En poco más de tres años, un desconocido llamado Merck Mercuriadis y su disruptivo fondo de canciones, Hipgnosis, han pateado la lonchera de la industria musical y tienen temblando a los grandes sellos: Sony, Universal y Warner, así como a sus brazos editoriales. Después de los golpes recibidos por cuenta de internet y su piratería democrática, estos ya se sentían más a gusto con el streaming, pero ahora tienen que sumarse a la ola así sea para bloquearle el camino, marcarle el terreno o demostrarle su poder de reacción. Si se pregunta por qué Universal Music pagó 315 millones de dólares por el catálogo de Bob Dylan, es porque Mercuriadis estaba a punto de conseguirlo. Alguien tenía que frenarlo.

El emprendimiento financiero de Merck es digno hijo de la época. Hipgnosis (mismo nombre de la famosa casa de diseño responsable de portadas legendarias de los sesenta y setenta, además diseñó el logo de la empresa) cobra por los derechos de las canciones que posee para fines artísticos o comerciales; tomó como punto de partida el consumo de estas en Spotify, Deezer, Apple Music, Tidal y otras plataformas. En ese marco, hay lugar para facturar por los miles de millones de reproducciones de artistas actuales, como Dua Lipa, y de fenómenos aún fuertes después de años, como Shape of You, de Ed Sheeran, o Despacito, de Luis Fonsi. También permite sacarles provecho a reproducciones de “larga estela”, constantes en el tiempo así no sean enormes en masa. Para Mercuriadis, clásicos como Don’t Stop Believin’, de Journey, Go Your Own Way, de Fleetwood Mac, o Pies descalzos, sueños blancos, de Shakira, se van a escuchar así llueva, truene o relampaguee.

El canadiense, de 57 años, tiene oficinas de Hipgnosis en Londres y Los Ángeles. | Foto: 2019 Getty Images

Para hacer el dinero y dar pie a la “nueva era” que plantea, hay que tener las canciones de hoy, de mañana, de siempre, y para esos efectos las compra a un precio tremendo, equivalente a entre 10 y 20 años de regalías. El valor resulta tan atractivo que para artistas ya multimillonarios es difícil negarse. Un detalle que también parece tener injerencia en esta lucrativa iniciativa: Mercuriadis promete que las cuidarán, pues las respetan, y parece ir en serio.

Para las grandes casas disqueras a las que hoy les compite, el mercado de los derechos de las canciones ascendió a más de 3.200 millones de dólares en 2019, pero Mercuriadis sabe que hay mucho por explorar. A The Guardian le dijo: “Si consigo lo que me he propuesto, pronto olvidarán que Hipgnosis tuvo esta racha de adquisiciones tremenda y recordarán que fue la compañía que estableció el management de canciones”.

Si consigo lo que me he propuesto, pronto olvidarán que Hipgnosis tuvo esta racha de adquisiciones tremenda y recordarán que fue la compañía que estableció el management de canciones

Oro, petróleo, canciones

El canadiense, de 57 años, recaudó más de 1.500 millones de dólares para su utopía musical y ya compró los derechos totales y/o parciales de 61.000 canciones (y contando). Recuerda en apellido y apariencia al renegado de la economía griega Yanis Varufakis, pero creció muy lejos del Mediterráneo. Mercuriadis vive entre Londres y Los Ángeles, donde emplea a 65 personas, aunque en la fría y aislada Canadá rural se hizo aliado de la música. Al arte que lo acompañó en su infancia y juventud lo proyectó como su pasión y fuente de sustento. Trabajando por años para casas disqueras pequeñas, independientes, absorbidas y desechadas por otras (como Sanctuary), vivió de primera mano las altas y las bajas del negocio y se hizo experto en la mecánica legal de la apreciación y el respeto de la obra. Por eso quiere cambiar las reglas del juego y aspira, entre varios cambios, a equilibrar un sistema que hoy paga cinco veces más por la grabación que por la composición, y en la era del streaming sigue perpetuando una profunda injusticia en lo que respecta a remuneración.

Como revela una entrevista con el diario The Guardian, el respeto por el arte y el artista es un argumento fuerte en su pitch de ventas.

A su devoción por la música suma una mirada estudiada que deslumbra. Mark Ronson, compositor de la pegajosa Uptown Funk, asegura que se trata del tipo más inteligente que conoce. Nile Rodgers, músico de renombre y parte de la junta asesora de Hipgnosis, explica que “cuando Merck les habla a inversores y artistas, ambos tienen que creer en un sistema que hasta ahora no habían visto. Tienen que creer que esa persona es sincera, inteligente y tiene buenos instintos”. El productor Timbaland destaca que aceptó negociar con Hipgnosis, porque “la dirige un amante de la música”, y Lindsey Buckingham, autor de Go Your Own Way, confía en que “su trabajo será curado con corazón y perspicacia”.

Mercuriadis confiesa que los vinilos y el club de fútbol Arsenal son sus únicas pasiones terrenales. Por esto, o a pesar de esto, ha convencido a un montón de inversionistas de alto vuelo alrededor del mundo de que en una coyuntura global tan inestable, antes que invertir en oro, petróleo o en acciones, es más seguro, rentable y estable invertir en canciones. Hipgnosis Song Fund se hizo pública en 2018, y solo el tiempo dirá si marcó una tendencia de largo aliento. Las primeras señales y la reacción de los competidores así lo indican.

En el quiebre del siglo, Sean Parker derrumbó muros de propiedad intelectual por medio de Napster. Daniel Ek, de Spotify, pavimentó años después la ruta del streaming, y sobre esa autopista Mercuriadis trata de ajustar ahora una nueva concepción para la canción que compense mejor al compositor de la obra.

La práctica de comprar derechos y apropiarse de las regalías de las canciones hasta que entren al dominio público 70 años después de ser lanzadas no es nueva. Pero Mercuriadis la ha llevado a un nuevo estadio con el perfil de sus artistas y el ritmo de su crecimiento. Para muchos, a punta de carisma, lógica de negocios y respeto por la obra, el canadiense ha roto el tabú según el cual nadie respetable vendía esos derechos. Pero todavía muchos dudan de que haya más que dinero en el interés de ambas partes. Mercuriadis paga mucho y paga bien, y, en épocas en las que los discos dan menos dinero y no se puede salir de gira, muchos músicos han optado por la gran remuneración inmediata.

¿Cuánto pagó Mercuriadis por las 145 canciones de Shakira? La cifra está sepultada en acuerdos de confidencialidad, pero sí se reveló que equivaldría a unos 15 años de regalías. ¿Mucho o poco por el catálogo de una artista que ha vendido más de 80 millones de discos en el mundo? El tiempo lo dirá.

Bandas como Blondie y Fleetwood Mac y cantautores como Neil Young han confiado su arte a Mercuriadis. Young dijo que no le cantaría jamás a una corporación y cumplió, su voz es altamente creíble.

Hipgnosis y su líder recibieron una necesaria dosis de credibilidad cuando adquirieron las canciones de un artista a todas luces como Neil Young. El cantautor canadiense expresó en canción que no le cantaría a Coca-Cola (o a las corporaciones) y jamás se traicionó. También le hizo saber a Donald Trump que no aprobaba el uso de Rockin’ in the Free World en sus actos de campaña, y ya se sabe en qué compatriota confió para que algo así no vuelva a pasar.