Le gustaría ser así, como su narradora. Y no está sola, a muchos de sus lectores les pasa. Todo lo que narra Ana Navajas en su primera novela lo vivió de alguna forma, pero no es ella la que se lee en las páginas de Estás muy callada hoy. Eso, sin embargo, es difícil de creer cuando se le habla. Dialogamos con ella y respondió desde la Buenos Aires que habita.
Directa, asertiva, brillante; es difícil dividirla de ese personaje que empieza a narrar su vida de manera intrigante, casi sentimentalmente analítica. Ana se construye y se deconstruye ante el lector desde postales de su vida, pasadas (en su pueblo natal) y presentes (en la ciudad en la que creció). Unas veces está con sus padres, otras con sus hijos, otras con su marido. Y también abre el abanico a personas que marcan dinámicas, como las dos señoras que les ayudaban a limpiar la casa (una la quería, la otra no). Y así, de cada postal, inevitablemente, se desprenden los hilos de una identidad en constante puja. Ana narra desde la muerte de su madre y se extiende hasta otro suceso importante. En medio, pinta la vida que fue y la vida que es. Y esa disección de su vida es tan efectiva que desencadena la nuestra.
Antes que escribir para publicar, Navajas escribe por escribir, y de ahí parte. Eso sigue haciendo, escribiendo por escribir, nutriendo su columna mensual en la prestigiosa revista digital La Agenda, donde aún puede tener lectores (los necesita el escritor) y sumando a eso que, con algún tiempo, seguramente, será una nueva novela.
SEMANA: ¿A qué libros regresa?
ANA NAVAJAS: Estos años vuelvo mucho a los diarios de Virginia Woolf, a los diarios de Katherine Mansfield, es decir, a los diarios de mujeres, aunque también me gustan los diarios de escritores varones. Pero por algún motivo, hay algo en esas lecturas que me hace volver. Los abro por cualquier parte y leo un rato. Me gusta volver a leer lo que subrayo. Y, después, en una época reincidí mucho en Natalia Ginzburg, pero con una relectura completa de las novelas.
SEMANA: Cuéntenos del título, que evoca un mundo interno y los comentarios externos...
A.N.: Es un título muy apropiado, que describe bastante bien a la narradora. Una de las objeciones que me hacían con el título (porque trabajé el libro con Juan Forn, que me ayudó a darle la última edición), era que no estaba bien la marca temporal. “No es Estás muy callada hoy”, me dice Forn, “porque esta narradora siempre está callada”. Y aunque estoy de acuerdo, me gustaba la sonoridad de la frase. El silencio sí caracteriza a esa narradora de la novela, y me sigue pareciendo un título muy apropiado.
SEMANA: ¿Pasó por talleres de escritura? ¿Qué cambios sufrió esta novela?
A.N.: El origen de la novela no es un taller de escritura. Fue en un verano largo, de unos tres meses, en donde me propuse hacer una escritura diaria, como ejercicio, de una carilla por día. En esas vacaciones (bastantes largas), estaba en mi pueblo de origen, en mi casa natal. En el terreno en el que transcurren la mayoría de recuerdos de la protagonista. Ahí escribí bastante, pero lo hice sin ninguna intención de que eso armara una novela, como un ejercicio autoimpuesto de escribir todos los días. Después de esas vacaciones, arranqué un taller de escritura, como lo había hecho el año anterior. Y ahí empecé a llevar esos fragmentos, que son como entradas de diario sin serlo. Así, trabajando y leyendo con mis compañeros y coordinadores de taller empecé a pensarlo, lentamente, como una novela. Tardó mucho en llegar a ese lugar.
SEMANA: Usted ve en esos espacios lugares para pulir y recibir retroalimentación antes que plataformas para publicar algo... predicó lo que aplicó...
A.N.: Totalmente. Me parece muy poco productivo pensar en publicar. Hay que pensar en escribir, y si llega la publicación, llega. A mí me pasó eso sin proponérmelo porque, de verdad, no lo estaba pensando. Pero ahora sí puedo pensar en publicar un segundo libro. Trato de conservar esa ingenuidad en un punto, que permite la frescura de la escritura por la escritura, y de hacerlo lo mejor posible independientemente de lo que después vaya a pasar.
Me parece muy poco productivo pensar en publicar. Hay que pensar en escribir, y si llega la publicación, llega.
Lo que me parece interesante de los talleres es que uno ahí ya tiene lectores. El que escribe necesita de los lectores, y por eso muchas veces necesita publicar, pero los que vamos a taller ya tenemos nuestros lectores. Y eso le da otro lugar a la escritura, y eso me parece importante. Hace años doy clases de escritura creativa, y hasta trato de desalentar la publicación en mis alumnos. No quiero que piensen en eso, me parece que entorpece el proceso creativo, que es lo más importante.
