El Ecce Homo de Caravaggio que casi fue vendido por 1.500 euros en una subasta al pensarse que era de un pintor menor se exhibe desde esta semana en el madrileño Museo del Prado.

Se trata de un cuadro de “valor extraordinario”, “perdido” durante años, y que representó “uno de los mayores descubrimientos de la historia del arte” al ser certificado como obra del maestro italiano.

Así describe la obra de 400 años el Museo del Prado, que lo mantendrá expuesto desde este martes hasta octubre, gracias a la “generosidad” de su nuevo propietario, que aceptó prestar la pintura temporalmente, según explicó el lunes -sin desvelar la identidad de esta persona- el director del Museo del Prado, Miguel Falomir, durante una conferencia de prensa.

Pintado entre 1605 y 1609, el Ecce Homo (“He aquí el hombre” en latín) representa a Cristo de manos atadas y corona de espinas en la cabeza, cuando fue presentado por el gobernador romano Poncio Pilato al pueblo con esas palabras.

Es apenas uno de los sesenta cuadros en el mundo atribuidos al gran artista italiano Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571-1610), quien también tuvo una vida tumultuosa y fue un personaje olvidado durante siglos antes de volver a ser reconocido como un genio a partir de los años 1950.

Unanimidad de los expertos

El redescubrimiento de esta pintura es un “acontecimiento realmente importante”, ya que “hace más de 45 años que no aparecía en ninguna obra del Caravaggio”, resaltó David García Cueto, responsable del departamento de pintura italiana del Prado.

Según los expertos, este óleo sobre lienzo de tamaño reducido formó parte de la colección privada del rey Felipe IV de España, antes de ser expuesto en los aposentos de su hijo Carlos II.

Legado a la Real Academia de San Fernando, en Madrid, fue recuperado en 1823 por el diplomático español Evaristo Pérez de Castro Méndez, quien lo intercambió por otra obra. A partir de entonces, perteneció a su familia.

Una pintura del maestro italiano Caravaggio, 'Ecce Homo', se exhibe en el Museo del Prado, en Madrid, en mayo de 2024. | Foto: PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP

En 2021, una casa de remates madrileña lo tasó en 1.500 euros (1.630 dólares) al pensar que el autor era un miembro de la escuela de José de Ribera, pintor español de la primera mitad del siglo XVII conocido por sus composiciones religiosas.

Alertado por expertos, el Museo del Prado dio la voz de alarma ante las “evidencias documentales y estilísticas suficientes” que hacían sospechar que era de Caravaggio.

Preventivamente, el Ministerio de Cultura español bloqueó la subasta, una medida tomada en el último minuto que rescató del olvido al cuadro, posteriormente certificado por especialistas como obra del maestro italiano.

La comunidad de historiadores del arte celebra ahora esta intervención, ya que “todos los especialistas” que se pronunciaron sobre la obra establecieron de “manera absolutamente unánime” que se trataba de una pintura del maestro italiano, insistió García Cueto.

¿Nuevo destino?

Entre los expertos que participaron en su autentificación figuraba Maria Cristina Terzaghi, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Roma III.

El cuadro fue sometido “a imágenes radiográficas” y a un “examen” minucioso, especialmente durante su restauración, contó el lunes la especialista, quien ya se había desplazado a Madrid para examinar la obra cuando se bloqueo su venta.

Todos sus elementos mostraban que “se trataba de una obra de Caravaggio”, añadió haciendo referencia a la composición del lienzo, la expresividad de los personajes o el trazo de la pintura, todos característicos del especialista italiano del claroscuro.

Según medios españoles, la pintura fue comprada por 36 millones de euros (39 millones de dólares) por su nuevo propietario, un ciudadano británico residente en España, y podría permanecer expuesta al público tras su paso por el Prado.

“El cuadro no va a acabar en casa del comprador”, porque este quiere que “esté en colecciones públicas, de momento, en forma de préstamo”, explicó Jorge Coll, responsable de la galería a cargo de su venta.

En el Prado son, sin embargo, prudentes. “Es una obra privada, así que su propietario tiene la última palabra”, recordó Miguel Falomir.