Tal vez esta no sea la mejor biografía de Bolívar, pero sin duda es una de las mejor escritas. Se lee como una novela. Y, como en una novela, los personajes y las situaciones dejan una impresión vívida en el lector. Aunque la autora simpatiza con Bolívar y adopta su punto de vista –quiere adentrarse en su mente–, no lo glorifica porque también nos permite ver sus errores, sus zonas oscuras y sus contradicciones. Bolívar, es sabido, fue un personaje de luces y de sombras, polémico, que siempre tendrá admiradores y detractores. Por eso, según la época, su prestigio sube o baja. Reconozcámoslo: en la actualidad, por el culto y el manoseo chavista, sus ‘acciones’ en la bolsa de valores de la historia tienden a la baja. Aunque, es preciso decirlo, la utilización política del Libertador es de vieja data en Venezuela, empezó nada menos que con el general Páez, uno de sus grandes enemigos en vida. Más allá de esos vaivenes, de las simpatías y de las antipatías, de las manipulaciones y los intereses coyunturales, hay una verdad contundente, indiscutible, que esta biografía, en buen momento, viene a reforzar: “El logro supremo del Libertador fue irreversible: los españoles nunca regresaron”.
Valga la aclaración: esta biografía es como una novela, pero como una novela de no ficción. Por las citas –generosamente las referencias de los libros van al final– y la extensa bibliografía utilizada, con fuentes primarias y fuentes secundarias, resulta evidente que Marie Arana conoce el canon esencial de los estudios bolivarianos, incluidas las biografías clásicas de John Lynch y Gerhard Masur, y las memorias de Ducoudray, que odiaba a Bolívar pero que tiene a su favor haberlo conocido. Además de su rigor y de su estilo, ¿cuál es el aporte de esta biografía? En lo esencial, Arana no disiente de la interpretación que nos habían dado sus mejores biógrafos: Bolívar fue el artífice de la revolución libertadora, pero no alcanzó a ser el arquitecto del mundo poscolonial. Un gran visionario, un regular político y administrador. Su asunto fue la gloria, no el poder. Sin embargo, a mi juicio, Arana lo dice mejor y más claro: Bolívar nos dejó una revolución inconclusa, que no hizo efectiva la igualdad y la justicia, y, con sus deslices autoritarios –“por necesidad transitoria”–, también nos dejó abierta la puerta al dictador latinoamericano. Arana no disiente de la interpretación que nos habían dado sus mejores biógrafos: Bolívar fue el artífice de la revolución libertadora, pero no alcanzó a ser el arquitecto del mundo poscolonial. No es novedoso hablar del temor de Bolívar a “los pardos”, de sus prejuicios raciales –no reconocidos abiertamente– que lo llevaron a darle un tratamiento distinto a la traición de Piar y a la de Santander: al primero lo mandó fusilar y al segundo, le perdonó la vida. Lo novedoso es la forma como Arana, en un par de pinceladas, nos describe las personalidades de los generales traidores y los sentimientos ambivalentes de Bolívar hacia ellos. Y así ocurre con episodios clave de su vida: la influencia que para el niño mantuano huérfano tuvo la calle; la forma en que Simón Rodríguez logró interesar en Rousseau al adolescente disperso y cómo el marqués de Ustáriz –su verdadero educador– lo pulió después en Madrid; la importancia de la muerte de María Teresa en su comportamiento con las mujeres; el ambiente intelectual y libertino de París; la decadencia del imperio español en sus encuentros fugaces con los reyes. En fin, la novedad –y la revelación– de los detalles decisivos.
En su reseña en Letras Libres de esta biografía (escrita originalmente en inglés, por lo cual hay que darles crédito a sus traductores al español, Mateo Cardona y Marta Cecilia Mesa), el historiador Enrique Krauze le reconoce el valor de su escritura y de su “épica cinematográfica”, pero la descalifica por hacer énfasis en “el gran hombre”, a la manera de Carlyle y no en el contexto histórico. No me parece justa la crítica: aunque el centro sea Bolívar y su gesta, el contexto está ahí. De cualquier manera, el tema es una larga y vieja discusión. No la pudo resolver Tolstói, quien no creía en el papel de los grandes personajes en los acontecimientos históricos, pero tampoco encontró sus leyes. Digamos, por ahora, que sin Bolívar la independencia habría llegado. Pero habría tardado mucho tiempo. Listen to "E12 Así suena Patricio Pron, ganador del Premio Alfaguara 2019" on Spreaker.