SEMANA: Vemos desde el prisma de Ana, mujer, hija, madre, hermana, esposa, amiga. ¿Se separa en algo su voz de la de Ana?
A.N.: No hice esfuerzos porque eso pasara. Y la decisión de que el personaje tuviera el mismo nombre que la escritora fue deliberada. Pero de la escritura sale una voz elaborada. Traté de conservar la frescura, la coloquialidad, un lenguaje muy directo y desnudo. Ojalá fuera tan clara cuando hablo como cuando escribo. Creo que escribo un poco mejor porque tengo tiempo para pensar. Soy pésima hablando, y esta escritura es como me gustaría hablar. Yendo mucho más al punto, no dando vueltas. Tratando de ser lo más certera posible. Y eso me exigió un trabajo de corrección que llevó tiempo (y que me gusta, además, dejarlo lo más desnudo posible).
SEMANA: Habla de las hermanas menores en el epígrafe, pero Ana no impacta como una hermana menor, porque va de lo callado a una posición más firme…
A.N.: Creo que el personaje trata de revelarse de ese lugar que le es impuesto, el de la hermanita más chica. En la adultez, es ella la que empieza a tomar un montón de decisiones y a la que empiezan, de repente, a escuchar de una manera distinta. Ella, durante toda su infancia, es la hermana menor, y no la dejan hablar, participar, y está realmente de espectadora en esa familia. Y bueno, parte del movimiento del personaje es despegarse de ese rol de hermana menor. Y cuando muere la madre, adquiere otro protagonismo en la familia.
SEMANA: Ese punto de arranque, ¿qué tan premeditado fue?
A.N.: Fue como un artificio narrativo, para definir cómo empieza y cómo termina un escrito en el que “no pasa nada”, es un fragmento en la vida de una persona. La novela está situada en la vida adulta de la narradora, si bien tiene vueltas al pasado. Es una época, que podría ser más o menos un año, en la que no pasa nada, hasta el final, que pasa algo…
SEMANA: Pasa la vida...
A.N.: Pasa la vida. Y yo escribí un montón. Y cuando empecé a pensar que esto podía ser un libro, empecé a leerlo todo con un criterio más narrativo. ¿Cómo ordené esta información? No arranqué escribiendo el recuerdo de la muerte de la madre o el final. Con todo eso, me pregunté qué criterio narrativo podía usar para contar esta historia en la que no pasa nada. Es casi el diario de una ama de casa. La muerte de la madre le venía muy bien narrativamente a la narradora, y no sé si fue así en la realidad, porque es autoficción, pero para el cuento venía bien.
SEMANA: Es notable el contraste entre esos padres de Ana más bien recios (el padre aún vive, amargado), y sus hijos, que son más bien luminosos...
A.N.: Hay un contraste generacional en todo; en cómo relacionarse con los hijos, en las formas de crianza. Mi generación (yo tengo 50) es una generación bisagra. Cuando nosotros éramos chicos, los niños se tenían que quedar callados, la opinión de los chicos no era relevante y cada uno debía quedarse en su lugar. Y ahora somos padres de niños que son el centro, los reyes de la casa. Somos una generación que nunca fue el centro de nada.
Cuando nosotros éramos chicos, los niños se tenían que quedar callados, la opinión de los chicos no era relevante y cada uno debía quedarse en su lugar. Y ahora somos padres de niños que son el centro, los reyes de la casa
SEMANA: Y recibe críticas de un lado y del otro...
A.N.: Exactamente, estamos en el fuego cruzado... acostumbrados a estar al margen. La narradora en una relación con sus hijos muy distinta a la que tuvieron con ella, pero, a la vez, se le cuela ese modo familiar del pasado de manera inevitable.
*Alerta de ‘spoiler’ en las dos siguientes preguntas. Evítelas si no quiere revelado un detalle del final de la novela (que comparto por que lo encuentro muy interesante).
SEMANA: El final de su novela, ¿también es artilugio narrativo?
A.N.: Puedo decir algo que los escritores no deberían decir, pero como no me considero una escritora, sino una persona que simplemente ha escrito un libro, puedo contarlo. Yo tenía escrito casi todo el libro y no tenía final. Y la autora no se había separado, aún no había tomado esa decisión. Y todo indicaba que en la novela ese personaje terminaba separándose, pero yo como autora no podía escribirlo si todavía no había sucedido. Era como matar a alguien vivo, que existe. Y lo primero que pienso el día que tengo esa conversación de la separación, que está en el libro, es: “¡Tengo el final!”.
SEMANA: Es usted una escritora...
