Por si a alguien se le olvidaba, por si alguien necesitaba recordarlo, Caifanes demostró anoche en Bogotá, una vez más, por qué es una de esas bandas dueñas de su propio plano espiritual, uno que crea con su música, con la gente que lo completa con su vibra y con los temas sensibles que decide abordar. Así, conjugando desde su historia y su presente, alcanza fibras que pocas otras agrupaciones tocan.
No por nada una bandera particular los recibe y los va a saludar cada vez que pasan por la ciudad: CAIFANES BOGOTÁ ETERNO RITUAL, profesa el telón. Y pega en la vena, porque lo que se vive en estos conciertos de los mexicanos es una fiesta de comunión y energía, que esta ocasión se lanzó sin preámbulos o teloneros. La banda abordó la tarima a las 9:10 de la noche y tocó canción memorable tras canción memorable a lo largo de dos horas y treinta minutos de concierto rotundo.
Dedicaron mucho tiempo a su música intemporal. Si no sonó TODO lo que la gente necesitaba escuchar, fue muy poco lo que se quedó por fuera. Desde esa perspectiva no dejaron lugar a ningún reproche y sí a un enorme agradecimiento. Musicalmente, Caifanes mandó a sus devotos exhaustos y felices para la casa, pero lo hizo también dando espacio a la reflexión profunda. Porque abordaron temas difíciles como el dolor y el vacío, como marca y obliga su sensibilidad. Para hacer esto, hay que ser muy grandes, muy fieles a lo que los mueve. Caifanes y su público lo son.
El aventón inolvidable
La noche del 3 de mayo de 2024, la banda integrada en 2024 por Saúl Hernández (ESA VOZ y guitarra), Diego Herrera (teclados, saxofón y espina dorsal), Alfonso André (batería, voz y tempo espiritual) Marco Rentería (bajo) y Rodrigo Baills (guitarra), inició su intervención energética del espacio con “Viento”, “Nubes” y “Para que no digas que no pienso en ti”. Así, en segundos transformaron a la expectante masa en una efervescente amalgama de voz, sonrisas y baile (produciendo un espectáculo hermoso de presenciar e integrar).
Solo entonces, Saúl Hernández le habló por primera vez a su congregación. “Caifanes a tus pies”, dijo, mirando con ojos conmovidos a la gente que llenó el Movistar. “El aplauso es para ti, no para Caifanes. Gracias a ti raza”.
No importa cuántas veces se le escuche a este hombre histórico hablarle al público, a su audiencia, con ese cariño genuino, con ese peso y, a la vez, con esa sencillez y franqueza... no deja de ser sobrecogedor. “Es increíble como, gracias a ustedes, este sueño sigue siendo fresco, poderoso. Que Dios te bendiga, raza, hoy y siempre. Muchas gracias por estar aquí”.
La pregunta que nacía allá, en ese momento, era, con esa historia, con esa entrega, ¿cómo no estar ahí? Esa pregunta le aplica en este momento a los amantes de la gran música en Medellín, ciudad que esta noche los recibe.
Y siguieron dando rienda suelta a la máquina de sentimientos, con “Miedo”, esa potente y frentera tonada de cierre tan impactante. En esa canción, durante el solo, sucedió algo interesante: Rodrigo Baills dio la impresión inicial de estar algo tímido con su guitarra. Porque a Caifanes siempre la acompaña ese trabajo que aportó Alejandro Marcovich con sus seis cuerdas, y quien ocupa ese lugar lleva una presión extra. En esa primera impresión, Baills parecía estar frenado, guardándose algo. Afortunadamente, con el paso de las canciones, mostró todo lo que se estaba guardando, que era muchísimo.
Ante el aluvión de hits, que poco respiro daban (no que eso fuera un problema), Saúl contó que habían estado pendientes de sus redes sociales, para ver qué canciones pedía la gente. “De ahí armamos la lista”, aseguró... Por eso no fue sorpresa que siguiera “No dejes que...”, y que la gente coreara sus versos a altos niveles.
Tras una hora de concierto, Hernández, chamán de facto, dijo: “Esto apenas está empezando”. No mentía; nunca nadie mintió tan poco. El cantante tuvo también el alma para tratar de desescalar un conflicto entre dos hombres en la audiencia, quizá sobreexcitados por la música y el alcohol. Y tras varios intentos fallidos con sus palabras, hizo alusión a que a las bestias se les calma con música...
