A la hora de abordar Avatar El camino del agua, que llega esta semana a cines, la ecuación parece sencilla. Si usted disfrutó de la primera, que recaudó más que ninguna otra película en la historia (cerca de 2.700 millones de dólares), esta secuela tiene una enorme capacidad de deslumbrarlo. Pero que se vea en la pantalla grande, en cine, porque no hacerlo es ver el video de una montaña rusa increíble que atraviesa un acuario psicodélico, en vez de montarse en ella.
En 2009, James Cameron atrajo a millones con su luna habitada por tribus conectadas con la naturaleza; un lugar vibrante que estalló desde sus capacidades 3D. Trece años después, el director regresa al bosque mágico para retomar esos personajes, esa historia y esa dimensión y, sobre todo, para sumergir la cámara en un mundo submarino asombroso. El espectador esta vez salta a la pecera oceánica a nadar con unas bestias impresionantes.
Si busca una historia profunda, quizás sea mejor buscar en otra parte. Pero esto no significa que no haya lugar a la emoción, si se le deja entrar. Porque esta también es una aventura familiar que aborda la explotación, la defensa del territorio y la protección del medioambiente; y un relato sobre aceptación y negación de lo que se es.
En el fondo, Cameron sí toca temas sensibles. Lo hace de manera predecible pero, desde la metáfora de la tierra que propone, desde la afinidad con el ecosistema que pinta de estas tribus, se hace vigente e importante (porque la tala de bosques sigue avanzando a pasos terribles, porque se sigue explotando irresponsablemente de muchos recursos naturales).
Ahora, sin sobreactuarse, aquí hay trama suficiente pero ante todo una experiencia, un viaje de acción enorme y absorbente que a veces parece Jurassic Park, a veces Terminator, a veces Titanic, en el que el director canadiense de todo lo que le permita ir un poco más allá en su propuesta, sea lo suyo o del género de cine de proporciones gigantescas (que ha cimentado en parte).
Avatar: El camino del agua toma más de tres horas pero las justifica. El canadiense, que ya tenía T2 y Aliens encima, se ratifica el rey de la secuela, magnificando su guion desde la creación visual de esta luna a la que los humanos regresan con ánimos depredadores.
La tecnología, claro, es de punta. Las texturas lucen muy bien logradas, y especialmente se destaca la acción e interacción de los personajes y las varias bestias, de bosque, de aire, de agua, con los ambientes alucinantes del agua. Es la poesía visual de la película.
Entre los avances asociados a la películas, y a las exploraciones oceánicas de Camero, se destaca una cámara que filma sin necesidad de protección y entrega una definición inédita. En la pantalla lo refleja. Se ve precioso.
Sí, se puede hablar de algo precioso así sea también un festival del CGI (imágenes generadas por computador). Y si bien en pocos momentos deja una sensación de video juego, a nivel general propone una experiencia única en el teatro, en su totalidad masiva y en su tonalidad subacuática. Cameron revivió el 3D para hacerlo valer desde su proeza en ubicar y mover la cámara y la escala de lo que arroja a los ojos.
En estos 190 minutos, se vuelve por un rato a los bosques de Pandora, más vivos y coloridamente frondosos que nunca, pero se habita el agua. Esto pues, ante presiones externas, Sully y su familia dejan su hogar y emigran a las islas, donde habitan otras tribus con otras costumbres y códigos que tendrán que asimilar para sobrevivir.
Y entre la familia extendida y las tribus, nuevos personajes se aprecian y su unen a los principales, Jake y Neytiri, en interpretación de Sam Worthington y Zoe Saldaña. Entre estos, Ronal, la matrona embarazada y guerrera que interpreta Kate Winslet. Los jóvenes, que van desde la niña Tuk, pasando por adolescentes Neteyam, Lo’ak y la joven Kiri, que interpreta Sigourney Weaver, suman su parte clave en sus dinámicas de hermanos, en sus arrebatos entre irresponsables y valientes.
En el fondo, se sabe qué esperar de una película así, y la magia de James Cameron radica en entregar exponencialmente lo que se espera: así rompe con la expectativa, así triunfa. Por eso, con El camino del agua, guste o no su película, se hace difícil calificarla como una pérdida de dinero. Porque entrega una apuesta y se le respeta.
La mayoría del público de la función inicial quedó entre perplejo y maravillado. Partiendo de esas reacciones, no hay razón por la que esta película no le permita a Cameron seguir filmando su saga. De esta quedan tres entregas más, y ya están escritas.
Y, por eso, quedan las preguntas que se responderán en los próximos meses: ¿se hará esperar Cameron para explotar nuevos avances en tecnología en los capítulos por venir?; ¿se lanzará a completar la saga en este nuevo envión para abordar un nuevo proyecto?
El mundo nadará, y veremos.