La pandemia, que paralizó las actividades sociales en buena parte del planeta, sigue golpeando con fuerza al ámbito cultural, que por naturaleza reúne personas en torno a obras o espectáculos. Pero ahora el Viejo Continente envía señales que dejan ver una luz al final del túnel. En efecto, el progresivo retorno a las actividades en museos de Alemania e Italia y la adaptación de sus espacios y teatros provoca esperanza y evidencia desafíos, cambios e incertidumbres, que el resto del mundo cultural terminará por enfrentar en todas partes. Evidentemente, se puede hablar de regreso pero no de normalidad, un concepto que muchos esperan recuperar y al que otros ya renunciaron. Basta mirar el plano de las sillas que ha presentado esta semana el teatro Berliner Ensemble, de Berlín, para visualizar lo que será este espacio en nuevas condiciones. La imagen delimita áreas grandes no solo entre filas, también entre asientos. Los más susceptibles a la cercanía de los demás agradecerán estas medidas, mientras que al resto le tocará adaptarse. La era en la que los gestores culturales exploraban cuánta gente cabía en un recinto terminó; la pregunta ahora es qué tantos espectadores pueden ir a salvo, así se trate de una cifra del orden del 10 por ciento.
La vanguardia Alemania e Italia lideran la reactivación de espacios culturales al superar sus picos de contagio (por el momento). Para llevarla a cabo se han basado en inversiones y planeación. El país germano reabrió los museos el 4 de mayo tras invertir 10 millones de euros en medidas de salubridad y prevención. Los museos ajustaron sus procesos de taquillas, tuvieron que invertir en paneles de plexiglás altamente costosos, y ahora asignan por internet las horas precisas de sus visitantes para controlar el flujo y no sobrepasar el tope permitido en sus salas. Una vez en el recinto, la gente debe usar tapabocas y guardar una distancia prudente de los demás. En general, los protocolos prohíben a los museos entregar folletos informativos o audioguías a los visitantes, y les exige a estos mantener al menos una separación de un metro y medio, con métodos de control que varían según el establecimiento. Los museos vinculados a la Colección Estatal de Pintura de Baviera, por ejemplo, permiten un visitante por cada 20 metros cuadrados de exhibición, medida delimitada en la señalización en pisos y paredes. Todos los recorridos quedaron diseñados y prefijados para evitar la aglomeración.
El Berliner Ensemble, en Berlín, presentó esta semana en sus redes sociales su plan de silletería. Pretende garantizar seguridad y distanciamiento. Los acontecimientos de carácter masivo seguirán prohibidos, al menos hasta el 31 de agosto, pero algunas aperturas destacadas en ese país calmarán a la población mientras eso sucede. Estas incluyen la del Museo de Arte Moderno, de Berlín, con una serie de exposiciones temporales en constante rotación; y la del Museo Brandhorst, de Múnich, que presenta una exposición dedicada al arte contemporáneo, con obras de los años sesenta de los norteamericanos Andy Warhol y Cy Twombly.
Por su parte, Italia toma medidas similares con el “decreto Relancio”, que dotó a los museos con un nutrido presupuesto para reabrir, lo que, entre muchas cosas, permitió sumar recursos técnicos como escáneres térmicos a los procesos. Los Museos Capitolinos, de Roma, fundados en 1734 y considerados los más antiguos del mundo, ponen énfasis en controlar la cantidad de personas presentes en una sala. Su administradora, Maria Vittoria Marini Clarelli, cuenta que, como primer paso, toman la temperatura y les impiden el ingreso a quienes superen los 37,5 grados centígrados. Luego, proceden a desinfectar las manos de los asistentes y, finalmente, pasan a la sección de control de metales. Durante el ingreso, exigen mantener la distancia de seguridad de al menos un metro y el uso obligatorio de tapabocas. Los museos y galerías en Roma y Turín abrieron el 19 de mayo, mientras que Florencia y Milán pospusieron la reapertura de los suyos unas semanas, acusando falta de liquidez en los lugares financiados directamente por el Gobierno. Aun así, muchos ya socializan sus medidas. En el Duomo, de Florencia, aparatos electrónicos colgados del visitante vibran y se iluminan cuando este viola la distancia mínima entre personas. Estos aparatos, por supuesto, son desinfectados para cada persona. Con las medidas, el Duomo podrá recibir unos 200 visitantes que palidecen frente a los 2.600 que solían entrar diariamente. Pero algo es mejor que nada, especialmente en lugares patrimoniales que se sostienen casi en exclusiva con la venta de boletería. Espacios emblemáticos como la Galería Uffizi en Florencia o la Pinacoteca di Brera en Milán anunciarán en los próximos días las fechas de reapertura y las medidas que pondrán en marcha. La plaza de San Pedro del Vaticano abrió sus puertas al público luego de dos meses y, naturalmente, prioriza el distanciamiento. El Coliseo Romano lo hará en junio, al igual que la monumental exposición de 200 obras de Rafael, que tomó más de tres años de planeación y volverá a recibir visitantes en las escuderías del palacio del Quirinal, de Roma. La exposición rafaeliana había abierto en marzo por tres días antes de que llegara la cuarentena dura. Para renacer dividirá la gente en grupos de seis, que irán escoltados de una especie de chaperón y guía encargado de velar por la seguridad de todos. El Museo Nazionale di Arti (MAXXI) de Roma abrirá sus puertas solo a quienes hagan uso de la biblioteca o formen parte de alguno de los planes educativos de la institución. También anunció la iniciativa MAXXI Teen, destinada a la formación virtual de los interesados en las artes plásticas vía teleconferencia. El director de la Galería Uffizi, Eike Schmidt, anunció, por su parte, que implementará un algoritmo que, de la mano del programa de reservas vía internet, permitirá controlar el flujo de asistentes para limitar la presencia a 450 personas en el lugar. Mientras tanto, en el museo de Cottbus, en Alemania, les piden a las parejas de visitantes que sostengan una vara que les marca la distancia. Esto prueba que no hay exploración demasiado tecnológica o básica para lograr el cometido: que la gente se reencuentre con el arte en los espacios en los que vibra más fuerte.