El arte y la cultura rescatan al individuo y a la sociedad en las peores circunstancias. Eso han demostrado una vez más durante estos días de crisis mundial y cuarentena. En países que ya sienten los sostenidos efectos de un aislamiento generalizado, como Italia y España, la gente ha mantenido su sentido de la conexión humana al salir a sus balcones a cantar, tocar algún instrumento o a escuchar a alguien más hacerlo. Por su parte, muchos artistas y ensambles han visto sus giras y temporadas terminar abruptamente, entre ellos Alejandro Sanz, Fito Páez, orquestas europeas, artistas colombianos y más. Pero en respuesta, han ofrecido espectáculos gratuitos y abiertos por internet, como gesto de agradecimiento y de compañía a la gente nerviosa y confinada que les sigue los pasos. Esa dimensión vital de la cultura y su importancia en tiempos aciagos hacen que sea paradójico que las expresiones artísticas, y quienes le dedican su vida a crearlas, sufran tan fuertemente los efectos de esta pandemia. El espectáculo, hecho para hacer pensar a un público, para entretenerlo o llevarlo a otro lugar, no puede continuar.
En Colombia, la emergencia sanitaria llegó en el momento más efervescente del calendario cultural. Detuvo eventos masivos como la feria del libro más importante del país (Filbo 2020), el mayor festival de música privado (Estéreo Pícnic), y obligó a la organización de su festival de cine de mayor renombre internacional (Ficci) a detenerlo en plena marcha en Cartagena. La Leyenda Vallenata, en Valledupar, y el Festival de la Música Colombiana, en Ibagué, quedaron aplazados hasta nueva orden. Los teatros, en pausa; los cines, en su gran mayoría, cerrados, así como las ferias y los encuentros de literatura. La restricción, que por ahora se extiende hasta fines de mayo, un plazo más que optimista, dejó en el aire 493 espectáculos de música en vivo y 643 de teatro, cifras que solo cobijan a aquellos registrados en el Ministerio de Cultura. Tampoco incluyen muchos eventos ya gestionados para el segundo semestre pero aún no anunciados. Las librerías, por su parte, tratan de establecer canales de distribución alternativos para sus clientes.
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La industria cultural colombiana, en su gran mayoría, ya luchaba proyecto tras proyecto por cautivar a una audiencia difícil y seguir en marcha. Por eso, frente a estas circunstancias, las preocupaciones abundan a todo nivel. Desde los más esforzados teatros independientes hasta las compañías más consolidadas de espectáculos en vivo miden los golpes recibidos y los consideran devastadores. En el caso de los conciertos, recibieron el impacto más fuerte aquellos empresarios que habían incurrido en costos de producción (el caso de Alejandro Sanz, Juanes y varias producciones teatrales en temporada). En el mejor escenario, podrán reprogramar, aunque tendrán que incurrir en gastos considerables. En el peor escenario, el de una cancelación, enfrentarán una falta de liquidez pavorosa. El sector depende de medidas gubernamentales como las que en Francia y España han congelado cobros, protegido al empleado y al creador. Para los emprendimientos y espacios culturales independientes, medianos y pequeños, sobrevivir ya era un milagro. Camilo de Mendoza, fundador de la librería Tornamesa, explica por qué, hasta justo antes de la cuarentena que empezó el viernes, siguió operando con muy serias precauciones: “Como todos los comerciantes, nos encontramos en una encrucijada. Quisiéramos no tener que exponernos ni exponer a nuestros empleados al contagio del virus. Pero si no vendemos, no tenemos cómo pagar los salarios y parafiscales de los 16 empleados, muchos de los cuales depende la supervivencia de sus familias”.
Camilo De Mendoza - Cofundador de Tornamesa Para que el sector siga vivo, en la banca y en el Gobierno recae la responsabilidad de ponerse la camiseta. Así lo ve el actor y dramaturgo Fabio Rubiano, gestor de Teatro Petra: “Necesitamos que los bancos esta vez miren hacia este lado porque tenemos unas cuotas muy altas. Dependemos de nuestra taquilla, de nuestros talleres, de nuestros cursos, de nuestras conferencias, y todo eso queda parado. Necesitamos que piensen en nosotros, en una ayuda para no tener que despedir a toda esta gente porque no tenemos el colchón económico para seguir pagando nómina”. Rubiano pide también congelar los cobros mientras todo pasa. Y sobre las líneas de crédito que el Gobierno ha abierto, añade que “es un poco absurdo pedirle a un banco un crédito para pagar otro crédito”. Por su lado, De Mendoza menciona que este es el momento para materializar la economía naranja.
A estos clamores se sumó la Asociación Colombiana de Actores (ACA), que, en una carta abierta al presidente Duque, agradeció el Decreto 401 del 13 de marzo de 2020 (que pospone el pago de impuestos a la renta y al valor). Pero le pidió medidas más urgentes que cubran a la población general: “Congelar créditos e hipotecas y suprimir los intereses de mora a personas naturales para evitar su iliquidez total; congelar los pagos de seguridad social sin afectar su cobertura; posibilitar alivio en los pagos de servicios públicos; que las empresas de telefonía celular no suspendan el servicio a sus clientes en caso de mora, con nuevos plazos de pago; más alivios tributarios; posponer las fechas de pago oportuno para la renovación de la matrícula mercantil para las empresas SAS; no suspender los contratos vigentes de los prestadores de servicios actuales y tener acuerdos con sus contratantes para seguir recibiendo el pago durante el periodo de aislamiento social obligatorio; ofrecer subsidios a personas de la tercera edad y diseñar planes que garanticen la seguridad alimentaria de todos los trabajadores independientes, informales y de la población colombiana”. De diez peticiones, solo la de “incentivar propuestas de trabajo en línea (virtual) para el sector artístico” cobija directamente a su gremio.
