan. Ellos siempre fueron una familia de clase media. De hecho, la mamá sigue viviendo en la casa de ellos de toda la vida. No es que Gustavo compró mansiones. Cuando tuvo dinero, puso un estudio de grabación, se compró una casa grande, pero él nunca tuvo esa cosa de sentirse más que uno.
SEMANA: Emociona cómo usted lo revela desde ese entramado de círculos sociales que integró, en colegio, universidad, antes de ser figura...
S.M.: Es que todo lo que era Gustavo, pre Soda Stereo, no estaba investigado. E incluso, Gustavo ha dicho cosas que es muy difícil sostener que fueron verdad. Muy difícilmente armó una banda de blues a los 12 años, porque eso no hacen los chicos (salvo un milagro). Gustavo todavía no tocaba guitarra eléctrica, no se alejaba mucho del barrio, no iba a Flores (de donde yo soy) desde Villa Ortúzar, por más que no estén tan distantes. Y me parecía que eran cosas que decía o confundido o queriendo legitimar algo de su origen popular. “Yo tocaba en bandas de blues en Flores”, decía, y no, lo que tocó fue en una banda de rock and roll y blues, ya cuando tenía 18, 19 años, en Caballito.
SEMANA: Mucha virtud y trabajo en revelar esas capas...
S.M.: Y se dio por cuestiones accidentales. Yo toqué con personas que tocaron con Gustavo, y llegué tiempo después de él, entonces tenía ese acceso por ser yo músico. Y me acordaba de anécdotas y se las volvía a preguntar...
SEMANA: Se comparte también el camino de gusto musical de Gustavo, y casi que solo eso ya es una lectura obligada. ¿Algo lo sorprendió de lado?
S.M.: Me sorprendió cuando la hermana me contó que uno de sus temas favoritos, que ponía una y otra vez, era “If You Leave Me Now”, de Chicago. Y dije, “Ahh, escuchabas esto!”. Porque la cuestión generacional lo ubica a Gustavo dentro del bando de los rockeros, sin ser un rockero militante, era un rockero de barrio, como todos los que escuchábamos rock, que éramos minoría. Y se hacían lo que llamaban “Asaltos”, que eran bailes de chicos, donde uno ponía la música, y con los temas lentos, uno trataba de arrimarse a otra persona. Y ese tema era uno lento, y seguramente Gustavo lo usaba para ver si podía acercarse a alguna señorita. Lo supongo, no lo puedo probar, pero estoy seguro.
SEMANA: Se habla de guitarras, de Gibsons falsas y reales... ¿Cómo era esa relación de Gustavo con su instrumento?
S.M.: Él era uno con su guitarra, fluía. Pero, y esto lo revela como un artista de raza, él buscaba como separarse de ella, porque decía que cuando se colgaba la guitarra ya los dedos iban para determinado lado, y él lo sabía. Por eso buscaba componer en otros instrumentos para encarar algo nuevo, más dado a imperfecciones, errores, y dar pie a cosas que no haría en un instrumento que se domina. Y eso lo aplicaba a los teclados y sobre todo al sampler, una tecnología que utilizó muchísimo. Pero, como todo guitarrista, le gustaba tener guitarras y fue teniendo las mejores.
Creo que, cuando el padre le lleva una Gibson, aquí no había. Era muy raro. El músico que la conseguía era muy profesional. Pero desde ahí, pudo tener un instrumento a su altura.
SEMANA: ¿Hay secretos o consejos para hacer libros sobre figuras tan veneradas?
S.M.: La escritura del libro no es mi trabajo principal, por más que he hecho 10 libros a lo largo de 25 años (no es un mal promedio). Es algo complementario. Para mí, no hay secretos, excepto poner en práctica los mandatos del buen periodismo: saber que no todas las personas tienen la misma historia, que los datos deben ser chequeados, que no hay que regirse por el adagio que dice “en caso de duda entre verdad y leyenda, publique la leyenda”.
Hay que tratar de investigar, y a mí me gusta investigar, como a Gustavo le gustaba investigar en la música. Me gusta investigar sobre la música en sí, encontrar datos, tejer hipótesis. Como “tal tema viene de tal otro”, y entonces ver si resiste la prueba del ácido y si encontrás algo que sustente tu teoría. Y a lo mejor no la encontrás, pero encontrás otra cosa.
Yo soy un curioso por naturaleza, y no es un secreto que hago esto con mucha pasión, con mucho respeto, y tratando de mimetizarme un poco con el objeto artístico, dejándome influir por él. Y, aunque no lo voy a lograr, hacer un libro tan bueno como la poesía de Spinetta o la de Gustavo, esa influencia me da a mí una capacidad de sorprenderme, no aburrirme y no contar siempre el mismo cuento.
