Hace un frío absurdo en Bogotá, pero estos son buenos días para el escritor, editor y periodista Felipe Restrepo Pombo. Su profunda mirada de más de 30 páginas a la vida y obra de Luis Caballero, que preparó por años hablando con cercanos, leyendo toda la correspondencia del artista y todo lo escrito sobre él, fue reconocida con el Premio Simón Bolívar, un hecho que coincidió con el lanzamiento de su segunda novela, Ceremonia.

En cuestión de días, pareció quedar reflejada la amplitud de los intereses y capacidades del bogotano, nacido en 1978, que suman en un país y una región que sin mirarse al espejo no podrá avanzar. Porque el trabajo de Restrepo Pombo tiene mucho de eso, de confrontar y mirar al espejo profundamente, así lo único que arroje de vuelta sea un vacío, y ver qué sucede desde ese punto.

La novela ya congrega reacciones en torno a su filo. Sus temas resuenan con la élite de este país, su presente y su pasado. Y la pueden incomodar, lo cual intriga al resto de los mortales. El privilegio está siempre presente en este relato, pero ni siquiera alcanza a revelarse entretenido. Estas personas están mejor alimentadas, mejor vestidas, se ven “mejor” en Instagram, pero ¿quién ve por dentro?: Restrepo Pombo. Cuenta que los vacíos insuperables del privilegio son algo de lo cual es difícil escapar. Además, estos no están exentos de peligros, tradicionales o alternativos, porque, cuando los lloran y se sienten susceptibles, hay sectas al acecho con los brazos abiertos y muy dispuestas a escucharlos.

Felipe Restrepo Pombo, nacido en 1978 en Bogotá, vive días felices. | Foto: Juan Carlos Sierra SEMANA

Restrepo Pombo no le pone fronteras geográficas a su trabajo, un hecho que obedece mucho a su recorrido fluido entre el México que habita y este país; pero es inevitable ver una Colombia poco contada reflejada en la familia Ibarra, que le presenta al mundo por medio de tres generaciones. El escritor retrata la entraña de un emporio construido con la ambición creciente del patriarca, Arturo, defendido con violencia, y deshecho por esa misma cuenta, en un contexto de creciente paramilitarismo. En paralelo, nos muestra las jaulas de cristal de su hijo Mauricio y de sus nietos, perdidos en ellas o escapándose como pueden. La hacienda, Santa María, es una de tantas y vastas en Latinoamérica, que cambian el destino de poblaciones circundantes y países enteros. Restrepo lo sabe. Ha vivido de cerca la estela del poder, la ha entrevistado en estas fincas, la conoce y la narra. Esto le contó a SEMANA sobre su novela.

SEMANA: Háblenos sobre el proceso de ‘Ceremonia’. ¿Cuánto le tomó terminarla?

Felipe Restrepo Pombo: Soy muy lento. A mi primera novela, Formas de evasión, y a esta segunda les he dedicado años. Desde que tuve la idea hasta terminarla, pasaron cuatro o cinco años, sin contar edición. Pienso mucho en las historias y tengo la formación del cronista: pienso la escritura como un ejercicio de observación, una mirada. Y tenía la idea de escribir una saga. Las grandes sagas familiares del boom latinoamericano de García Márquez, de Vargas Llosa, de Carlos Fuentes siempre me gustaron y, guardando las proporciones de mi talento y de mi escritura, quise hacer algo similar.

SEMANA: ¿Qué otros trabajos influenciaron la escritura y el tono?

F.R.P.: Truman Capote siempre ha sido mi autor favorito, y me fascinó su novela inconclusa, Plegarias atendidas, en la que pretendía hacer un gran retrato de la élite neoyorquina. Las correcciones, de Jonathan Franzen, es una novela alucinante en la que el autor aborda los problemas de una familia más contemporánea de clase alta en Estados Unidos; y en Canción dulce, la escritora francesa Leïla Slimani cuenta la historia de una familia de clase alta en París. Esa suma de lecturas me fue dando mucho el tono inicial, la idea de lo que yo quería contar.

