A través de las oraciones no solo se elevan a Dios las plegarias para obtener algún favor o ayuda, en tiempos de adversidad, sino también para agradecer por cada día de vida, el trabajo, refugio, la salud, alimentos y demás bendiciones. Uno de los aspectos que suele resaltarse entre líderes espirituales es la importancia de reconocer los errores.
La confesión es uno de los sacramentos que, en otras palabras, busca la reconciliación con el Ser Supremo a través del arrepentimiento y absolución de los pecados. En el catolicismo los feligreses acuden a un sacerdote para exponer sus ‘errores’, a la espera de que, a través del religioso, se acceda al perdón de Dios.
También hay oraciones y clamores, compilados en la Biblia, con los cuales se espera hacer un cambio de vida al reconocer cuando se ha optado por, quizás, caminos ‘equivocados’ a los ojos de las sagradas escrituras. El propósito de buscar la comunicación con Dios es que él pueda observar, según los creyentes, un arrepentimiento sincero y propósito de cambio.
El siguiente salmo es recopilado por el portal religioso Desde la Fe.
Salmo 51 para pedir perdón
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!
Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos. Por eso, será justa tu sentencia
y tu juicio será irreprochable; yo soy culpable desde que nací; pecador me concibió mi madre.
Anhelo de renovación interior. Tú amas la sinceridad del corazón y me enseñas la sabiduría en mi interior.
Purifícame con el hisopo y quedaré limpio ;lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Anúnciame el gozo y la alegría :que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta tu vista de mis pecados y borra todas mis culpas.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga:
yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti.
¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío, y mi lengua anunciará tu justicia!
Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado.
Trata bien a Sion, Señor, por tu bondad; reconstruye los muros de Jerusalén.
Entonces aceptarás los sacrificios rituales–las oblaciones y los holocaustos
y se ofrecerán novillos en tu altar.