Por una tradición que se remonta a 1929, cuando salió al aire la primera emisora, La voz de Barranquilla, en Colombia la gente oye radio. Ningún avance de la tecnología, hasta el momento, ha conseguido desplazar el milagro de las ondas hertzianas que Guillermo Marconi, a finales del siglo XIX, se las ingenió para convertir en eso que se conoce como la radio.
La cantidad de emisoras en el país resulta sorprendente: casi 2.000. Las hay para todos los gustos: comerciales, religiosas, comunitarias, de noticias. Hasta las dedicadas a la cultura que, desde luego, son las más pocas.
Hacer radio cultural es un asunto quimérico. Una quijotada en los límites mismos de la demencia. Porque salvo el caso de la Radio Nacional, que cuenta con el patrocinio del Estado, las demás tienen que hacer toda suerte de maromas para sobrevivir. Hay qué ver cómo se las ingenian para sobrevivir.
Casi sin excepción, como si se tratara de un tema de selección natural, las universidades han sido las encargadas de crear emisoras dedicadas a la cultura, con tintes académicos, desde luego. En 1934, la de Antioquia fundó la primera. En 1948, la Bolivariana de Medellín hizo lo propio. En Bogotá, la Javeriana fundó la suya en 1977.
Una obsesión radial muy secundada
El asunto empezó a obsesionar a Jaime Pinzón López en 1981, cuando ocupaba la rectoría de la Jorge Tadeo Lozano. Tan en serio que para darle forma llamó a dos de los colombianos más autorizados en la materia: Fernando Gómez Agudelo y Bernardo Hoyos. Ambos, como él, abogados de profesión.
Fernando Gómez Agudelo, el pionero de la televisión en el país, un melómano de tiempo completo y pianista en uso de buen retiro, era famoso por su gran cultura, su audacia y el dominio de la música de Johann Sebastian Bach. Bernardo Hoyos había regresado al país luego de haber trabajado por años en la BBC de Londres, humanista y melómano.
La amistad y el mutuo respeto que se profesaban debió facilitar la labor de ese par de personajes que aunaban culturas enciclopédicas, seriedad, cero pedantería y espíritu joven. Durante dos años se dieron a la tarea de crear la filosofía de la que sería la HJUT 106.9 y diseñar la parrilla de programación.
Para agosto de 1982, ya con una licencia del Ministerio de Comunicaciones, comenzó el montaje, la adquisición de los equipos para finalmente, en 1983, salir al aire. Hace ya 40 años.
Música, propósito y empresa
Lo realmente novedoso de la nueva emisora fue su filosofía, que, con los ajustes que cada época le ha impuesto a lo largo de cuatro décadas, se basa en tres puntales: educar, informar y entretener.
Educar porque, al fin y al cabo, es el medio de una institución universitaria y no puede permitirse ignorar su esencia académica. Informar, pues Gómez Agudelo y Hoyos eran eso que llaman “hombres de medios”, periodistas convencidos de que la radio cultural no debe, ni puede, ser marginal. Y entretener, pero con lo mejor, porque la HJUT es el más poderoso bastión de la música clásica; también ahí se siente, aún hoy en día, el sello de los fundadores, un bastión de lo clásico, pero sin fundamentalismos. Siempre ha habido cabida para otras manifestaciones.
Para dirigirla, se convocó, cómo no, a un avezado melómano, Enrique de Vengoechea Baraya, una autoridad en materia lírica, que en cosa de un año puso al aire lo que estaba sobre el papel, bajo la tutela de la Fundación para el Desarrollo Universitario de la Tadeo y un comité, del cual formaron parte los fundadores.
De convertirla en empresa se encargó María de Latorre, que asumió la dirección en 1985. Fue ella quien, pensando justamente en los oyentes jóvenes, buscó sintonizarse con ellos. Así, dio cabida a manifestaciones como el bolero, la salsa y el rock, pero también a Otto de Greiff, el decano de la música clásica en el país; Jean Louis van Meerbeke, Cecilia Fonseca, Hernando Caro Mendoza, el mismo Bernardo Hoyos y, para que no haya cabida a malentendidos o suspicacias, quien firma este artículo. Un elenco imposible de mencionar en detalle.
Bernardo, el director de Santa Rosa
Es verdad que han sido muchos los nombres que, a lo largo de estos 40 años, han aportado a la consolidación de la emisora. Muchos han puesto la voz para darles carácter a las emisiones: Guillermo Andrade y Édgar Forero, al principio; Laura García, Cecilia Fonseca, Hernando ‘el Capi’ Romero Barliza y Yulika Uprimny en los últimos años.
Otros se han encargado de hacer que el barco navegue: Julio Sánchez Reyes, por años, se encargó de la programación; Inés Londoño organizó la colección y archivos sonoros. En los últimos años, no se podría entender que las cosas funcionen sin Enrique Araújo, Orlando Ricaurte o Rogelio Delgado, que, por cierto, anda al frente de la dirección en los últimos tiempos. Los rectores, algunos con la misma mística de Jaime Pinzón y los directores de la Fundación, son fichas fundamentales de este engranaje.
Sin embargo, la figura tutelar, quien se encargó de imprimirle carácter, fue Bernardo Hoyos, que estuvo al frente de la dirección desde 1999 hasta 2012, el año de su muerte. Su estilo inconfundible y su voz llenan esta historia desde el primer día. Era tan culto y carismático que a Santa Rosa de Osos, donde nació en 1934, por cuenta suya hay quienes la llaman Santa Rosa de Oxford…