La portada del libro hace alusión a los diagramas y esquemas que las sectas utilizan para propagar su mensaje. | Foto: Cortesía Editorial Planeta

SEMANA: Luego vino su trabajo, definir las historias...

F.R.P.: Empecé a hacer mucho trabajo de memoria, a pensar en las familias ricas que he conocido y en los mundos en los que he tenido la suerte, o no, de participar. Y empecé a hacer mucha reportería, siempre la hago, ya sea para ficción o no ficción, me gusta entrevistar, preguntar, investigar. Y ahí encontré el tema de las sectas. Entrevisté a muchos millonarios que han estado en ellas, notablemente a una chica que hace poco estuvo en una muy famosa en Estados Unidos y México que se llama NXIVM, de la cual se han hecho documentales e investigaciones. Más que contar la historia de la secta, me interesaba cómo alguien que es millonario y tiene todo solucionado, en principio, decide meterse a eso sabiendo que era una secta. Mi tesis es que hay un enorme vacío y este tipo de cosas llenan esos vacíos. En las élites hay mucha gente con esos vacíos y los llenan con ceremonias.

La gente parte de esa idea de que los ricos tienen todo solucionado y yo quería mostrar, sin juzgar y sin hacer crítica, que hay soledad, miedo, represión y una cantidad de cosas que no necesariamente se han narrado y que existen.

SEMANA: Desde su escritura parece haber una denuncia, con ráfagas de marcas que bordean la exaltación del lujo y el vacío de la repetición...

F.R.P.: Yo no trato de hacer ningún juicio, caricatura o crítica. Yo cuento lo que hay ahí, con una cierta mirada sarcástica, pero en ningún momento digo “esto es ridículo”. Menciono las marcas, porque en esos mundos el consumismo es fundamental, una forma de pertenecer a ese teatro, a esa ceremonia, a esa representación. Las marcas Gucci, Ferragamo y blablablá son un código compartido. Por mi trabajo, he tenido acceso al mundo de la moda y de la relojería, de los carros, del lujo, y me pareció que venía muy bien en este mundo de la familia Ibarra. No creo que sea irrespetuoso, tampoco es una alabanza.

F.R.P.: La novela aborda temas enraizados en este país, terratenientes que ante amenazas se armaron de ejércitos propios...

F.R.: Desde Formas de evasión había pensado en que mis novelas no ocurrieran específicamente en Colombia o en algún país de Latinoamérica, pero sí hay narrativas comunes que a mí me interesan. En la novela anterior, estudié ese origen del paramilitarismo, y aquí quise ir hacia atrás, con estos terratenientes y esta formación de ejércitos para defender sus terrenos, ante unas autoridades cómplices y frente a unas guerrillas que iban surgiendo. Me encontré con historias en las que pasó que el terrateniente terminó siendo desterrado por los paramilitares que creó. Me interesó el tema del origen y de la influencia de esos movimientos paramilitares en la sociedad, y cómo en las élites se volvió algo muy real.

SEMANA: Sus personajes viven sexualidades expresas y casi opuestas. El joven Patricio explora su sexualidad, con los dolores que acarrea, y a su abuelo lo conocemos desde represiones que estallan...

F.R.P.: La represión y las apariencias me llaman la atención. Ver cómo en ciertos mundos de élite y aristocracia, en los que uno pensaría “Hombre, no hay nada que ocultar”, es todo lo contrario. Son prisiones en las que las personas no pueden ser lo que quieren ser. Patricio es un personaje que quiero mucho. Tomo de mi vida, de la vida de gente que conozco, y es esa lucha entre querer ser algo, sentir que uno es algo y no poder serlo, porque no le agrada a los demás o por unas convenciones sociales que quién sabe quién se inventó y quién sabe por qué hay que respetar.

A mí mismo me tomó muchos años entenderme, aprender a tener mi proceso, conocerme, y un poco salirme de esas imposturas, y puse mucho de eso en el personaje de Patricio. Pero casi todos los protagonistas de la novela tienen una represión sexual, un problema con su sexualidad, y todo tiene que ver con que pertenecen a un círculo en el que hay como esta negación de lo que uno es. Toca ser de una manera, y si no se es de esa manera, no se pertenece. Y no pertenecer es el gran pecado.

