Cuando las autoridades de Barranquilla abrieron las puertas del Museo del Caribe, el 24 de abril de 2009, muchos en la capital del Atlántico exclamaron “¡por fin!”. En efecto, luego de varios años y de muchos aplazamientos, con su inauguración se cumplía parte del proyecto concebido en 1998 por Gustavo Bell, Gabriel García Márquez y Julio Mario Santo Domingo: crear un complejo cultural conformado por varias instituciones que promovieran el patrimonio natural, cultural e histórico del Caribe colombiano y que aprovecharan la restauración del centro histórico de la ciudad para crear más espacio público.El museo no solo significó un hito arquitectónico para la ciudad –con un edificio diseñado por Giancarlo Mazzanti–, sino que también fue el primero de su tipo en Colombia. Por medio de mapas interactivos, videos, sonidos, música, trajes, imágenes y objetos históricos mostraba diferentes dimensiones de la identidad caribe, a la que pertenecen los habitantes de 8 de los 32 departamentos en Colombia.Puede leer: La Universidad del Rosario se estrena como museoCon el tiempo, se convirtió en uno de los espacios culturales más importantes de la ciudad y en un atractivo turístico. Y a su alrededor fueron apareciendo, según el plan diseñado en 1998, más instituciones que conformaron lo que hoy se conoce como el Parque Cultural del Caribe: la Mediateca Macondo, la Biblioteca Infantil Piloto del Caribe, el restaurante Cocina del Museo, el Jardín de las Mariposas y la Plaza Mario Santo Domingo. Hasta el año pasado, de hecho, en la zona aún se construía la nueva sede del Museo de Arte Moderno de Barranquilla (MamB), con la que la entidad –fundada en 1974– tendría por fin un edificio acorde para su labor.Pero las cosas cambiaron abruptamente. El museo cerró sus puertas a comienzos de marzo debido a un daño en el sistema de aire acondicionado, luego de varios rumores de problemas financieros y de una baja en el número de visitantes. Eso se juntó con la suspensión de las obras de la nueva sede del MamB –que hasta diciembre se habían adelantado sin contratiempos– por falta de recursos. Ambas situaciones destaparon una crisis económica y administrativa que obligó a renunciar a la directora del parque y del museo, María Eulalia Arteta, y que llevó a la junta directiva a nombrar provisionalmente a Carmen Arévalo, quien había sido una de las gestoras de la institución.Le recomendamos: Las hermanas que se conocieron después de 30 años y descubrieron que su papá era una momia“Yo sabía que la situación financiera era muy difícil –explicó Arévalo a SEMANA–. El museo se mantuvo abierto a pesar del daño de algunos de los equipos porque no había forma de pagar el mantenimiento, pero cuando el sistema de aire acondicionado colapsó, no hubo nada qué hacer. Recibí un museo cerrado”. Y aunque actualmente, y gracias al apoyo de una empresa privada de la región, consiguió un nuevo sistema que instalarán mientras la institución permanece cerrada, la crisis ha llevado a muchos a preguntarse qué llevó a una de las instituciones más importantes del Caribe a esta situación.Lo cierto es que el museo –como sucede con otros espacios culturales en Colombia– funciona como una entidad privada sin ánimo de lucro. Es decir, las entidades estatales como la Alcaldía de Barranquilla o la Gobernación del Atlántico solo pueden dar plata para proyectos específicos. Para el mantenimiento, la supervivencia, la nómina y otros gastos, dependen del aporte de las empresas privadas y de los recursos propios: la taquilla, la tienda o los parqueaderos. La estructura ha demostrado ser insuficiente. El museo solo genera el 20 por ciento del total de los ingresos, y aunque no hay cifras concretas de cuánta plata necesita la institución para recuperarse, Arteta (la exdirectora) alcanzó a decir en algunos medios locales antes de salir del cargo que el monto estaba alrededor de 2.500 millones de pesos.Por eso, Arévalo se propuso, entre otras tareas, evaluar si es posible cambiar la estructura legal del museo para que el Estado participe permanentemente. La Alcaldía y la Gobernación se mostraron de acuerdo y un equipo de abogados ya evalúa los escenarios. Al mismo tiempo, con el apoyo de empresas privadas y de la Cámara de Comercio de Barranquilla, van a aprovechar el cierre para hacer varias reparaciones locativas y reponer los equipos dañados; la meta es abrir las puertas nuevamente para los Juegos Centroamericanos y del Caribe, que comienzan en julio. La tercera línea es una revisión interna: “Queremos reflexionar –cuenta Arévalo–. ¿Cómo funcionan estas instituciones? ¿Cómo administramos esta escasez? ¿Cómo enamoramos a la gente? Debemos reinventarnos y ponernos al día”.Le sugerimos: Una colección degenerada: la historia de Hildebrand GurlittEl MamBEl problema con la obra del Museo de Arte Moderno de Barranquilla (MamB) es distinto. En una primera fase, gracias al aporte del Ministerio de Cultura y de Findeter, quedó lista la parte exterior mientras el interior permaneció en obra gris. La segunda fase, para terminar el edificio y dejarlo listo para su inauguración, será financiada por la Alcaldía de Barranquilla (6.000 millones de pesos) y la Gobernación del Atlántico (3.000 millones de pesos), pero ninguna de esas entidades puede girar los recursos hasta que no se liquide el contrato de la primera fase, algo que no se podrá hacer hasta después de la ley de garantías. “La plata está presupuestada y garantizada, solo falta un tema contractual”, explica María Eugenia Castro, directora del MamB.Y aunque parece haber soluciones para los problemas a corto plazo, muchos piensan que hay que aprovechar esta coyuntura para debatir sobre un tema de fondo, pues son varios los escenarios culturales de la capital del Atlántico que pasan por dificultades: el teatro Amira de la Rosa –el más importante de la ciudad– lleva cerrado casi dos años por problemas estructurales; el edificio de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico (un inmueble histórico) tiene grietas y en algunas partes el techo se cayó; y el Museo Romántico lleva varios años entre cierres y aperturas.Ante esa situación, varios artistas fundaron el movimiento Indignados por la Cultura en Barranquilla, que ha venido organizando foros y debates sobre estos temas y que quiere montar una veeduría ciudadana sobre los espacios en crisis. Las autoridades, por otro lado, piensan que han venido solucionando cada uno de los problemas y que la actual coyuntura ofrece una oportunidad para darle un nuevo impulso a la ciudad. Hoy muchos recuerdan cuando en 2013 Barranquilla fue nombrada Capital Americana de la Cultura. La idea es no perder ese renombre y cuidar el legado de lo construido por años.