En "La Terraza" están reunidos los invitados a la espera de que la anfitriona anuncie que pueden pasar a la mesa para degustar exquisitas viandas y beber copiosamente. Casi todos pertenecen a la capa intelectual italiana vinculada, de una u otra forma, con el mundo del cine. Entre estos convidados, sobresalen cuatro personajes: un periodista desencantado de su trabajo (Marcello Mastroianni), un guionista de cine atormentado porque no se le ocurren nuevas historias (Jean Louis Trintignant), un diputado y jefe de la comisión cultural del Partido Comunista Italiano (Vittorio Gassman) y un próspero productor cinematográfico (Ugo Tognazzi). Durante la velada, todos asumen posturas culturales y políticas tratando de encubrir sus vicios grandes, vicios pequeños, hábitos siniestros, psiques retorcidas, almas atormentadas. Se ven viejos, cansados. han atravesado la barrera de los cincuenta años y parece como si por fin hubieran sido domesticados por esa sociedad que tanto criticaron.Todos lucen ahora saco y corbata, se tiñen el pelo y se miran una y otra vez en el espejo antes de salir de sus casas. Han quedado atrás los años de los pañuelos multicolores atados al cuello, los collares de cuentas que se balanceaban sobre el ombligo, las blusas hindúes tenues y deshilachadas, en síntesis la moda que englobaba a toda persona que sintiese debilidad por las poses un tanto exóticas del mundillo intelectual de los setentas.Ettore Scola, el director, los ha convocado en "La Terraza" con el propósito de reflexionar sobre las ilusiones fracasadas y la decadencia de un cine que se muere de senectud. Pero para mostrar lo conflictivo de cada uno de esos mundos interiores, Scola no filma la fiesta de un tirón. Utiliza un ritmo pausado, repitiendo escenas una y otra vez, con un montaje lento, sin muchos cortes, lo que para el espectador colombiano, acostumbrado al rápido bombardeo de escenas del cine norteamericano, resulta desesperante y tedioso. Sin embargo, esta estructura narrativa elegida por el director italiano es muy efectiva para su propósito de crear una atmósfera de corrosiva amargura. El productor exige al guionista que haga reir, urgencia que no divierte a éste y lo precipita hacia una insondable laguna creativa. El diputado sufre una crisis ideológica paralela al enamoramiento de una mujer mas joven que él (Stefania Sandrelli), con la que aparece fotografiado en la portada de una revista frívola. El periodista, separado de su mujer, trata de reconquistarla, aunque ella, cansada de la relacion, ve en él a un hombre acabado.Si "Nos amamos tanto", otra película de Scola filmada en 1974, era una nostálgica evocación de ilusiones quebrantadas, "La Terraza" es una ambigua recriminación sobre el fracaso del idealismo de los intelectuales hecha en un tono de comedia grotesca. En ella, muy acorde con el tema tratado, brilla por su ausencia ese bello tono poético que Scola logró cuando reunió a Soffia Loren y Marccello Mastroianni en su pelicula "Un día muy especial". Esa era una jornada apacible, mientras que "La Terraza" es un intento de Scola por mostrar el interior de los personajes y llevar a término, de manera despiadada, una exposición crítica acerca de la realidad social de un sector privilegiado de la sociedad italiana.A Scola se le ha reprochado muchas veces su malicia para tratar a la generación de intelectuales de las últimas tres décadas. El mismo se cuenta entre ellos. Sin embargo, manifiesta que la crítica y ácida ironía que hay en sus cintas, la hace como un llamado de conciencia dirigido a los individuos que están de cara a la comunidad (cultura, comunicaciones, política). Esto queda explicito en "La Terraza", y aunque para algunos esta película adolece de esquematismo y superficialidad, hay que tener en cuenta que la versión exhibida en el país está disminuída en una hora con lo cual han quedado suprimidos muchos momentos claves para su total apreciación.