En septiembre de 2020, un grupo de arqueólogos, liderado por el famosísimo egiptólogo Zahi Hawass, comenzó a excavar un terreno en la orilla este del Nilo, cerca de las majestuosas ruinas de Luxor. Buscaban el templo fúnebre de Tutankamón. Como los de los faraones Horemheb y Ay estaban cerca, tenían la corazonada de que el del joven rey estaría por allí.
A las pocas semanas de trabajo se toparon con paredes de ladrillos de barro. Los sorprendió el material, pues solía ser utilizado para construir edificaciones de la vida cotidiana, no imponentes templos de faraones. Solo hasta que removieron toda la tierra y pudieron ver los espacios que formaban las paredes y las murallas, se dieron cuenta de que habían encontrado una ciudad.
Según Hawass, varias misiones extranjeras de arqueólogos habían buscado sin éxito la ciudad dorada perdida en Luxor. Y como ocurre con frecuencia, estaba frente a sus narices. El equipo del egipcio la encontró a menos de medio metro de profundidad del suelo moderno, en una zona bastante concurrida por arqueólogos y turistas: al lado de los templos de Medinet Habu y detrás de los colosos de Memnón.
El mundo se enteró del hallazgo a comienzos de abril de 2021. Los arqueólogos lo describieron como el más importante después de que, en noviembre de 1922, el británico Howard Carter descubriera la tumba intacta de Tutankamón. En ese entonces, los tesoros encontrados en el pequeño recinto fúnebre del joven faraón deslumbraron a los egiptólogos, y los llevaron a imaginarse los niveles de riqueza de esa antigua civilización. La tumba de Tutankamón era la más pequeña del Valle de los Reyes, pero la única que no había sido saqueada. Si en ella encontraron alrededor de 5.000 valiosos objetos, ¿qué había en la de Seti I, 100 veces el tamaño de la descubierta por Carter?
Para el egiptólogo español José Manuel Galán –director del Proyecto Djehuty de excavación de tumbas y monumentos funerarios–, la ciudad dorada perdida en Luxor revelará detalles sobre un tema poco conocido: la vida y los asentamientos en el siglo XIV antes de Cristo, una época de esplendor en Egipto, caracterizada por las relaciones diplomáticas. Según explicó en Televisión Española, se conocen las cartas intercambiadas entre Amenhotep III, entonces rey del Nilo, y el rey Tita de Babilonia, y se sabe que fue una era de globalización en el mundo antiguo.“
El grado de conservación es tal que la información que se puede sacar es enorme”, dijo el español. “Desde el punto de vista de la producción, por ejemplo, la zona de talleres está dividida en barrios definidos por una muralla sinuosa, y en los centrales de cada semicírculo se encuentran hornos, cerámicas grandes, donde se producían ladrillos y carne. También hay una zona donde se esculpieron los cientos y cientos de estatuas de Sejmet, la diosa leona que supuestamente protegería a Tebas de la peste”.
Y a esto añadió: “Hay indicios de que, en tiempos de Amenhotep III, Tebas, la capital, sufrió una peste que motivó al faraón a trasladar la ciudad al otro lado del río. Curiosamente, el trasfondo político-social de este hallazgo se parece a lo que estamos viviendo”.
Hoy Egipto apuesta por revivir el turismo, seduciendo a los viajeros con los monumentos, la riqueza, la sabiduría y los misterios de la civilización que construyó las pirámides; la que moldeó la Esfinge y las gigantescas estatuas del templo de Abu Simbel; la que talló y pintó cada rincón de las tumbas de sus faraones, y la que perfeccionó el proceso de momificación a tal grado que en cierta forma inmortalizó sus reyes y reinas.
El 3 de abril de 2021, los egipcios llevaron a cabo un suntuoso desfile con elegantes carruajes y cientos de personas vestidas con los trajes del antiguo Egipto para llevar las momias de los soberanos a su nueva morada en el Museo Nacional de la Civilización Egipcia, que abrió sus puertas al público al día siguiente. En el nuevo edificio, las momias reposarán en modernos cajones, que permitirán controlar mejor la humedad y la temperatura, y serán expuestas individualmente junto a sus sarcófagos, con una decoración que se asemeja a sus tumbas subterráneas.
Como cosa de los dioses, la suerte acompaña a los egipcios en su campaña por maravillar de nuevo al mundo con la cultura de sus ancestros. En noviembre de 2020, encontraron en la zona de Saqqara –30 kilómetros al sur de El Cairo– más de 100 ataúdes de madera cubiertos de adornos. En algunos había momias, pero en otros encontraron docenas de objetos, como amuletos, estatuas funerarias y máscaras. En enero de 2021 descubrieron el templo de una reina cuya existencia se desconocía. “Estamos reescribiendo la historia”, dijo entonces Hawass en entrevista con el diario The Washington Post. “Creíamos que el faraón Teti había tenido dos esposas, Iput y Khuit. Pero ahora sabemos que tuvo una tercera, Neit, y que era hija de faraones”.
Teti –quien reinó entre 2322 y 2313 antes de Cristo– parece haber sido adorado como un dios, y por ello sus seguidores quisieron ser enterrados alrededor de su pirámide. Esas tumbas, que se siguen investigando, les permiten a los arqueólogos saber cómo se preparaban para la vida después de la muerte quienes no pertenecían a la realeza ni a la aristocracia. Además, algunos de los objetos encontrados en el lugar de excavación hablan del floreciente comercio entre Egipto, Siria, Palestina, Chipre y Creta.
Según los cálculos de Hawass –quien fue nombrado ministro de Antigüedades en 2011–, la gran mayoría de los yacimientos de Saqqara están por descubrirse, pues solo se ha excavado 30 por ciento de la necrópolis.
Pero la historia también está desenterrándose en otras partes. El diario norteamericano asegura que, en febrero, se encontraron 16 cámaras funerarias en un antiguo templo a las afueras de Alejandría, y en la ciudad de Sohag se descubrió una cervecería de 5.000 años de antigüedad, posiblemente la primera de la historia. Los egiptólogos especulan que la bebida era utilizada en los rituales funerarios de los primeros reyes egipcios.
Hace apenas una semana, se supo que un grupo de científicos polacos del Museo Nacional de Varsovia encontraron la primera momia embarazada. Una de las antropólogas revisaba la zona pélvica de la supuesta momia de un sacerdote cuando vio una anomalía: resultó ser la pequeña pierna de un feto, que debía tener entre 26 y 30 semanas de gestación.
Al parecer, la mujer tenía alrededor de 20 o 30 años, y vivió en el siglo I antes de Cristo.
Los científicos que lideran la investigación esperan que el hallazgo despierte interés por estudiar a profundidad la vida de las mujeres en el antiguo Egipto. Por ejemplo, sobre el tema de los cuidados prenatales en la Antigüedad se sabe poco. Pero se han hecho algunos fascinantes hallazgos, como el papiro del año 1825 antes de Cristo: dice que la miel y el estiércol de cocodrilo eran utilizados como anticonceptivos.
Definitivamente, la sabiduría de las antiguas civilizaciones del mundo no cesa de maravillar.
Para Zahi Hawass es tanta la fascinación por resolver los misterios de la antigua civilización egipcia que sigue adentrándose, a sus 73 años, en los estrechos, húmedos y calurosísimos túneles subterráneos de las tumbas de los faraones.