A.N.: Es horrible eso de las personas que escriben. Tienen como una disociación. Y me pasa seguido. Cuando veo suceder algo que es perturbador o feo, digo, “lo voy a escribir”. Hay algo muy frío, en un punto, en alguien que le gusta escribir. Porque, a la vez, está en la situación y está fuera, diciendo “voy a usar todo esto para escribir una cosa”. Y viví esa, que fue una de las cosas más trascendentales que me pasó además del nacimiento de mis hijos y de la muerte de mi madre, porque es una gran decisión, y realmente pensé en que era el final de la novela.
SEMANA: Hay una tensión entre presente y pasado en esos viajes a la provincia donde se crio Ana, pero no hay una romantización de esa provincia...
A.N.: Es una relación viva, a su pesar, incluso. A mí me dicen que esta es una novela sobre maternidad, o de cuidado, o de duelo... la etiquetan de muchas formas, pero nunca como yo lo haría, y eso es lo que me encanta de la lectura. Cada uno lee lo que quiere, y eso está muy bien porque hay de todo eso en la novela.
Para mí, es una novela de búsqueda de identidad de la narradora. Ella se está preguntando todo el tiempo quién es y de dónde es. Esa es su búsqueda. Quién es en la ciudad, quién es en la provincia. Como que no es de ningún lado, una pasajera en tránsito. Algo que a la persona la perturba: no poder enraizar, pero no se quiere enraizar demasiado. Elige lo contrario, como vagar, y trata de deshacerse de las pocas ataduras que tiene. Le quedan los hijos.
Y me parece que hay una relación problemática con los lugares. Por eso, creo, tiene la distancia de hablar de su lugar de origen y de hablar de Buenos Aires. Del impacto de llegar a esa gran ciudad, a un colegio privado, luego de vivir en un lugar donde no había nadie. Hay un contraste, que es como parte inherente de este personaje que sigue buscando. La novela termina y no hay respuestas.
SEMANA: Cuéntenos sobre el impacto de un relato tan íntimo en su círculo cercano...
A.N.: Lo mejor que me pasó después de haber publicado la novela es que dejaron de molestarme cuando me ven leyendo o escribiendo. “Ah! Está haciendo algo!”, piensan ahora, pero siempre fue distinto. Desde que soy chica, y cuando estuve casada, si mi marido me veía leyendo o escribiendo, me pedía cosas o me hablaba. Me sacaba conversación, como si fuera nada. Entonces, que mi entorno respete la lectura y la escritura fue lo mejor que me dio publicar la novela.
Que mi entorno respete la lectura y la escritura fue lo mejor que me dio publicar la novela
Y con respecto a la reacción de los personajes, porque sí, los usé, les gustó haber sido usados. Los que se quejaron fueron los que no aparecen. Y lógicamente hay un montón de personas muy importantes que no aparecen, porque no me eran funcionales a lo que quería contar. No estoy contando mi vida. Estoy contando lo que quiero contar, lo que me sirve. Uso mi vida, y con eso hago el relato que quiero. Y eso deja mucha gente afuera, y hace que personas que no son tan protagonistas cobren un protagonismo desmedido en lo que es mi vida real. Los ofendidos son los que no están…
SEMANA: Hay una playlist que se escucha en esa novela, la música está muy presente en su escrito...
A.N.: La música es algo muy presente en mi vida. Escucho música todo el tiempo. Prácticamente, cuando no estoy escribiendo, hay música sonando en mi casa, cuando me baño, cuando estoy en el auto. Y me resulta muy difícil encontrar momento para escuchar podcasts porque prefiero escuchar música. Y eso para mí tiene algo de herencia, familiar, de una niña que se cría escuchando música todo el día. En la novela hay un montón de canciones que no le gustan a la narradora, pero son parte de su pasaje. Así que hay de todo. Hay mucho registro de lo que está sonando. La música sí es muy protagonista de la novela.
SEMANA: ¿Qué escribe estos días? ¿Una novela? O escribe por escribir y luego vemos...
A.N.: Estoy escribiendo por escribir. Espero que siempre sea sí. Escribo una sección mensual, que se llama El diario del domingo, en la revista digital La agenda, de Buenos Aires. Y, como no estoy haciendo taller, eso sacia el deseo que tenemos los que escribimos, que es que alguien nos lea. Y con eso estoy más que conforme. No tengo la necesidad de publicar un libro. Puedo seguir disfrutando del placer de escribir por escribir. Y así armo la columna, que es un diario, con un registro es muy familiar y placentero.
Y no quiero hacer una compilación de columnas, que es algo que me ofrecieron y se conversó. Pero no veo por qué, si están ahí, disponibles. Quien las quiera leer las puede compilar solo. Me parece un poco ladrón. Pero el proceso es muy parecido al que hice en esta primera novela. Y calculo que llevo escribiéndola tres años, y hay cosas escritas como rutina que no incluyo en ella. Si en algún momento de esa acumulación puedo hacer un camino, un mapa de alguna historia, puede ser que publique, pero no siento la urgencia para nada.