La identidad del comprador de Las mujeres de Argel (1955), de Pablo Picasso, subastada en mayo pasado en la casa Christie’s en Nueva York, despertó muchas suspicacias. Durante meses no se reveló su nombre y se hicieron varias conjeturas sobre quién era el enigmático personaje. Hoy todo apunta a que la adquirió por 179,4 millones de dólares el político catarí Hamad bin Jassim. La pintura es la obra subastada más costosa de la historia. Catar hasta hace poco no figuraba en el radar del mundo del arte. Sin embargo, se ha ganado un lugar en ese selecto grupo gracias a millonarias inversiones y el interés cultural de sus autoridades, como aseguró Sheikha al Mayassa, presidenta de la Autoridad de Museos de ese país, en una reciente entrevista a The New York Times. La capacidad adquisitiva de los catarís trasciende el escenario de las subastas. Se rumora que un coleccionista proveniente de ese rincón del golfo Pérsico compró en una transacción privada el Nafea Faa Ipoipo (1892) de Paul Gauguin, considerado el más costoso de la historia. Su identidad se desconoce, aunque la obra le costó algo menos de 300 millones de dólares. La semana pasada llegó a las primeras planas el destino de Liu Yiqian, un hombre de origen humilde que a punta de apuestas en el mercado accionario pasó de manejar un taxi en las calles de Shanghái a convertirse, según la revista Forbes, en uno de los personajes más ricos de China con una fortuna que asciende a los 1.380 millones de dólares. El pintoresco Liu no tiene problema en reconocer que su gusto por el arte no es de toda la vida, como tampoco encuentra misterio en hacerse selfis tomando té en una taza de cerámica de la dinastía Ming que compró el año pasado en Hong Kong por 36,3 millones de dólares. Hace unas semanas, y ante la sorpresa de los asistentes, Liu Yiqian adquirió Desnudo acostado (1918), del italiano Amedeo Modigliani, en una subasta de la casa Christie’s en Nueva York. Desembolsó 170,4 millones de dólares, por la segunda obra subastada más costosa de la historia, solo superada por el Picasso comprado por el catarí. Liu no es el único multimillonario chino empeñado en coleccionar arte occidental. Desde 2000 las ventas de arte en China han crecido hasta un 150 por ciento según datos de Citigroup. La multinacional sostiene que si bien los ‘nuevos ricos’ chinos han encontrado en el arte una forma de mostrar su excentricidad, el asunto también pasa el deseo de los multimillonarios por invertir su dinero en mercados rentables. Y el del arte ha alcanzado 2,4 puntos porcentuales anuales en los últimos 40 años. Para María Belén Sáez, crítica de arte y directora de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional, “detrás de esa coyuntura hay un deseo de Oriente por afirmar su poder económico y su capacidad de actuar como gran controlador de los capitales, incluso si se trata de valores culturales”. Las razones que impulsan a los coleccionistas orientales a comprar arte pueden ir desde arrebatarle a Europa el monopolio cultural que ostenta desde hace siglos, hasta acumular capitales, pasando simplemente por la fascinación genuina por las obras. Lo cierto es que a este ritmo, el arte occidental va a terminar encontrando en Oriente una vitrina más seductora.