Memorable Casanova de Fellini, el canadiense Donald Sutherland tuvo una carrera tan prolífica como ecléctica, con unos 200 papeles en películas y series en los que solía interpretar personajes conflictivos y graciosos.
Sutherland, cuya muerte fue anunciada el jueves por su hijo Kiefer Sutherland, fue aclamado como “uno de los actores de cine y televisión más versátiles del siglo” por la revista Variety.
Gigante de 1,93 metros, era uno de los actores canadienses más famosos fuera de su país. Recibió un Oscar honorífico en 2017.
Sutherland fue un actor camaleónico. Inicialmente se dedicó a papeles de villano (un fascista en 1900; director sádico de una prisión en Condena Brutal), pero fue capaz de pasar por la comedia (M.A.S.H.), el drama histórico (Los pilares de la Tierra) o incluso epopeyas sangrientas (Los juegos del Hambre).
Participando en alrededor de una película por año desde sus inicios en los años 1970, casi nunca actuó dos veces bajo las órdenes del mismo director.
Y entre ellos colecciona nombres de prestigio, como Bernardo Bertolucci, Robert Redford, Federico Fellini, Clint Eastwood y Oliver Stone.
Nacido el 17 de julio de 1935 en Saint John (New Brunswick, este de Canadá), Donald Sutherland tuvo una infancia marcada por graves problemas de salud (hepatitis, poliomielitis, fiebre reumática).
A los 14 años se convirtió en DJ en una emisora de radio de Nueva Escocia. Formado en teatro e ingeniería por la Universidad de Toronto, se inclinó por el teatro y con 22 años partió hacia la Royal Academy of Dramatic Arts, de Londres.
A mediados de la década de 1960, apareció en series británicas de culto como El Santo y Bowler Hat and Leather Boots. Luego debutó en el cine en películas de terror italianas como El castillo de los muertos vivientes (1964).
En 1967, interpretó el primer papel importante, bajo la dirección de Robert Aldrich, en Doce del patíbulo con Charles Bronson.
Su esbelta silueta, su aire ausente y sus enigmáticas sonrisas lo dotaron de gran carisma y singularidad.
“Sonrisa de caballo”
Pero fue el thriller de Alan Pakula Klute (El pasado me condena) el que realmente hizo despegar su carrera en 1971. Allí encarnó a un detective privado en busca de un asesino perverso que amenaza a una prostituta, interpretada por Jane Fonda. Con Fonda, que fue su compañera durante un tiempo, lideró varias acciones contra la Guerra de Vietnam y rodó el documental pacifista F.T.A.
Era un actor al que le gustaba cambiar de aspecto para sus papeles, ya sea con un corte bob y gafas de sol en la farsa antimilitarista M.A.S.H (1970), o el gran bigote que lució en la cinta de terror Los usurpadores de cuerpos (1979), o su aparición de pelo largo al interpretar nada menos que a Jesucristo en Johnny tomó su fusil (1971).
Sutherland nunca tuvo un físico en los moldes de Hollywood. “Mi nariz me deja escéptico, odio mis orejas, tengo una mandíbula prominente, ojos saltones, una sonrisa de caballo”, dijo a la prensa canadiense. Sin embargo, en 1977 interpretó el célebre Casanova de Fellini, que detectó en él una inquietante sensualidad.
“Todos los días me afeitaba la coronilla y las cejas, me ponía la nariz falsa. Yo era como su perro con correa, me llevaba a pasear y me encantaba”, dijo al periódico Libération. “Podría haber terminado mi carrera allí”.
La edad le trajo nuevos papeles como el del presidente Snow, el cruel dictador de Panem, que atormenta a Jennifer Lawrence en la exitosa distopía Los juegos del hambre.
A los 75 años le concedieron una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y él dijo que era mejor que una lápida.
“Envejecer”, confió a la revista Esquire, “es como tener un nuevo trabajo, pero que no habrías elegido”. Donald Sutherland tuvo cinco hijos, tres de ellos con la actriz canadiense Francine Racette, su tercera esposa desde 1972. Es el padre de Kiefer Sutherland, el actor que interpreta a Jack Bauer en la serie de espías 24.