Del juego de texturas por jóvenes artistas como el colombiano Óscar Murillo al trabajo tradicional de veteranos como el alemán Gerhard Richter, la pintura abstracta prospera mediante un diálogo entre estilos que la galería Gagosian recoge en una gran exposición en Londres.
“Pintura abstracta es un término que llevamos más de cien años intentando definir y no existe consenso”, explica el comisario Gary Garrels el jueves, en la presentación de la muestra que hasta el 25 de agosto monopolizará los dos locales que la galería tiene en el barrio londinense de Mayfair.
“Para mí, es una pintura que mantiene una conversación interna, en la que los componentes de la propia pintura -el color, la superficie, la textura, el tamaño, los materiales- son los elementos primarios, que no se refiere a algo externo de algún modo descriptivo”, agrega.
Tras año y medio visitando estudios de artistas de “tres generaciones”, reunió 41 cuadros recientes, algunos de ellos concebidos expresamente para la exposición. Representan a 41 pintores vivos —algunos súper famosos, otros prácticamente desconocidos— con el objetivo de examinar el estado de salud de un arte que a veces se ha tildado de moribundo.
¿Su diagnóstico? “Lejos de estar muerto, está muy vivo”, afirma. “Tenemos al menos otro siglo por delante”, agrega, asegurando que la pintura abstracta prospera gracias a su “increíble variedad, riqueza y diversidad” de estilos.
Para demostrarlo, la muestra comienza con la oposición entre obras de dos pintoras europeas de la misma edad que no pueden ser más diferentes: la gran y caótica It’s not yesterday anymore (2022) de la británica Cecily Brown, con su explosión de ásperos trazos y colores, y la pequeña y precisa Emko (2023), ejemplo de la suave geometría gráfica monocromática de la alemana Tomma Abts.
Cada cuadro se expone solo, sobre una gran pared blanca, para resaltar la individualidad de los artistas.
“Perseguir su propia visión”
Las salas se organizan por afinidades entre pintores, ya sean temporales, geográficas o estilísticas.
El abigarrado cuadro Abstraktes Bild (2017) de Richter, dialoga en una de ellas con el minimalista Rivers (2020-21) del pintor norteamericano Brice Marden. Pero también con la fluidez orgánica de Rainbow Waterfall #6 (2022) de la estadounidense Pat Steir.
Son representantes de una generación que emprendió la pintura abstracta en los años 1960, “pero han seguido produciendo grandes obras”, subraya Garrels.
En el extremo opuesto de la exposición, Murillo presenta manifestation (2020-22), mezcla de pintura al óleo convencional, barra de aceite, grafito y espray sobre lienzo y lino.
El dramatismo de sus gruesos trazos oscuros contrasta con la ligereza y luminosidad de Untitled (2022) del joven estadounidense Ryan Sullivan. Sin embargo, su combinación de resina de uretano moldeada, fibra de vidrio y epoxi hace que ambos compartan un juego de texturas sin restricciones.
En una modalidad artística en la que “no existen movimientos”, cada artista crea su estilo, “persigue su propia visión”, subraya Garrels.
Mientras para algunos todo está en el gesto y la expresividad del trazo, otros se focalizan en un arte “tranquilo” basado en superficies puras, casi homogéneas, con escasos matices tonales.
Muchos de estos artistas tienen relaciones de amistad que, afirma el comisario, se plasman en el diálogo que mantienen sus trabajos.
Es el caso, por ejemplo, de la estadounidense Jacqueline Humphries y la alemana afincada en Estados Unidos Charline von Heyl, que comparten el gusto por una pintura indirecta, realizadas por mediación con pantallas u otros utensilios, que les da un carácter elusivo y difícil de aprehender.
La muestra reúne exclusivamente a artistas alemanes, estadounidenses y británicos. Pese a haber nacido en La Paila y tener doble nacionalidad colombiana/británica, Murillo, que vive en Londres, creció y se formó en el Reino Unido, adonde emigró con su familia siendo niño.