Rubem Fonseca Cuentos completos Tusquets, 2018 Tres volúmenes Hay cuentistas de raza pura, como Poe, Borges, Chéjov, Carver, que solo cultivaron ese género y nunca tuvieron la tentación de la novela. Sí de la poesía, por su brevedad y síntesis, hermana del cuento. En el caso de Chéjov, su otra tentación fue el teatro, acción y diálogos, aunque sus obras teatrales, igual que sus cuentos, son pequeños dramas cotidianos. Y hay grandes cuentistas, como Cortázar, como Rubem Fonseca, que incursionan en la novela con éxito, pero siempre regresaron al cuento, su punto de partida y de llegada.
Al fin tuvimos, a finales de 2018, los cuentos completos de Rubem Fonseca, que suman tres volúmenes –cinco libros por tomo– y 1.633 páginas; más que la obra cuentística de Borges, Chéjov o Carver. No era fácil, al menos en Colombia, acceder a la obra de Fonseca, luego de que la editorial Norma, que empezaba a publicarlo y a traducirlo –muy bien, por cierto–, a comienzos de este siglo, desapareció temporalmente. Dependíamos de una pequeña editorial independiente mexicana, Cal y Arena, que le apostó a Fonseca cuando todavía no tenía el reconocimiento literario que llegó a tener, pero sus traducciones no son las mejores. En fin, tenemos los Cuentos completos de Fonseca, una dicha para sus fanáticos y una buena oportunidad para quienes quieran leerlo. Es hora de empezar a hacer un balance de su legado, dada su muerte reciente, en plena pandemia. Aunque Amalgama, el último libro de cuentos incluido en esta edición de Tusquets, es de 2013. Es muy probable que el maestro, prolífico y vital hasta sus casi 95 años, haya dejado varios cuentos inéditos. En cuyo caso podríamos ver en los próximos años una edición –al mejor estilo de Augusto Monterroso– titulada Cuentos completos y otros cuentos. Desde luego, los temas de Fonseca en sus cuentos son los mismos que los de sus novelas: una exploración del mal, de los abismos del ser humano, la violencia, el deseo y una feroz crítica social combinada con una reflexión permanente sobre el arte de escribir. Asesinos, vengadores, libertinos, pervertidos, marginales y gente poderosa interactuando; policías, prostitutas, abogados criminalistas y, claro, escritores pueblan estas narraciones. Con una ciudad no tan al fondo, asfixiante, presente: Río de Janeiro. Para Fonseca, el escritor no debe ser complaciente, tiene que ser perturbador. Como lo dice uno de sus personajes en el cuento Novela negra: “El objetivo honrado de un escritor es henchir los corazones de miedo, es decir lo que no debe ser dicho, es decir lo que nadie quiere decir, es decir lo que nadie quiere oír. Esta es la verdadera poiesis”. Para la muestra, el comienzo del cuento Copromancia: “¿Por qué Dios, el creador de todo lo que existe en el Universo, al dar existencia al ser humano, al sacarlo de la Nada, lo destinó a defecar? ¿Al atribuirnos esa irrevocable función de transformar en mierda todo lo que comemos, reveló su incapacidad de crear un ser perfecto? ¿O esa era su voluntad, hacernos así, burdos? Ergo, ¿la mierda?”. El final de este cuento es muy bello, les prometo, y se los dice alguien que detesta la escatología.
El que quiera una literatura complaciente ya la hay, ya existe la fórmula, le advierte en otro de los relatos un editor a un escritor, al explicarle por qué su último libro no se vendió: “Tienes que escribir una novela autobiográfica, que cuente la historia de alguien de tu familia con una dolencia grave, una enfermedad que haga a la persona sufrir mucho, algo maligno que no sea mortal. Eso es lo que quieren los lectores hoy en día, historias… Nadie quiere leer ficción, la ficción se acabó. Lo otro es lo que vende”. Fonseca narra el lado oscuro, pero su escritura es luminosa, apolínea. De una precisión asombrosa, que se intensifica en la forma breve. Hay acá relatos que parecen poemas, aforismos, guiones cinematográficos, teatro de Beckett. Y mucho humor, negro, sí, pero con una dosis de compasión hacia sus personajes que lo hace grande. Un escritor con mucha calle, con mucha favela y a la vez tremendamente culto. Literatura negra, clase B y alta cultura, reunidas de la manera más natural, sin dilemas. Será por eso que lo amamos tanto.