La historia se repite cada vez que Dago García estrena una nueva película: los críticos ponen el grito en el cielo y la destrozan en sus reseñas, pero el público, indiferente a esas opiniones, llena las salas durante días. Así, el guionista, director y productor bogotano ha puesto a seis de sus filmes en la lista de las cintas colombianas más taquilleras de la historia. Es la nueva paradoja del cine nacional. Su último éxito es El coco, una película dirigida por Juan Camilo Pinzón, que con solo 24 días en cartelera ya sobrepasó el millón de espectadores, una cifra que muy pocas producciones colombianas –que normalmente se consideran exitosas cuando pasan de los 50.000– han alcanzado en la historia. El caso es llamativo. El cine está creciendo en Colombia y cada vez más público asiste a los teatros, los exhibidores estrenan salas (68 en 2015) y los cineastas locales producen nuevas películas. Además, gracias al impulso de la Ley del Cine, varias de ellas ahora llegan a los festivales internacionales y ganan premios. Pero la industria local aún no logra traducir ese buen momento en las taquillas. De las 56 millones de boletas vendidas el año pasado en el país, solo 3 millones y medio correspondieron a producciones colombianas. Y dos filmes de Dago –Uno al año no hace daño y Uno al año no hace daño 2– aportaron el mayor número de espectadores. Para Darío Armando García, nombre completo de Dago, la clave de su éxito es hacer historias que conecten fácilmente con un público de todas las edades. Y aunque sus críticos lo señalan de apelar al cliché y al chiste fácil, él no cree que eso sea malo: “Lo que muchos llaman cliché, en realidad es usar referencias de la sociedad para que el público se refleje en los personajes. Y es una herramienta de comunicación que nos funciona bien. No solo en la taquilla, sino también en la calificación del público”. Por eso sus cintas tratan temas comunes para las familias colombianas de clase media como la compra del primer carro, los paseos familiares, la pasión por el fútbol o, en este último caso, el monstruo con el que asustan a los niños. “Dago sabe contar buenas historias gracias a su paso por las telenovelas. Usa chistes tipo ‘Sábados Felices’, pero detrás hay un relato que llama la atención del público”, explica Omar Rincón, crítico de televisión en El Tiempo. Muchos en la industria, de hecho, sostienen que el paso del creador de El paseo por la pantalla chica le dio los elementos para entender a las audiencias colombianas. “Acá no nos interpretamos desde las series y las películas, como en Estados Unidos, sino que lo hacemos desde la novela, el melodrama y la comedia”, añade Rincón. Y Dago sí que sabe cómo enganchar a los espectadores al televisor. No solo creó historias icónicas como Pedro el escamoso (2002) y Pecados capitales (2003), sino que también trabajó muchos años como vicepresidente de Contenidos de Caracol Televisión. Y su éxito en ese mercado le abrió las puertas del cine, en donde ya tiene su propia empresa: Dago García Producciones.Nada de eso convence a sus críticos. Lo acusan de ridiculizar a los pobres, de tener mal gusto e, incluso, de hacer quedar mal al cine nacional. Otros son más moderados. Ricardo Silva Romero, quien fue crítico de cine en SEMANA, piensa que algunas de sus producciones son mejores que otras, pero que en general “no son películas comerciales tan buenas como podrían ser. Pienso en casos como ‘Amigos’, ‘Ocho apellidos vascos’ o la original de los ‘Cazafantasmas’, por poner algunos ejemplos”.Lo que más les molesta a algunos sectores de la industria es que mientras Dago moviliza a millones de personas a las salas de cine, las películas que van a los festivales y ganan premios no superan los 100.000 espectadores, en el mejor de los casos. Y aunque este fenómeno se da a nivel mundial –los filmes más taquilleros, incluso en Hollywood, casi nunca son los que van a los festivales y ganan en los Premios Óscar–, se nota más en un mercado como el colombiano, que apenas toma vuelo ahora.Dago lo tiene claro, pero dice que sus cintas son entretenimiento y no arte: “Quienes hacen arte juegan a ser audaces, tratan de encontrar nuevas formas de lenguaje, apelan a sus sentimientos y a la necesidad de expresarse. Nosotros no. Pero ambos tipos de películas se necesitan mutuamente. Sin las nuevas formas de hacer cine que descubren los artistas, el entretenimiento no podría sobrevivir”. Por eso, con las ganancias de sus filmes financia varias producciones independientes. De hecho, El abrazo de la serpiente, la película de Ciro Guerra, contó con su apoyo. Para Jacques Toulemonde, director de Anna (2015), la baja taquilla de algunas producciones nacionales nada tiene que ver con Dago. “Muchas de las nuevas películas son una autocrítica a nuestra sociedad, y nosotros como colombianos preferimos que no nos hablen de nuestros problemas”, dice. Además, como cada vez llegan más cintas, los exhibidores (Cine Colombia, Cinemark, Cinépolis y Procinal) son más exigentes para mantener un filme en cartelera. Si no funciona durante las primeras semanas, lo sacan. Y muchas de las producciones nacionales se promocionan gracias al ‘voz a voz’, que generalmente atrae más público con el paso del tiempo. Pero algunas ni siquiera alcanzan a aprovecharlo. Por eso, para Dago la promoción y el mercadeo son tan importantes como la filmación de una película. “Nosotros planeamos una campaña de comunicación muy juiciosa con Caracol Televisión –nuestro socio– y Cine Colombia. No solo en medios masivos, sino también en lugares como TransMilenio. Uno debe generar en el público la urgencia de ver las películas y creo que en eso tenemos mucha experiencia”. Sin embargo, a El abrazo de la serpiente, que estuvo apoyada por una campaña similar, fueron a verla 450.000 personas, la mayoría después de la nominación al Óscar. Eso demuestra que cada cinta tiene su audiencia. Silva Romero cree que en Colombia hace falta “un cine comercial de calidad o un cine de autor que al mismo tiempo sea comercial, como se da en tantas partes”. Pero mientras aparecen esas propuestas, Dago seguirá siendo el rey de la taquilla nacional. Y, muy seguramente, con el paso del tiempo y cuando la industria del cine colombiano llegue a la madurez, su legado será más claro.