El escenario de los conciertos, como antes de 2018 (cuando todo comenzó a crecer exponencialmente) volverá a depender de los más fieles a la música en vivo. Estallará una burbuja, se cancelarán algunos eventos, se redefinirán expectativas en el futuro sobre lo que se puede esperar de Bogotá en cuanto a cantidad de oferta y calidad y precio de los espectáculos. Y claro, todo esto tendrá ramificaciones. Se vive ya esa ola.
En Colombia no habrá Knotfest 2023. Puede que el evento regrese con fuerza el año que viene, recargado desde la fusión de Páramo y Ocesa bajo el manto de Live Nation. Puede que no. Así, en lo que se refiere a conciertos masivos de música pesada y resonancia global, a Colombia le queda un cañón fuerte, en diciembre, con el regreso de los franceses Gojira y los estadounidenses Mastodon. Tocarán juntos en el Movistar Arena (donde también tocará Manowar este 20 de septiembre: no se pierda nuestra entrevista con Joey DeMaio).
Por eso, en ese género vasto y popular, la opción irresistible del año exige mirar hacia un desierto extranjero. En octubre, en Indio, California, sucederán cosas excepcionales en un lugar donde cosas excepcionales suelen suceder, haya calor insoportable o tolerable. Y el comienzo de este otoño no será la excepción.
Si no se tratara de un evento irrepetible, no se mencionaría, pero lo es. El Power Trip 2023 suma talentos de tal relevancia, que unidos configuran un cartel sacado de sueños. Y en su mezcla de épocas encuentra también su éxito. Integra agrupaciones de los setenta, ochenta y noventa, todas de impacto presente y ramificaciones globales impresionantes. Todas hacen giras mundiales exitosas, por lo cual verlas reunidas parece aún impensable. Pero sucederá. Todas, además, han protagonizado la última era en la que el rock fue rey del mundo. En sus conciertos aún lo es, así la masa afuera responda más al beat de Bad Bunny. En sus conciertos, lo es de sobra. Son estratosféricas, todas.
En su primera jornada, el festival abrirá con su primer tándem de pesos pesados (esa es la constante de los tres días): Guns N’ Roses, la banda que dominó y definió la escena global del hard rock en los años ochenta y noventa, llevará su mejor versión al estado donde nació como banda. Liderada por Axl Rose, por Slash y por Duff McKagan, serán, quizá, la nota más rebelde.
Y para cerrar el inicio, una banda gigante y admirable, Iron Maiden. Nacida en el lado Este de Londres, parte de la New Wave of British Heavy Metal (NWOBHM), que desde los años setenta hizo del metal algo digno y apreciado en voz alta, Steve Harris y sus muchachos de mil batallas conjugan bajos galopantes, épicas melodías y riffs increíbles de tres guitarras. Estas, vale decir, son virtuosas cuando les toca viajar por sus lados separados y se hacen increíbles cuando se encuentran en unión. Y con el liderazgo de Bruce Dickinson, el hombre del Renacimiento del siglo XXI, sigue asombrando a jóvenes y viejos seguidores, por su aguante, por su entrega emocional y emocionante. Tocará como parte de su Future Past Tour.
La segunda jornada tiene pactados más históricos. Empieza con el ataque a los sentidos, que es un concierto de AC/DC. La banda australiana quizá no pase jamás por Colombia (pero desde 2016 no tocaba y lo hará, así que no se sabe). Será comandada por una leyenda, Angus Young, que, disfrazado de niño travieso de colegio, es un virtuoso creador de riffs históricos y de solos memorables (tanto cortos como uno de media hora sin parar). Young deja huella con su banda, a la cual le hacen falta varios integrantes originales (la muerte se ha hecho sentir), pero que en el espectáculo se ratifica todo potencia y honor eléctrico a su música. Es una tromba musical y un explosivo circo rockero.
La segunda parte del cartel, originalmente, la ocupaba un gigante como Ozzy Osbourne, uno de los cuatro padres del género (él y los otros tres integrantes de Black Sabbath). Pero el cantante anunció hace semanas que no llegaría en condiciones y prefería dejar su lugar. No deja de ser lamentable no poder ver en acción al cantante original de la banda que impulsó todo el movimiento y que es una figura fundamental en su propia ley. Ahora, por la edad y el trajín rockero que ha llevado, era factible que sucediera. Es increíble que siga pataleando y que casi haya logrado tocar este encuentro. Sí que se le extrañará.
Su lugar lo ocupará Judas Priest, una banda a la que no le falta peso alguno para integrar este encuentro all-stars. Judas forma parte esencial de esa NWOBHM, y tiene pergaminos, potencia y éxitos para cerrar por lo alto este festival de leyendas. Así lo ha hecho en Colombia y así lo hará allá, con Rob Halford a la cabeza (un talento y una fuerza natural, un ícono LGBTI+) y con el excepcional guitarrista Richie Faulkner, quien entrega en vivo una experiencia sónica impresionante.
Por último, para cerrar el festival, un tándem impresionante: la banda más exitosa de la historia del género, Metallica, y Tool, la banda que llevó el género a otros estados de análisis y comprensión. Ambos grupos son californianos, porque ahí nacieron, pero sus integrantes, orígenes y sonidos son bien distintos.
Metallica, quien en este punto es casi una religión planetaria, estrenará su nuevo trabajo, el sorprendente 72 Seasons. Y sorprende porque, en efecto, el impulso cuando se acaba es volverlo a escuchar. Lo alternará con su arsenal de éxitos, que saca de todos sus trabajos, pero especialmente de aquellos que en los años ochenta los hicieron reyes del planeta. ¿Alguien más fue capaz de convocar más de un millón de personas en un concierto, en territorios rusos, poco después de la caída de la URSS? Ese poder aún se percibe en sus toques. James Hetfield, maestro de riffs, ha capoteado temas de voz y ha prevalecido. Se le puede dudar alguna vez de su música más reciente, pero sabio es encontrarlo en este punto alto y saludable de su historia.
Por último, cerrando el festival, la más joven de las agrupaciones: Tool. Desde los años noventa, esta banda de cuatro integrantes que enfatizan en su equilibrada importancia (y la reflejan en su sonido) ha planteado el tema de la consciencia, de la reflexión personal, humana y social. Navegando las aguas de lo matemático, amalgamando lo cerebral, lo espiritual y lo progresivo, plantea algo distinto en el rito que propone. Una experiencia que cambia percepciones, inolvidable, de las que lamentablemente jamás pasará por Colombia.
A toda esta infraestructura, costosa e histórica, le da respaldo y garantía que sus organizadores ya saben lo que es asumir un lineup histórico. En su primera prueba, armaron el inolvidable festival Desert Trip, también de tres días, en el que Bob Dylan, The Rolling Stones, Neil Young, Paul McCartney, The Who y Roger Waters se presentaron. Lo hicieron durante dos fines de semana consecutivos de octubre, en 2016.
Sucedió entonces y sucederá ahora, en los terrenos donde el festival Coachella pasó de un fenómeno independiente a una avalancha cultural global. Donde fueron a ratificarse los gigantes del rock fundacional de los años sesenta, y lo hicieron en su gloria (cerrando con un espectacular show de Waters, que también se presenta por última vez en Colombia, en diciembre), ahora es el turno de los que se visten más de negro. En octubre, sellarán a sus leyendas en el desierto.