En últimas, Caifanes balanceó de manera notable temas de todos sus trabajos y su más reciente sencillo para configurar un setlist impresionante. Cada quien tiene sus puntos altos, pero personalmente canciones como “Debajo de tu piel”, “Ayer me dijo un ave”, “Los dioses ocultos”, “Mátenme porque me muero”, “Aviéntame”, “Afuera” (en el que Rodrigo Baills se desató y llevó su guitarra a varios niveles, incluso Gilmourianos), fueron inolvidables. Y hubo más, muchísimo más.
Con Caifanes, con el vigor y presente que demuestra, con todo el recorrido que ostenta, después de haberlos visto en 2019 en el mismo escenario y luego en 2022, en el primer Festival Cordillera, sucede algo: su concierto más reciente parece siempre ser su mejor concierto.
Los homenajes fueron el alma
La agrupación dejó lugar para causas mayores, y lo hizo a través de sentidos homenajes. El primero de la noche vino temprano (tras media hora de éxtasis musical, pero cuando aún faltaba tanto). Al músico colombiano Chucho Merchán, le agradecieron todas las enseñanzas y la manera de luchar. Le dedicaron la sentida canción “Tortuga”.
El segundo fue para su staff, a quienes Saúl les llamó ángeles, a quienes considera tan importantes como la banda y para quienes pidió un aplauso muy grande. En particular, le rindieron tributo a uno de sus colaboradores, que cumplía años y que tocó batería con ellos en su más reciente sencillo, “Inés”. La canción cuenta la historia de una chica que se suicidó. Al respecto, dijo Saúl que en este mundo plástico, en el que las relaciones humanas se pierden, hablar de temas complicados se hace más importante que nunca.
Por eso leyó entonces un poético contexto de la mujer, o de la idea de la mujer, que inspiró la canción. Habló de esa sensación de soledad profunda que a veces la música ayuda a sopesar (”Inés vive cuando baila, canta, cuando se siente protegida, pero en la mañana vuelve a su abismo”). Habló de ese paraíso artificial de la sustancias del que nadie nos va a rescatar. No toda la audiencia tuvo toda la paciencia para escuchar, pero sí 99 por ciento de esta lo hizo con los oídos que exigía el momento.
Y luego, a Bogotá y a sus cerros le dedicaron la única canción de Jaguares que tocaron, nada más y nada menos que la increíble “Detrás de los cerros”. Qué especial que fue escucharla en este contexto y con esa dedicatoria.
El homenaje más duro y conmovedor de la noche vino justo empezando el encore. En ese momento en el que, después de “Afuera”, la gente estaba absolutamente entregada, lanzando una energía hermosa, pidiendo más, sabiendo que la banda volvería, Caifanes escogió mover el piso emocional del espacio-tiempo.
Recordaron de palabra y de imagen a Natalia Jiménez Cáceres y a su esposo Rodrigo Monsalve, una joven pareja protectora de la naturaleza, asesinada en el Caribe en 2019. La banda invitó a la tarima a la madre de Natalia, quien no pudo contener las lágrimas, quien recibió abrazos importantes y quien no se despidió hasta acercarse al micrófono y agradecer a la gente esos aplausos, esa energía y, en nombre de ambas familias, pedir justicia y reparación por lo sucedido.
Por último, pero no menos relevante, cerca del fin vino una interpretación de “Te lo pido por favor”, de Juan Gabriel. La banda acompañó la sorpresiva y agradecida interpretación con imágenes gloriosas del Divo de Juárez (1950-2016), dejando otro momento memorable por cuenta del detalle, de la canción y de lo mucho que la gente sumó con su canto. Más allá de ser mexicanos, Juan Gabriel y Caifanes comparten ese elemento de haberse engranado en la cultura, en el ADN de millones, y brotar por los poros cuando se les menciona o escucha, de cerca o de lejos.
No quedan más palabras para añadir, pero sí vale la pena recalcar que es una fortuna poder experimentar este encuentro con una banda cuyo legado es imborrable y con su líder, una figura irrepetible que hay que apreciar y admirar mientras respira.
Antes que muera
Déjame amarte en vida
Hasta que el cielo
Se caiga por nosotros...