SEMANA: Los ricos también lloran, un tema fascinante y central en series de presente vibrante como ‘Succession’...

F.R.P.: Hacia el final de escribir esta novela, pasaron dos cosas. Por un lado, vi esta serie, de las mejores que he visto, con una escritura increíble y similitudes a Ceremonia, aunque más centrada en ‘el negocio’. Al verla me sentí triste, pensé “Alguien hizo lo que pensaba hacer”, pero le di la vuelta, pensé que podría ser como un Succession latinoamericano y lo estaba haciendo bien.

Por otro lado, el estallido social en Colombia me hizo pensar mucho sobre las distancias abismales que hay en estas sociedades latinoamericanas. Muy pocos tienen muchísimo, muchos tienen poquísimo, es dramático e injusto, y uno tiene que manifestarse, decir que estos extremos son aberrantes, que algunos compren relojes y zapatos sin pensarlo mientras miles de personas no reciben una sola oportunidad. Y no es incurrir en un petrismo de ricos contras pobres, no me interesa, pero uno tiene que darse cuenta de cómo es la sociedad en la que vive, y si es un creador, tiene que comentarlo.

No es incurrir en un petrismo de ricos contras pobres, no me interesa, pero uno tiene que darse cuenta de cómo es la sociedad en la que vive, y si es un creador, tiene que comentarlo

SEMANA: Ganó un Simón Bolívar por su trabajo sobre Luis Caballero y sobre Antonio Caballero escribió varias veces. ¿Marcaron su camino?

F.R.P.: Escribí mucho sobre Antonio, y de hecho escribí un obituario que salió en el diario El País de España. El trabajo de los dos hermanos, Antonio y Luis, siempre me ha llamado mucho la atención. Sí ha sido una influencia. No pienso mucho en esas influencias que lo formen a uno como escritor, pero sí creo que a lo largo de mi vida me ha interesado el trabajo de los dos: el de Antonio, como escritor, columnista, caricaturista y el de Luis, obviamente, como alguien que yo considero es uno de los grandes artistas de la historia de Colombia.

Y no solo el trabajo, la vida, ambos llevaron vidas muy particulares. Luis, sobre todo, fue un hombre muy atormentado, que murió muy joven. Que encontró muy joven su vocación y que, cuando la encontró, se dedicó locamente a hacerlo. Y Antonio, un hombre con una vida súper interesante, que escribió un poco de todo, que sabía de historia, de arte, de literatura, de periodismo, un observador de cierto mundo que a mí me interesó. Y ahí estaría la influencia más clara, el interés que me generó desde muy chiquito Sin remedio, esa mirada cínica, caricaturesca de una sociedad.

Este premio fue muy chévere pues a este trabajo investigativo le dediqué años. Leí toda la correspondencia de Luis Caballero, todos los artículos críticos que se han escrito sobre él, leí los pocos libros que existen, investigué todo, hablé con su familia, gente cercana, años de trabajo. El artículo tiene unas 30, 35 páginas que muy generosamente me publicaron en El Malpensante.

SEMANA: Usted es un hombre de revistas. En Ceremonia hay referencias a una particular. ¿Cómo ve el presente de estas publicaciones?

F.R.P.: En Formas de evasión, el personaje Víctor Umaña es un informante, un reportero que ha tenido múltiples identidades y trabaja para la revista de los Ponce, Hoy x Hoy, y hasta ahí todo es ficción. Todo es imaginación...

Sobre el escenario actual de las revistas, es un mundo que ha cambiado totalmente desde cuando empecé a trabajar en ellas hace 20 años. Han muerto muchos proyectos periodísticos interesantes, pienso que las revistas han ido perdiendo la relevancia que tenían y su lugar muy importante en el debate público (en el que me formé y me convertí en la persona que soy).

Sin embargo sigo admirando el trabajo de quienes siguen en las redacciones, yo mismo sigo colaborando con revistas y espero hacerlo toda mi vida. Y esperaría que las revistas y los medios en general vuelvan a encontrar su espacio.