Viaje. Ese es el concepto que define al Festival Internacional de Música de Cartagena 2016, que dio inicio el pasado 8 de enero a su décima edición. Tras recorrer desde 2007 por lo mejor de la música de Europa y de América, el Festival llega Hacia Tierra Firme, que es el título de la presente edición. Ya se lo había explicado su director, el italiano Antonio Miscenà, a la revista SEMANA: “la esencia es el encuentro de dos culturas musicales, de dos almas, la europea y la americana”.Y el músico catalán Jordi Savall interpretó esta idea a la perfección. Él es uno de los invitados más importantes de la décima edición, pues es célebre por tocar la viola de gamba, por dirigir los grupos Hespèrion XXI y La Capella Reial de Catalunya y por estudiar a fondo las tradiciones musicales antiguas: ha producido más de 230 discos de música medieval, renacentista, barroca y del clasicismo. Su presentación estuvo a la altura de lo que el público esperaba. Savall interpretó Cristóbal Colón Paraísos Perdidos en el Teatro Adolfo Mejía a las 7:00 de la noche. Este concierto, a través de la música, viajó por varios episodios de la historia: la presencia árabe en el sur de España, la vida de Cristóbal Colón y de los Reyes Católicos, la expulsión de los judíos y de los musulmanes, la reconquista de Andalucía y el descubrimiento de América. Un viaje por el mundo. Un viaje por la tradición judía, árabe, cristiana, española, indígena. En suma, un viaje por el nuevo mundo. Un recorrido en el que se interpretó la viola de gamba, la guitarra, la tiorba, el arpa, el laúd árabe, la flauta, la chirimía, el tambor, entre otros. En el que se escucharon cantos en árabe, textos recitados en hebreo y náhuatl, lengua nativa de origen mexicano. Y en el que la música se complementó con la poesía, la dramaturgia y la mitología. La hora de la música sacraA las cuatro de la tarde, en la Capilla del Hotel Santa Clara, se presentó otro de los invitados más esperados: el italiano Rinaldo Alessandrini, director del grupo Concerto Italiano, reconocido por interpretar música sacra, renacentista y barroca. El italiano no solo se presentó con su grupo. También dirigió al Coro Filarmónico Juvenil y a la Orquesta Filarmónica Juvenil de Cámara de Bogotá.Interpretaron dos obras sacras: Gloria de Antonio Vivaldi y Misa de San Ignacio de Domenico Zipoli. La primera, creada en Europa. La segunda, Zipoli la compuso cuando integró una misión jesuita en América. Así, el concepto que define esta edición comienza a coger fuerza. No hay que olvidar que una de las novedades de este año es que varios conciertos tendrán una parte dedicada a la música europea y otra a la americana para ver cómo se complementan estas dos tradiciones, cómo se han definido entre sí a lo largo de la historia. Desde su primer día, el Festival ratificó cuáles son sus intenciones, cuál va a ser su sello. El viaje continua.