Alejandro Landes nació hace 30 años en São Paulo, hijo de madre colombiana y padre ecuatoriano. Creció en Quito, pero unas cumplidas vacaciones en Medellín con su abuelo y su familia materna Echavarría, tradicional de Antioquia, le dieron un fuerte arraigo. Incluso cuando se fue a estudiar a la Universidad de Brown, en Rhode Island, siempre regresaba sin falta: "Iba todo el tiempo en los veranos. Mi memoria familiar y colectiva, mis raíces están en Colombia". Esos viajes se interrumpieron a finales de los setentas a causa de la violencia: varios de sus familiares murieron o fueron secuestrados. La última estadía, de seis meses, fue en Florencia, Caquetá, para rodar la película Porfirio.En Quito, con su padre, veía películas épicas como Lawrence de Arabia, El doctor Zhivago o Das Boot, una película alemana sobre submarinos en la Segunda Guerra Mundial. No estudió cine. Su formación es en Economía, con estudios de Arquitectura y Literatura. Pero el cine estaba presente en su vida: "Me faltaba valentía. Tuve mi primera oportunidad en una sala de montaje en un programa de televisión de Andrés Oppenheimer". Luego se fue a trabajar a un estudio en los Ángeles que hacía cine de género y a él le tocaba "hacer de todero". De allí salió para Bolivia, donde hizo su primera película: un documental sobre la lucha de los campesinos que defendían, contra Estados Unidos, sus derechos ancestrales a sembrar coca y que estuvo centrada en la figura de Evo Morales. Pero a Evo no le gustó, no se reconocía en ese personaje que aparecía "sin las masas", en su vida cotidiana, mirando solo a la cámara. "Si me preguntaran qué relación hay entre Cocaleros y Porfirio, yo diría que trata sobre personajes que tienen una cara pública muy conocida, pero también tienen otra desconocida y esa es la que me interesa". Como casi todos, Alejandro Landes conoció la historia de Porfirio, el "aeropirata", por los medios de comunicación. Porfirio Rodríguez, un colono tolimense que llegó a Playa Rica, donde prosperó con fincas y con una estación de gasolina, pero al que una bala perdida de la policía le cambió la vida: quedó parapléjico, postrado en una silla de ruedas, reducido a vender minutos de celular en una modesta casa de Florencia, aferrado a la ilusión de ganar una demanda contra el Estado. La desesperación llevó a Porfirio el 12 de septiembre de 2005 a subirse en un avión con rumbo a Bogotá con dos granadas camufladas entre sus pañales. En pleno vuelo, según su versión, llamó a la azafata y le dijo mientras se las mostraba: "Mire, mujer, llevo unas granadas, yo quiero hablar con el presidente Uribe porque estoy desesperado y discapacitado en esta silla de ruedas, y quiero que venga y me escuche. Solo se lo dije a ella, a ninguno de los otros 24 pasajeros del avión; todo era pacífico". Para sortear la situación, el gobierno del presidente Uribe le prometió estudiar su caso y le entregó un cheque de 100 millones de pesos que resultó sin fondos. Porfirio fue condenado a ocho años de prisión que todavía está pagando.¿Por qué se interesó Alejando Landes en hacer una película con la historia de Porfirio? "Me parecía que había cierta ironía en la circularidad de esa historia. Un hombre discapacitado, encerrado en una casa, que termina preso en esa misma casa. El Estado, que lo había condenado a vivir en esa casa, vuelve y lo condena a vivir en la misma casa. Más que un arco narrativo, un círculo narrativo: es como una historia donde pasa de todo y no pasa nada. También había eso -tan colombiano- de hablar duro para hacerse oír, de obtener justicia por mano propia. Y su dualidad de víctima del conflicto y, a la vez, victimario. Sin embargo, allí no había sangre, el espectáculo de la violencia que estamos tan acostumbrados a ver". Alejandro Landes, desde un comienzo, tuvo claro que no quería recrear literalmente esa historia, no quería que el secuestro fuera el eje temático. Y tal vez por eso consiguió realizar una película que ha sido elogiada en varios países y ha obtenido muchos premios internacionales. Porfirio, la película, es en realidad la metáfora de un hombre encerrado en un cuerpo. Una historia universal, la historia de cualquiera, sea o no parapléjico. Por eso, una muchacha polaca puede identificarse con aquel hombre cincuentón de la lejana ciudad de Florencia, en Colombia. Por eso, también, fue disfrutada por los espectadores de un teatro en la India, país que aborrece como ningún otro los actos