El salón nacional de Artistas nació en los cuarenta con el propósito de comprender y exhibir el arte creado en el país. La conocida curadora Marta Traba lo llamaba el termómetro del arte colombiano.

Desde entonces, se ha mantenido ese interés por conocer y comprender los temas que interesan a los artistas nacionales, los materiales elegidos para plasmar sus ideas y las reflexiones que determinan los detalles de sus obras. Sin embargo, el evento no siempre ha incluido las mismas características. Solo hasta los ochenta comenzó a realizarse en ciudades distintas a Bogotá –lo que permitió ampliar el panorama de país–, y a partir de 2004 los artistas dejaron de presentarse por convocatoria pública; el Salón se convirtió en una exhibición narrada por uno o varios curadores. Estos determinaban quién participaba y con qué obras.

En 2022, la edición número 46 del Salón Nacional de Artistas dará dos giros adicionales. 1) No se llevará a cabo en una de las principales ciudades del país, sino en 20 municipios a lo largo de la cuenca del río Magdalena, “desde su nacimiento en San Agustín hasta su desembocadura en Barranquilla, pasando por ciudades como Neiva, Ibagué, Girardot y Barrancabermeja, y municipios como Honda, La Dorada, Mompox y El Banco,” dice Felipe Buitrago, ministro de Cultura. 2) Además de aproximarse de una manera coherente a la complejidad del arte contemporáneo colombiano, la exhibición se propone cambiar la luctuosa imagen que la violencia le ha dado al río Magdalena, y reiterar la necesidad de proteger su riqueza natural.

“Vivimos tiempos excepcionales que nos demandan hacernos preguntas difíciles a las que debemos encontrar respuestas innovadoras. El Salón Nacional de Artistas ha sido un escenario privilegiado durante 80 años para cuestionarnos, como sociedad, sobre los asuntos más relevantes de cada momento”, explica el ministro.

“Hoy –agrega el funcionario– es claro que como país necesitamos renovar nuestra relación con el ambiente, no solo porque debemos responder unidos a los retos del cambio climático, sino por la necesidad de establecer en nuestro imaginario colectivo de colombianidad una relación consciente con el agua como elemento estratégico del pasado, presente y futuro de la nación”.

Por lo anterior, al plantearse el Gobierno cuál debía ser el propósito del 46 Salón Nacional de Artistas (46SNA), se hizo evidente que la aproximación tradicional de realizarlo en una ciudad era insuficiente y surgió entonces la idea de ligarlo a un río como ecosistema articulador del mensaje. Y el Magdalena tenía la historia, las infraestructuras y la necesidad de reconocimiento que se estaba buscando.

La idea del ministerio es utilizar la capacidad del arte para convertir la cotidianidad en poesía, invitar al espectador a mirar y reflexionar sobre la realidad desde diversas perspectivas, y profundizar nuestra humanidad.

“Nuestra relación con el río Magdalena necesita sanación. Durante décadas, le hemos dado la espalda como sociedad, y no contamos con una herramienta más poderosa que el arte para devolvernos la mirada hacia él, y renovar nuestro compromiso con la protección de su cauce y de los ciudadanos que habitan en su cuenca”, agrega Buitrago.

Desde mediados de 2020, el Ministerio de Cultura comenzó a trabajar en la logística del Salón. Una investigación preliminar le permitió seleccionar 22 municipios, que dividieron en tres categorías, según la disponibilidad y la capacidad de infraestructuras necesarias para llevar a cabo una exhibición de arte de gran envergadura.“

Ahora, de la mano de las 12 gobernaciones que atraviesa el Magdalena, y de las alcaldías y los municipios analizados, debemos establecer con precisión los compromisos que permitirán la realización del programa de exposiciones y actividades complementarias del 46SNA, con las que queremos inspirar a por lo menos medio millón de personas de manera directa”, dice el ministro.

En Línea de vida, María José Arjona parece bailar entre el piso y las botellas. Cada movimiento produce sonidos que hipnotizan.

La dirección artística del evento está a cargo del investigador y curador Jaime Cerón, quien conoce bien el panorama de las artes plásticas y visuales del país. Ha sido coordinador de Artes Visuales del Ministerio de Cultura, subdirector de Artes del Instituto Distrital de las Artes de Bogotá y productor general del 41 Salón Nacional de Artistas, que se llevó a cabo en Cali.

El equipo coordinador incluye a la viceministra Adriana Padilla, a la directora de Artes, Amalia de Pombo, y al coordinador de Artes Visuales, Andrés Gaitán.

El proceso curatorial apenas comienza –y aún falta completar el equipo de curadores expertos en arte contemporáneo colombiano y latinoamericano–, pero ya se tiene claro que el río y las alusiones al agua como fuente de vida serán el eje conceptual del Salón. Se enfatizará la importancia del Magdalena en la historia del país, en la riqueza cultural de los pueblos que han habitado su cuenca, y en la necesidad de protegerlo para mantener el equilibrio de los ecosistemas y de las comunidades que lo rodean y dependen de él.

El río también hará las veces de escenario de las muestras artísticas del evento. Seguramente, el público verá flotar obras como el cubo de madera que Mateo López situó en el lago del Jardín Botánico de Medellín en el 42 Salón Nacional de Artistas; o como el Rainmakers, de Miler Lagos, un molino de agua que habla de la energía de la naturaleza, y del arte como un mecanismo interactivo para devolverle al agua ese poder, al menos poéticamente. Quizá también se comisione alguna pieza parecida a los Muelles flotantes con los que el reconocido artista conceptual Christo rodeó las islas de un lago al norte de Italia, permitiéndoles a las personas caminar sobre agua en gigantescas telas de colores.

Es posible que en balsadas, como las que recorren el Atrato durante los días de San Pacho, se realicen performances como Línea de vida, de María José Arjona, una pieza en la que el cuerpo de la artista choca constantemente con botellas de vidrio vacías que cuelgan del techo, creando así un sonido parecido al correr del agua; o, tal vez, la barca sirva de escenario para conferencias acerca de cómo los artistas colombianos reflexionan sobre la idea de la ecología oscura de Timothy Morton; o para hacer conciertos de gaitas, y unir la música, la danza, la literatura y el teatro a la exhibición de las artes plásticas y visuales del país.

Lo anterior son especulaciones. Los detalles de la curaduría y los nombres de los artistas aún están por definirse. Lo que sí se sabe es que con el 46 Salón Nacional de Artistas se busca “devolverle el río Magdalena a Colombia, y los colombianos al río Magdalena, con un compromiso renovado de respeto por el ambiente, la cultura anfibia y la memoria de la historia de sus aguas,” dice Buitrago.

El proyecto es ambicioso. Tanto es así que, además de invitar a los colombianos a recordar o a conocer la magia cultural y natural del Magdalena, les propone creer en la capacidad del arte para abrir la posibilidad de lo imposible.