Fabio Rubiano - Cofundador del Teatro Petra No sorprende que preocupe sobre todo la subsistencia digna de la gente del espectáculo. “Las obras no son solo actores y actrices. Tenemos un jefe técnico fijo, un sonidista, un técnico de escenografía, la señora de servicios generales, tres personas en la cocina, la cafetería, la gente de logística, la que recibe al público, la de taquilla, la jefe de sala, la administradora, la gente que hace redes… Entonces uno empieza a contar y, en un negocio aparentemente tan pequeño como puede ser el teatro, hablamos de afectar entre 35 y 40 familias. Eso ya es grave”, dice Rubiano. Páramo, una empresa de espectáculos en vivo, emplea a unas 100 personas por nómina y entre 150 y 8.000 más según el evento que ofrezca. Consolidada, pero muy afectada, trata de dimensionar su situación. Gabriel García, CEO de la compañía, hace énfasis en que el sector busca trazar propuestas a los poderes Ejecutivo y Legislativo. En un cálculo a grandes rasgos, García considera que de 200.000 a 300.000 personas quedan en un limbo que se debe subsanar de alguna manera. Sobre la primera medida del Gobierno, asegura que incluso para ellos, una empresa robusta, acceder a las líneas de crédito de Bancoldex es complicado.
Gabriel García, CEO de Páramo. Además, García asevera que el sector está muy pendiente de lo que diga la Superintendencia de Industria y Comercio con respecto a la devolución de las taquillas. “En este momento, nuestra empresa puede sobrevivir con la caja que tenía, que principalmente viene de boletería. Si me forzaran a devolver ahora, no habría con qué hacerlo ni con qué sostener la compañía. La Superintendencia ya habló con todos, y le explicamos que usamos taquilla para cubrir costos; pero se evidenció también de parte de las autoridades un desconocimiento sobre el tipo de cobertura que tienen los eventos”. García explica que, erradamente, las autoridades creían que todos los espectáculos tenían pólizas de cancelación e iban a recibir cheques de las aseguradoras, cuando no era el caso. Una póliza de cancelación, expone, no es fácil de sacar, pues depende de muchos factores, y no suelen cubrir cancelaciones por decisiones del Gobierno, protestas sociales, guerras nucleares o epidemias y enfermedades de contagio.
Muy pendiente también está su colega Alfredo Villaveces, jefe de Move Concerts en el país. El empresario aseguró que el escenario es devastador. Su empresa congeló seis eventos que iba a anunciar y se vio obligada a aplazar un concierto grande como el de Kiss, con un aforo de 9.000 millones de pesos que quedan en juego. Forbes.co publicó un estimado según el cual las empresas de la industria de la producción de eventos pueden perder hasta 210.000 millones de pesos en poco más de dos meses.
En México optaron por seguir adelante con el Vive Latino, un festival masivo. En Colombia cancelaron los eventos con la llegada del virus. El Festival Internacional de Cine de Cartagena tuvo que cerrar al segundo día.. Algunos organizadores que ya tenían el circo montado, producto de meses de trabajo arduo, quisieron esperar a medidas definitivas y siguieron adelante. Así hicieron los del Ficci en su edición 60, que empezó cuando el coronavirus recién llegaba al país. Trataron de implementar medidas pero lo inevitable sucedió y, en su segundo día, cancelaron actividades. En otras partes del mundo, frente a escenarios similares, los organizadores no siempre tomaron decisiones responsables. En México llevaron a cabo el Festival Vive Latino, que congregó a decenas de miles de personas. En un acto casi delirante, el Festival de Glastonbury, en el Reino Unido, reveló su cartel solo para tener que cancelar el evento dos días después. En lo que a cines respecta, Cine Colombia dio un ejemplo significativo cuando, a tono con lo que se veía venir en el mundo, cerró sus salas. En momentos en los que mucha gente tomaba el fenómeno a la ligera, era necesario que una empresa de ese peso mostrara sensatez. Esta, de paso, explicó en un comunicado que seguiría pagando a sus empleados y también que devolvería o reprogramaría boletas adquiridas. No hizo lo mismo Cinemark, que en un principio optó por buscar separar a quienes iban a sus salas. Vale anotar que algunos distribuidores emergentes, como Tails International, han abierto el acceso a varias de sus películas en la web. Así pues, queda la pregunta sobre qué puede hacer el sector en un panorama tan incierto. Rubiano ofrece más que reclamos: “Podemos aprovechar y colaborar con lo que sucede, con campañas de difusión creativas que ayuden a que no se propague más la epidemia, o en otros frentes. Si usted ve, para no enloquecerse en sus casas, encerrada, la gente depende del entretenimiento, de series, películas, obras, cantantes, músicos, artistas, académicos o personas que se dedican a la poesía y la literatura… El arte ayuda en gran medida a que la gente permanezca en su casa”.
De Mendoza, por su parte, anota que esta crisis servirá también para reinventarse, y, de paso, involucra al público. “Para la supervivencia de las librerías de barrio –como son la mayoría de las independientes del país– necesitamos, más que nunca, de la solidaridad de los vecinos, los clientes naturales y habituales. Los esperamos con los libros abiertos”. En el mundo de los libros, precisamente, se han dado gestos interesantes, como el de la editorial Anagrama, que regaló al mundo hispanohablante descargas gratuitas de cinco novelas en formato digital (e-book). En medio de su crisis, pues, el arte y la cultura se apersonan y no abandonan. Frente a su peor enemigo, el escenario vacío, no les queda más opción que pujar, como muchos sectores más, por apoyos profundos que hagan una diferencia. Mientras esto sucede, internet proveerá. Puede resultar sabio prepararse para compartir los talentos musicales desde la ventana.