"Podrán encerrar mi cuerpo, pero mi mente siempre será libre”. Con esa frase, un joven preso de la Cárcel Distrital de Bogotá expone su concepto de libertad. Para el fotógrafo Carlos Duque, lo que comenzó como un proyecto artístico se convirtió en un análisis sociológico crudo y doloroso, pero necesario en contextos de reconciliación nacional. La mitad de la población carcelaria en Colombia tiene menos de 30 años y, de ese grupo, el 80 por ciento pertenece a los estratos 1 y 2, según cifras del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec). Víctimas de una sociedad excluyente que no ofrece oportunidades, la mayoría de los jóvenes entre los 18 y 29 años que acaban en las prisiones han estado envueltos en delitos de tráfico de drogas, robos y violencia.“¿Dónde quisiera estar?”, le preguntó Duque a cada uno de los internos, hombres y mujeres, de la Cárcel Distrital que –seleccionados por la Fundación Teatro Interno que dirige Johanna Bahamón– participaron en el taller plástico. Todos respondieron que con su familia. “¿Y dónde se sentiría realmente libre?”. Las respuestas fueron fulminantes: el mar, el páramo, bosques, lagos y piscinas. Espacios abiertos que les dieran tranquilidad. Con base en el proyecto que tenía en su cabeza hace más de una década, el experto en imagen decidió darles a esos jóvenes la posibilidad de “teletransportarse” al lugar que soñaban. “Una libertad virtual”, dice. Viajó a todos los destinos que los reclusos le describieron, ubicó a sus familias para que salieran en la foto e hizo impresiones gigantes que llevó como telones de fondo. Los bellísimos paisajes contrastaron con el gris de las paredes y el negro de las rejas de la cárcel.Libertad incondicional. Así se llama la radiografía que hizo Carlos Duque de los presos, que complementó con las mediciones de César Caballero, gerente de la encuestadora Cifras & Conceptos, que celebrará con la exhibición su décimo aniversario. Por eso, además de las 12 fotografías de Duque, cifras e indicadores sobre las percepciones de los presidiarios acompañarán la exposición que se realizará el 16 de febrero en el Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Bogotá. Además estarán exhibidas 20 imágenes tomadas por internos que demostraron un talento excepcional en un taller de retrato fotográfico dictado por Duque y Hernando Toro, reconocido fotógrafo que se formó mientras permanecía en una cárcel de Barcelona.La radiografía va más allá de lo visual. A través de entrevistas y encuestas, los creadores del proyecto descubrieron verdades reveladoras sobre los jóvenes que pierden su libertad. Al encuestar 313 de ellos –159 por fuera de la cárcel y 154 internos–, se sorprendieron por el contraste entre el pensamiento de quienes están libres y quienes viven tras las rejas. El 98 por ciento de los reclusos cree en Dios, 10 puntos por encima de los jóvenes que no están en prisión. Y, aún más asombroso, mientras solo el 13 por ciento de estos considera importante formar una familia, el 51 por ciento de los presidiarios cree que es “lo más importante”. Pero, como le expresó Caballero a SEMANA, lo que definitivamente lo impresionó fue “la falta de confianza en las instituciones: los jóvenes tienen una pésima imagen de la justicia y, en términos de transparencia, más del 70 por ciento de los internos consideran que los jueces son corruptos y que están en la cárcel porque no tuvieron el dinero suficiente para comprarlos”.Este análisis, que entremezcla arte y ciencia, humanidad y estadística, llega a la conclusión de que las autoridades se están quedando cortas en el proceso de resocializar a los internos de las cárceles, particularmente cuando son jóvenes y deben conseguir trabajo al recuperar su libertad. La idea de Carlos Duque y Cifras & Conceptos es presentar en otras penitenciarias el video que documentó el proyecto, para inspirar a más reclusos a tomar el camino de la fotografía y a soñar con su libertad “incondicional”, sin los temores propios de la pobreza. Esto, sobre todo, si se tiene en cuenta que la mayoría de los internos que participaron del proyecto nunca terminó el bachillerato y algunos ni siquiera pasaron de primaria. Por este motivo, es comprensible que tengan más miedo a salir de la cárcel que a permanecer en ella.