Antes de ‘Yo Soy Betty, la fea’ las telenovelas en Colombia y en el resto de América Latina seguían una fórmula sencilla pero efectiva: la protagonista tenía que ser bonita, casi siempre pobre y con un muy buen corazón. El protagonista, en cambio, era un galán adinerado, mujeriego y algunas veces mala persona, que cambiaba cuando conocía al amor de su vida. Pero Fernando Gaitán le dio una patada al tablero a finales de los años noventa. Escribió una historia completamente diferente, que iba a contracorriente y que desafiaba la lógica reinante hasta entonces: la protagonista era una mujer fea, muy inteligente y torpe para relacionarse con hombres que entraba a trabajar, nada más y nada menos, que a una empresa de moda, y que se enamora de su jefe, el típico galán mujeriego que se fija solo en el físico. Le puede interesar: Los televidentes añoran más mujeres como Betty o Gaviota Era una idea arriesgada. En esa época los canales privados de televisión (RCN y Caracol) estaban en medio de una crisis económica, pues no habían encontrado la fórmula para que sus ingresos igualaran los gastos en los que habían incurrido para privatizarse. Y salir con una telenovela en la que la protagonista fuera una mujer fea podía agravar la crisis. Pero Gaitán lo tenía claro. En una entrevista que dio a Semana meses después, cuando Betty ya era un éxito, dijo que lo más importante del personaje era que las mujeres colombianas se vieran representadas: “que la gente entendiera que las feas también sueñan, se esfuerzan, viven, y eso da un alto grado de reconocimiento e identificación. ¿Cuántas Bettys no hay en la Caracas con 45 cogiendo buseta?”. Y aunque el canal RCN aceptó el desafío, al inicio tenía muy pocas expectativas respecto al éxito del producto. De hecho, en esa misma época estaba lanzando ‘Me llaman Lolita‘, y el gran presupuesto del canal estaba enfocado en esa novela sobre un hombre que se enamoraba de una menor de edad. Betty era un producto secundario, con un elenco poco reconocido (los actores no fueron súper estrellas sino hasta que aparecieron en la novela) y menor promoción. Sugerimos también: Fernando Gaitán habla sobre la novela No olvidarás mi nombre Sin embargo, el tiempo le dio la razón a Gaitán. Los televidentes se enamoraron de Betty y pronto la convirtieron en un símbolo de Colombia. Durante el año y medio que duró la serie al aire, el país literalmente se paralizaba cuando la fea enfrentaba sus grandes tragedias: su primera vez con Don Armando, su despido de la empresa, su transformación en una mujer bonita o su regreso transformada al lugar donde había sufrido tanto. El éxito fue tan grande que se convirtió en un fenómeno cultural. De hecho, durante la época en la que estuvo al aire, las secciones de farándula de los periódicos y las revistas se enfocaban en la historia y sus protagonistas, e incluso El Tiempo llegó a tener en portada una revelación que salió en el capítulo de la noche anterior. El éxito cruzó fronteras. En pocos meses, gente de toda Latinoamérica vio la telenovela y en países como México, Venezuela, Argentina o Perú llegó a ser un éxito tan grande como en Colombia, que también paralizaba a las familias. Salma Hayek incluso produjo una versión americana que tuvo un moderado éxito. Hoy, en total, Betty ha sido traducida a 15 idiomas y se han hecho unas 22 adaptaciones, incluyendo una versión milenial que se lanzó hace poco. Puede leer también: “La gente sigue pegada a que la bonita no es inteligente”: Ana María Orozco Y es que más allá de innovar en narrativa con una protagonista fea, la novela de Fernando Gaitán logró identificarse con el público colombiano. El entorno de Ecomoda (la empresa en la cual ocurría la historia) era una pequeña representación del país: las secretarias chismosas, el mensajero divertido, el nerd buen amigo, la mona creída, el perro sin remedio, la novia celosa, el gay clasista y otros personajes secundarios también enamoraron a los televidentes. El humor mezclado con la historia romántica y el drama fue fundamental para volverla un éxito. Y más allá de la pluma y la idea de Gaitán, también ayudó la dirección de Mario Rivero, un genio del oficio. Betty cambió la forma de hacer telenovelas en Colombia y en el mundo. Gracias a Gaitán, los libretistas se comenzaron a arriesgar a tener protagonistas diferentes a los tradicionales y a innovar en sus narrativas. El país, además, demostró una vez más (y tal vez como nunca más lo ha vuelto a hacer) que era una potencia audiovisual y que las historias colombianas pueden llegarle a todo el mundo.