SEMANA: Los significados de las letras de Gustavo siempre serán tema de conversación, pero él se enfocaba en la conexión emocional que generaban...
S.M.: Una letra te puede representar algo en un momento de tu vida y otra en otro momento. Una letra que no te dijo nada te puede decir algo después, o una letra que te representa en un momento, después cae en desuso. Las letras son, quizá, algo que queda registrado, pero uno va viéndolas desde distintas ópticas. Yo trato de ir entendiendo las cosas en el contexto en el que sucedieron, pero también observándolas desde el ahora, y viendo cómo las modifica.
SEMANA: Cerati dibujaba bien, inmortalizaba momentos con dibujos...
S.M.: Todas estas cosas yo no las sabía. A mí fue la parte que más me divirtió, hablar con los compañeros del secundario de él, y con la compañera de primaria. Esa parte del Gustavo adolescente no se conocía tanto, y la gocé porque era un descubrimiento que luego sumabas y comenzabas a unir puntos.
SEMANA: Algo que haya descubierto sobre esa parábola de Soda Stereo, ese ascenso meteórico y esa separación...
S.M.: Más que algo que no conocía, hubo cosas que tardé en comprender. Lo que entiendo es que al principio eran tres, y después eran Gustavo y los otros dos. Gustavo creció muchísimo en su tiempo en Soda, y creo que Zeta y Charly no crecieron a la misma velocidad. Gustavo lo notó, y eso le dio más fuerza para que las cosas fueran como él quería. Además, era un obsesivo, y los demás querían vivir una vida, lo cual me parece muy lógico.
SEMANA: Para él la música no era trabajo, trabajo era todo el resto...
S.M.: Gustavo disfrutaba mucho de la música. Siempre pensaba en términos musicales, y mis mayores charlas con él, fuera de micrófono, eran de música. Qué escuchábamos, por qué le gustaba a uno algo y no al otro... Me parece que eso lo define mucho a él, era un apasionado en todo, pero la música era su cuestión principal: amaba hacer música, componer, estar en el estudio, y le encantaba subirse a tocar. Suspendió muy pocos conciertos, le daba bronca estar afónico y no poder cantar. Hay músicos que suspenden porque no tienen ganas de levantarse de la casa, desde un delirio de estrella de rock, pero Gustavo nunca estuvo en el delirio de la estrella de rock. Por ahí, en un momento se extravió un poco, pero siempre volvió al centro. Y en eso, creo, tiene que ver mucho su familia. Tener unas raíces familiares fuertes te sirven de cable a tierra.
SEMANA: De su etapa en solitario, ¿cree que satisfizo su impulso creativo?
S.M.: Creo que pudo satisfacer su caudal creativo a través de sus discos como solista. Consiguió algo muy importante con Fuerza Natural, y dice “Si me muero ahora, o si me retirara”, aclarando que no creía que fuera a suceder, “me iré contento con Fuerza Natural”. Ese disco lo colmó, pero no quiere decir que esa satisfacción era para siempre. Seguramente iba a despertar de vuelta el apetito, y sabemos que siempre tenía hambre.
SEMANA: ¿Algo por añadir?
S.M.: Fue un proceso muy intenso, que hubo que ponerle mucho trabajo, armándome reglas fuertes de horario para poder cumplir los tiempos establecidos. Pero, finalmente, la gente quedó más contenta con el resultado que yo. Uno siempre piensa, ¿lo habré hecho bien?, ¿estará a la altura? Me pasó con Spinetta también, pero ambos libros han sido muy bien recibidos. Estoy contento con lo que está pasando y de que, al fin, haya salido un libro mío en Colombia.
SEMANA: ¿Algún concierto de los que vio a Gustavo tocar que ponga por encima del resto?
S.M.: Me acuerdo mucho de un show de Soda en Asunción, Paraguay, que vi y fue increíble. Me acuerdo mucho de la presentación de Fuerza Natural en Buenos Aires, uno de los mejores conciertos de rock argentino que haya visto. Siempre que lo vi, vi a un tipo luminoso, inspirado, siempre un profesional. Nunca lo vi desganado, tenía ese desboque de caballo loco, con demasiada energía, pero que sabe dominar muy bien.
Siempre que lo vi, vi a un tipo luminoso, inspirado, siempre un profesional. Nunca lo vi desganado, tenía ese desboque de caballo loco
SEMANA: Presenta el libro el 11 de agosto, día de cumpleaños de Gustavo, ¿coincidencia?
S.M.: Y, ¡no me di cuenta! Será un placer hablar con Julio Correal, que es un personaje muy divertido (será en la librería Tornamesa de la Zona G, a las 6 de la tarde).