Francisco José de Caldas creía que sus estudios en botánica, su descubrimiento del hipsómetro –un instrumento para calcular la altitud sobre el nivel del mar– y sus aportes a la elite intelectual de la Nueva Granada iban a ser suficientes razones para que el tribunal de justicia española, y, sobre todo, el general Pablo Morillo lo indultaran. El optimismo de Caldas se convirtió en decepción: Morillo ordenó ejecutarlo de inmediato por hacer parte del movimiento independentista neogranadino como capitán del Cuerpo Militar de Ingenieros. Y también respondió a sus súplicas con una frase contundente: “¡España no necesita de sabios!”.Pero Caldas, fusilado el 28 de octubre de 1816, no fue el único en ser ejecutado ese año en la Nueva Granada. A la lista se sumaron los nombres de Salvador Rizo, José María Carbonell, Jorge Tadeo Lozano y Camilo Torres Tenorio.Rizo fue el primero en caer: perteneció a la Expedición Botánica, pero más tarde se enlistó en el Ejército Libertador y por esa razón fue fusilado el 12 de febrero. A Carbonell lo ejecutaron el 19 de junio en la plaza de los Mártires de Santa Fe de Bogotá y, en ese mismo lugar, el Ejército Realista fusiló a Lozano el 6 de julio. En octubre, Camilo Torres fue capturado en Popayán y el 5 de ese mes cayó bajo el fuego de los hombres de Pablo Morillo en Bogotá.Para el historiador Arnovy Fajardo, el delito por el que fueron ejecutados era conocido como infidencia y, según las leyes españolas, este representaba una traición al rey y debía ser castigado con la vida. Por lo general, la pena era conmutada por el destierro, para los hombres; y el convento, para las mujeres, algo que en estos casos no ocurrió.El sacrificio de estos próceres se produjo en el marco de la Reconquista (1814-1819), un periodo posterior al grito de independencia del 20 de julio de 1810, y en el que España pretendió recuperar el Virreinato de la Nueva Granada. La campaña, liderada por los generales Morillo y Juan de Sámano, dejó unos 3.000 ejecutados, entre simpatizantes y líderes, pertenecientes al movimiento independentista.Aunque la historia tradicional del país ha insistido en convertir a estos hombres en referentes de valentía, heroísmo y patriotismo, las nuevas interpretaciones históricas manifiestan que su papel en la Independencia va más allá de sus aportes militares y políticos. Álvaro Tirado, representante de la corriente de la Nueva Historia en Colombia, considera que algunos de ellos “también fueron asesinados por su conocimiento y desarrollo intelectual. La ciencia siempre es subversiva y así lo creía Pablo Morillo. Para España no era bueno tener una elite intelectual en un territorio donde la mayoría de habitantes eran analfabetas”.Varios historiadores, entre ellos Fabio Zambrano, coinciden en afirmar que el desconocimiento de la faceta científica e ilustrada de los llamados padres de la patria también es consecuencia de una historia contada alrededor de caudillos como Simón Bolívar, narraciones en las que predomina la noción de los buenos y los malos en el campo de batalla, y de textos escolares como el de Henao y Arrubla que pretendían despertar un sentimiento nacionalista, influenciado por la Iglesia católica.Otro de los elementos que explica ese vacío histórico es la desaparición de la historia como una materia obligatoria en la formación escolar. Germán Mejía, historiador y decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Javeriana, considera que es fundamental atender ese problema para que los estudiantes colombianos conserven el deber de la memoria y tengan conciencia de los hechos que sucedieron en el país durante el proceso de independencia.A lo largo del siglo XX, y particularmente en los últimos 50 años, los historiadores colombianos han empezado a indagar sobre el papel científico de estos personajes. Por ejemplo, el libro La obra cartográfica de Francisco José de Caldas (2006) –escrito por Jorge Arias de Greiff, Mauricio Nieto Olarte, Santiago Díaz Piedrahíta y Santiago Muñoz Arbeláez– recoge algunos de sus mapas desconocidos y escritos académicos.Mauricio Nieto, historiador y docente de la Universidad de los Andes, cree “que el asesinato de Caldas y de buena parte de la generación de la Expedición Botánica no solo fue una pérdida política, sino un golpe fuerte para los proyectos científicos que estaban marchando en ese momento”. Incluso, todo el material del proyecto impulsado por José Celestino Mutis fue decomisado por Morillo y enviado inmediatamente a España.Las investigaciones históricas también han demostrado el papel sobresaliente que jugaron Salvador Rizo, Jorge Tadeo Lozano y José María Carbonell en esa expedición, así como en la publicación de El Semanario del Nuevo Reino de Granada, un órgano de difusión del pensamiento científico y cultural de la época en el que Caldas hacía las veces de editor.Además, Lozano fundó en 1801 el periódico Correo curioso, erudito, económico y mercantil de Santafé de Bogotá, donde se escribían artículos alrededor de la crisis económica por la que atravesaba el Virreinato a comienzos del siglo XIX. Entre tanto, Carbonell era asistente de investigación de Sinforoso Mutis (sobrino de José Celestino) y juntos impulsaron varios trabajos de botánica.Camilo Torres fue otro de los próceres recordados por sus disertaciones políticas, pero no por sus inquietudes intelectuales. Si bien su afamado texto Memorial de agravios (1809) ha sido interpretado por sus cuestionamientos a la crisis de gobernabilidad de la Corona española, este trabajo también da cuenta de su conocimiento sobre la identidad neogranadina y la conformación de una nueva nación en los territorios del Virreinato.A pesar de que puede ser un ejercicio especulativo desarrollar una idea sobre lo que habría sido de la República sin la desaparición de estos personajes, la historiadora Margarita Garrido cree que se perdió una generación que pensó e imaginó de manera científica e ilustrada el país a pesar de las circunstancias de guerra que vivió la Nueva Granada entre 1810 y 1819.El tiempo demostró que a diferencia de lo que sostuvo Morillo, tanto España como América Latina sí necesitaban de sabios. De hecho, una de las grandes frustraciones de Colombia es no haber contado desde sus orígenes con suficientes intelectuales que construyeran el país desde las artes, la ciencia y la ilustración. Tal vez así, se habrían evitado dos siglos de confrontación armada. ¡A leer!Algunos libros recomendados para entender la historia de Colombia, particularmente a lo largo del siglo XIX.- Historia de Colombia: Jesús María Henao y Gerardo Arrubla. 1910.- Colombia, una nación a pesar de sí misma: David Bushnell. 2004.- Historia concisa de Colombia: Germán Mejía y Michael J. LaRosa. 2013.- La obra cartográfica de Francisco José de Caldas: Jorge Arias de Greiff, Mauricio Nieto Olarte, Santiago Díaz Piedrahíta y Santiago Muñoz Arbeláez. 2006.- Historia de la revolución de la República de Colombia: José Manuel Restrepo. 1827.