terroristas. Olivier Bachelard en Abus de ciné, dijo lo siguiente: "En tres cuartas partes de la película, Landes acompaña la rutina poco envidiable de Porfirio, la lucha permanente de un hombre con un cuerpo que es incapaz de controlar, excepto en su parte superior. Depende de los suyos -su esposa, su hijo- para sus necesidades, para levantarse, tomar una ducha. Casi nunca abandona su silla de ruedas, salvo para caerse o acostarse en un colchón a la entrada o en su cama. La casa está abierta a los cuatro vientos, Landes se adapta con inteligencia a los lugares y planta su cámara, a veces en el exterior (las tomas de la calle cuando Porfirio vende minutos de celular; las de la parte superior de la pared medianera, por ejemplo, un vecino que ve durante la ducha...); a veces en el testimonio íntimo (escenas de amor donde priman las erecciones reales...). A pesar de su desgracia, a veces Porfirio tiene ojos que brillan de alegría. Él sabe lo afortunado que es estar casado con esa mujer, tener una familia. Esta felicidad, finalmente, es captada a la perfección por Landes en los silencios y en los gestos que tratan de dejar a un lado la vergüenza y a través de una puesta en escena precisa que le da a su personaje un cuerpo entero, con bellos planos de cénit". El tema del sexo, sin lugar a dudas, será polémico en esta película porque su tratamiento es distinto y audaz. El cuerpo viejo e impedido de Porfirio y el cuerpo robusto de Jasbleidy haciendo el amor sin artificios frente a la cámara. Otra estética, otro concepto de belleza. Dice Alejandro Landes: "Colombia me parece un país orgulloso de un concepto de belleza que cada vez es más convencional, más foráneo, de gente perfectamente bronceada. Aquí uno encuentra la belleza en los lugares más inesperados y en los cuerpos que son comunes. A mí, por ejemplo, la espalda de Porfirio me parece supremamente viril. Jasbleidy, aunque no sea un prototipo, me parece un tipo de belleza muy victoriana. En la película, cuando ella le dice a Porfirio en la cama, la noche antes de subirse al avión, "¿por qué no me llevas?", me recuerda a la Olympia de Manet mirando directamente al espectador, con su cuerpo tal cual como es. En el estreno en España estaban un poco aterrorizados con esos cuerpos, como si en el cine los únicos cuerpos posibles fueran los de Angelina Jolie y Brad Pitt".Uno de los grandes aciertos de la película fue haber escogido actores naturales. Entre ellos, desde luego, a Porfirio Ramírez, que se representa a sí mismo y resulta toda una revelación en la pantalla. Para Alejandro Landes, la decisión de escogerlo a él se impuso de una forma casi obvia: Porfirio era un actor en potencia. Le gusta cantar, le gusta componer rancheras -su sueño es llegar a ser escuchado por Vicente Fernández- y, de hecho, en la película canta varias veces en escenas claves. Y no solo eso, cuando el director de cine lo encontró ya tenía en su hoja de vida un performance: "Si un hombre que no puede caminar hace lo que él hizo por hacerse sentir, no es difícil entender su capacidad para ser otro, su voluntad de separarse de una masa empobrecida y mostrar un carácter. Ahí había una chispa dramática. Hay algo actoral en su crimen".Otro acierto es el formato en que fue filmada la película: el cinemascope, el cual acentúa la horizontalidad del plano e impone una visión frontal parecida a la del arte bizantino, lo que se acomoda muy bien a las intenciones del director de resaltar la presencia del cuerpo de Porfirio en la pantalla. En la práctica, algo complicado: tuvieron que llevar costosas cámaras Vantage a Florencia y cada semana enviar los rollos a un laboratorio alemán para su revelado. Y no era fácil para la Policía entender que cada semana llegaban unas cajas con rollos procedentes de Florencia, Caquetá. Muchos de ellos fueron abiertos y hubo que repetir varias escenas. Pero valió la pena: Porfirio es una película de una gran factura técnica. Y le queda muy bien a Florencia, lugar de paso hacia la selva, albergue de colonos y gentes de todas las regiones del país, aparecer en cinemascope, un formato que precisamente fue inventado para el género del western. Llega Porfirio a su tierra después de un largo viaje. Hay mucha expectativa a su alrededor. La mayor, la de Porfirio Ramírez que la verá por primera vez en el Festival de Cine de Cartagena. Para verse cantando y con la ilusión de que está cercano el día en que Vicente Fernández al fin lo oiga.